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En su ingreso a El Colegio Nacional, Lomnitz analizó el vínculo entre la violencia y un tejido social rasgado
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▲ El antropólogo y articulista de La Jornada ofreció su discurso de ingreso al organismo, en el que también homenajeó al historiador Miguel León-Portilla.Foto cortesía del Colnal
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de marzo de 2021, p. 4

La violencia en el México actual es síntoma de un nuevo tipo de Estado que aún no sabe o no quiere nombrarse a sí mismo, sostuvo el antropólogo e historiador Claudio Lomnitz en su discurso de ingreso a El Colegio Nacional (Colnal).

La violencia en nuestra época no puede ser entendida desde una narrativa de guerra contra las drogas, porque éstas son a la vez veneno y remedio y, porque al ser imaginadas como origen del crimen, se han convertido también en chivo expiatorio, en un falso culpable.

Interpretación del tejido social rasgado fue el título del discurso inaugural del articulista de La Jornada como miembro de ese órgano académico.

El físico Alejandro Frank, en su condición de presidente en turno de El Colegio Nacional, dio el mensaje de salutación, mientras el jurista José Ramón Cossío se encargó del discurso de respuesta.

Nacido en Chile en 1957, Claudio Lomnitz afirmó que es común imputar la actual violencia en el país a un rompimiento del tejido social, situación que, a su decir, en primera instancia parece adecuada.

Ya que la violencia que hoy es cotidiana en México profana los valores morales más arraigados: el secuestro mancilla el valor de la libertad, la violación el de la integridad de la persona, el asesinato violenta el derecho de vivir y el desmembramiento de los cadáveres roba la dignidad a todo indefenso.

Destacó que muchas veces se dice que hay una guerra contra las drogas, aunque en su opinión no es precisamente eso, pues no tiene como finalidad vencer o aniquilar al contrario. Más bien se trata de una forma de vida que tiene como condición y contraparte un nuevo tipo de Estado, pero éste todavía no sabe contarse a sí mismo.

A lo largo de una hora, el antropólogo social analizó también la relación entre violencia y reciprocidad, sobre lo cual hizo hincapié en tres puntos. El primero, que cuando la violencia no tiene respuesta posible de sus víctimas, da pie a la formación de una nueva casta; segundo, que cuando la violencia encuentra una respuesta recíproca y simétrica, se abre en un espiral infinito, como lo que se puede observar en la violencia entre pandillas urbanas, por ejemplo, y tercero, que cuando hay asimetría en la violencia, pero ésta está constreñida espacialmente a la acción, se forman cacicazgos.

Me parecía importante preguntar cómo operan estas tres formas de reciprocidad negativa en un nuevo Estado mexicano que se caracteriza por ser soberano, pero por haberse desprendido de algunos elementos importantes de la administración pública, y en especial, las que se relacionan con la adjudicación de la justicia ante actos violentos, especificó.

Hizo notar también que las economías ilegales se articulan en territorios lejanos y que esa característica muy local conlleva a estrategias de reciprocidad y de violencia altamente diferenciadas una de otra.

Así, los grandes jefes de la mafia pueden ser bandidos sociales en sus pueblos y esclavócratas en otras partes, o simples hombres de negocios todavía en otros sitios; pueden robar a una mujer para vivir con ella o desaparecerla para destruir a su familia para siempre.

Concluyó su exposición con algunas ideas respecto del robo de mujeres y la desaparición forzada. Mostró que el rapto de novia, que era una estrategia, por decirlo de alguna manera, tradicional, no era una práctica que rompiera el tejido social, sino que se recargaba en él para obligar a una familia o una mujer a aceptar un matrimonio.

Sin embargo, la pervivencia del robo de mujer hoy en territorios aislados por actos expresos de violencia, implican más violencia de robo de las mujeres que la que había antes.

Claudio Lomnitz rindió homenaje al historiador Miguel León-Portilla, cuya muerte en 2019 dejó vacante la cátedra que ahora él ocupa. Reconoció que con su libro La filosofía náhuatl, aquél logró convertir a los antiguos pobladores de Mesoamérica en nuestros contemporáneos, contribuyendo, de manera decidida, a romper aquel aislamiento nacional que Octavio Paz alguna vez calificó de soledad y a colocar la modernidad mexicana en diálogo con todas las demás.