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El estilo de vida del rocanrol era tan aburrido y frustrante que lo dejé, comparte Richard Hell

El músico, integrante de bandas como The Voidoids y The Heartbreakers, en entrevista con La Jornada a propósito de la redición remasterizada del álbum Destiny Street, de 1982

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▲ A Richard Hell le hubiera gustado ser el autor de Tutti Frutti, de Little Richard, porque la letra tiene uno de los significados menos tradicionales de la historia del rock.Foto Roberta Bayley
Especial para La jornada
Periódico La Jornada
Viernes 26 de marzo de 2021, p. 5

La historia de la música extrema no empezó con un estallido, sino con un chillido. Hay una línea temporal que va desde Question Mark & The Mysterians y Count Five, directo hacia Richard Hell, haciendo dos escalas obligatorias en The Stooges y The New York Dolls. Los conecta la capacidad de síntesis, una forma directa, sicótica y que se definió por oposición: a los largos solos, de guitarra o teclados y al ideal jipi de la música como elemento transformador de la realidad. Richard Hell pobló un imaginario de una Nueva York peligrosa y dura, una épica libre de redenciones que llevó a jóvenes de todas partes de Estados Unidos a formar parte de esa ciudad al probar su suerte.

Además de combinar el estilo y la desafección adolescente en canciones rápidas y pegajosas, en las que lo sublime parece chorrear en borbotones, Richard Hell compartió grupos con los guitarristas Johnny Thunders en The Heartbreakers, Tom Verlaine en una temprana encarnación de Television, anterior a Marquee Moon, y con la dupla de Ivan Julian y Robert Quine con su propia banda, The Voidoids, sobre los que dice: Muchas veces la gente piensa que las mejores partes son de Quine cuando en realidad son de Julian. El motivo de la entrevista con el bajista es la redición remasterizada del disco Destiny Street, a cargo de Omnivore Recordings.

–¿Qué canción de otro desearías que fuera tuya?

Tutti Frutti, de Little Richard, porque la letra tiene uno de los significados menos tradicionales de la historia del rock.

–La historia del CBGBS es ahora parte de la gran narrativa del rocanrol. ¿Alguna parte de ese cuento se narró de forma incorrecta?

–Creo que el libro que mejor describe esos tiempos es Por favor, mátame, de Legs McNeil. Es el libro que más diseminó la historia del local; es un retrato adecuado. A la vez, muchos detalles son poco precisos; hay información contradictoria, gente que altera detalles en su favor para crear una mejor impresión de ellos mismos; es una gran confusión, pero el resultado general es muy fiel y genuino.

–¿Estás de acuerdo en que el estilo de tocar la guitarra de Robert Quine fue influenciada por Miles Davis de la época de On the Corner (1972)?

–No diría eso, Quine tenía muchas influencias, amaba esa etapa del Miles de la última época, el más salvaje, pero estaba influenciado en medidas iguales por el blues, el rocanrol de los años 50 y por Lou Reed; no creo que ese sea el disco más significante para Bob. En mi caso, los discos más importantes fueron los que escuchaba antes de empezar a tocar, cuando la música era un pasatiempo de adolescentes; escuchaba lo que sonaba en la radio, no era fan y no tenía una obsesión particular por la música. Tenía tres discos a mediados de los años 60: Bringin’ it All Black Home, de Bob Dylan; Kinks Size, de The Kinks, y Now!, de los Rolling Stones, esos tres discos de 1965 son los elepés que me llevaron hacia la música.

–¿Quiénes fueron más importantes, New York Dolls o Johnny Thunders, como solista?

–Los New York Dolls fueron más importantes en mi formación musical. Con Thunders compartí en The Heartbreakers. Me interesaba la música glitter, porque lo que quedaba en pie cuando crecí eran bandas sobrevivientes de los años 60 tocando en estadios, y el rock progresivo me aburría.

De alguna manera esperaba emular a bandas como Slade, T-Rex y los New York Dolls. La música más confiable que encontré a lo largo de mi vida es el soul, de Memphis, de Nueva Orleans, Stax y Aretha. Hoy día no escucho ni a Slade, ni a T-Rex, ni a los New York Dolls.

–¿Requirió mucho esfuerzo de Sonic Youth conseguir que grabaras con ellos en el proyecto Dim Stars?

–Desde el principio acordamos hacer un solo disco y disolvernos, nunca hubo duda sobre si íbamos a tocar en vivo o no, hicimos el disco entero en tres semanas y sabíamos que nos íbamos a separar apenas saliéramos del estudio.

–¿Cómo fue la transición del primero al segundo disco?

–Del primero al segundo disco mejoré como compositor de canciones; el material del segundo disco es mejor, pero la producción no fue tan buena como la de Blank Generation (1977), por eso decidí remezclarlo, para demostrar la calidad del material y transformarlo en algo que valiera la pena para el público, para que sepan que hice dos discos, no uno. Quería traer de vuelta lo que el rocanrol hizo por mí, cuando expresaba todo tipo de emociones extremas al describir lo que era el mundo. En última instancia, el rock se trata de los sentimientos adolescentes, que no son sólo lujuria y hormonas, sino también lo que produce vislumbrar las ilusiones del mundo adulto.

–¿Cómo saliste de la música después de Destiny Street?

–No me gustaba ir de gira, era adicto y sabía que lo seguiría siendo si seguía en el rocanrol; porque el estilo de vida era tan aburrido y tan frustrante, que me fui de la música para dedicarme a la escritura.