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Ver día anteriorMartes 27 de abril de 2021Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La legalidad
L

a ley es un instrumento de la política. La invocación al imperio de la ley suele provenir de poderosos que oyen pasos en el tejado. Aunque son ellos quienes la violan impunemente. Cuando se invoca con vehemencia la Constitución, veamos el fondo, antes de deslumbrarnos. Las leyes son la cara jurídica del statu quo. Y están para mantenerlo. Y aun cuando las leyes impliquen excesos de indecencia, es muy difícil cambiarlas. AMLO ha empezado a introducir algunos cambios en las normas, en medio de la histeria de los de arriba.

Hans Kelsen, padre del iuspositivismo, define al derecho como un orden coactivo; un sistema de normas que motiva conductas mediante la amenaza de un castigo que debe imponerse institucionalmente. La norma jurídica no dispone directamente la conducta que el sistema quiere motivar, ordena una sanción contra la conducta contraria. La moral pide directamente: no matarás; la norma jurídica dispone: si matas vas a la cárcel.

Carlos Salinas eliminó el carácter de delito grave a la corrupción. Así, el poder neoliberal se sirvió a lo bestia, y no hubo norma que puniera sus actos impúdicos. El outsourcing, ahora atemperado, es uno de los medios por los cuales los capitalistas se ceban al máximo a costa de los trabajadores: el poder político neoliberal cuidó de que no hubiera sanción. Qué difícil fue mover esa rapacería. Abraham Nuncio nos enteró sobre los pormenores de la autoridad del poder económico sobre el político en Nuevo León; así el poder político se desdibuja y renuncia a su rol de servir a esa cuasi entelequia llamada interés general. No hay ley que castigue esa asociación perversa. Ha sido la pauta neoliberal.

El Presidente quiere una reforma del Poder Judicial. Un asunto fundamental es la sanción a los integrantes de esa instancia del Estado, que han nadado en un pantano hasta ahora inescrutable de corrupción. Un coro de 400 mil voces de trastornados, están en contra de tocar esa cínica venalidad.

Una forma elemental de atender el interés general, en una condición de inefable desigualdad, es implementar programas en beneficio de los desposeídos. El Presidente quiere hacerlo, pero el derecho también sirve para impedirlo mediante el uso y abuso sin medida de la figura del amparo. No hay norma que sancione esas canalladas. Los jueces contra el interés general.

Por si algo le hiciera falta a la realidad jurídica del país, tenemos zonas donde manda el crimen organizado: la ausencia total del Estado y de la ley; el crimen manda en sociedad con políticos de ayer agazapados.

Una de las tareas en pañales es hacer cumplir los derechos humanos de todos en todo el territorio. Cuánto ganaría la sociedad mexicana si camináramos en dirección de esa utopía. Tenemos a los jueces en contra y también a los de arriba, que se sirven con la cuchara grande. Y esos jueces son lo que aplican la norma, cuando la hay. La tarea de la 4T es inconmensurable.

Aun si los derechos humanos fueran observados, tendríamos encima la realidad propia de la brutalidad capitalista. En páginas memorables de El Capital, Karl Marx desveló lo que la relación de igualdad jurídica encubre. La relación entre capitalistas y asalariados “surge tan sólo cuando el poseedor de medios de producción y medios de subsistencia encuentra en el mercado al trabajador libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica entraña una historia universal”.

“La naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otra personas que simplemente poseen sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación en modo alguno pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relación social común a todos los periodos históricos. Es en sí misma, ostensiblemente, el producto de un desarrollo histórico precedente, el producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social.”

Ese trabajador libre, dueño de su fuerza de trabajo convertida en mercancía, “y el poseedor de dinero, se encuentran en el mercado y traban relaciones mutuas en calidad de poseedores de mercancías dotados de los mismos derechos, y… sólo se distinguen por ser el uno vendedor y el otro comprador: ambos, pues, son personas jurídicamente iguales”. Como lo demuestra Marx, en el mercado el trabajador entrega su fuerza de trabajo a cambio del salario,luego tendrá lugar el proceso de producción y ahí el valor de uso de la fuerza de trabajo entregará al capitalista un valor superior al valor del salario, un plusvalor. Es el fenómeno de la explotación laboral, piedra angular del capitalismo, perpetrada en condiciones de igualdad jurídica. El sistema expolia a los más con la ley en la mano. (Citas del tomo I, pp. 207, 206, 204, en ese orden, itálicas en el original, ed. Siglo XXI).

Hipólito Gerard Rivero, cuñado de Salinas, entre otros, se hincha de dinero mal habido legalmente, manteniendo en la cárcel a los deshechos del sistema del que ellos son beneficiarios.