"La Jornada del Campo"
Número 162 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
¿En el mar la vida es más sabrosa? Golfo de México

La cuaresma y la deliciosa tradición de consumir pescado

Dora Elia Ramos Muñoz El colegio de la Frontera Sur
Huachinango y Besugo del Golfo.  Deysi CupidoHuachinango y Besugo del Golfo. Deysi Cupido

En México, marzo es el mes del año en que hay mayor consumo de pescados y mariscos. En términos coloquiales podríamos decir que es cuando los pescadores y las pescadoras del Golfo de México hacen su agosto.

La cuaresma conjuga dos largas tradiciones: una que tienen elementos del México prehispánico y que remite a trasladar pescados y mariscos del Golfo de México tierra adentro, en presentaciones frescas, saladas o curtidas, y la otra relacionada con la herencia judeocristiana que enriquece el patrimonio culinario de México.

La palabra cuaresma remite a un elemento relacionado con 40 días y proviene del latín quadragésima. En la tradición judía se utilizó para referir a los cuarenta días de ayuno anteriores a la Pascua, con lo que se conmemora la salida del pueblo hebreo de Egipto a. Puesto que la Pascua y la Semana Santa cristiana coinciden en fechas, la tradición del ayuno se integró al repertorio de prácticas cristianas a partir del siglo IV.

La Semana Santa inicia con el miércoles de ceniza y culmina con el Domingo de Resurrección y enmarca actos que recuerdan los últimos días de la vida, muerte y asunción de Jesucristo con una serie de festividades que hasta hoy se mantienen en la vida cotidiana mexicana.

Pero ¿cómo llegó el pescado a ser el platillo de la cuaresma? Ocurrió a partir de que el ayuno cristiano radicó en la abstinencia de ingesta de carnes de todo animal sacrificado y en el que hubiera un derramamiento de sangre. Así que se debían evitar no sólo las carnes rojas, sino las de aves y mamíferos.

Detrás de esa abstención se escribieron muchos textos, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino (Italia, 1224–1274), en Summa theologiae, enfatizó que la carne de los animales terrestres era un símbolo de concupiscencia, de placer al paladar, de lujuria y de nutrición para el ser humano, por lo que era prudente evitarla en los tiempos de abstinencia, recogimiento, sacrificio, ayuno y reflexión de la Cuaresma. Hoy la iglesia católica no exige más un estilo de alimentación cuaresmal, pero la tradición forma ya parte de un patrimonio colectivo.

Así que debido a que los peces y mariscos no son sacrificados, sino que mueren por asfixia y no son desangrados, su consumo fue ampliamente incorporado en la dieta cuaresmal y se detonó una tradición gastronómica asociada con la Semana Santa, que hoy puede ser considerada como un delicioso patrimonio inmaterial para quienes pescan, comercializan, preparan y disfrutan del pescado y mariscos en esta temporada. •