Número 161 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Lactancia materna y partería
El Gran Nayar.

La partería en el Gran Nayar: ejercicio vigente pero subordinado

Idalia Hernández Hernández CNAN-INAH
El Gran Nayar.

El Gran Nayar es una región que abarca los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas. Allí habitan coras, huicholes, tepehuanos, mexicaneros y mestizos. En dicha región hay dos hospitales que cuentan con el servicio de medicina tradicional: uno ubicado en Huejuquilla, Zacatecas y otro en Jesús María, cabecera municipal de El Nayar, Nayarit, el cual fue inaugurado en 1996.

En ambos se encuentran parteras, hueseros(as), sobadores(as), curanderos(as) y yerberos(as) que prestan sus servicios, mismos que son muy solicitados no sólo por la población indígena sino también mestiza. En el caso de las parteras, son requeridas para “sobar”, palabra con la que se refieren a dar un masaje para acomodar al feto en la posición correcta.

En los primeros años de funcionamiento del hospital Mixto de Jesús María era común que las mujeres indígenas acudieran a parir con las parteras, pues ellas eran las personas reconocidas para llevar a cabo esta tarea. Actualmente es poco común que las parteras atiendan un parto en el nosocomio; esta situación es consecuencia de las políticas sanitarias que establecen que los médicos alópatas son las personas que poseen el conocimiento para tal acción, además de hacer hincapié en que un ambiente estéril como el hospital es el mejor para recibir a un recién nacido. De esta manera, aunque las parteras tradicionales cuentan con el reconocimiento y el espacio del hospital, su conocimiento ha sido poco a poco desplazado por la misma Secretaría de Salud que las acoge.

Juana Hernández, partera huichola, menciona: “Antes aquí sacaba partos, nada más que le íbamos ganando a los doctores con las pacientes. Tenía báscula, todo tenía, pero ya cuando salí y ya se desapareció la báscula donde pesaba los niños; las tijeras se perdieron aquí, ya después alguien me dijo: lo recogieron los doctores porque ustedes las, parteras les iban ganando porque sacaban parto normal. Yo no les ponía suero ni nada a las pacientes, sólo las atendía bien como en su casa” (Juana Hernández, comunicación personal, Jesús María, mayo 2017).

Otro caso son las parteras reconocidas y empleadas por el IMSS; ellas trabajan desde su hogar. Además de atender partos, son promotoras en su comunidad. Se encargan de compartir la información de salud entre sus vecinos y convencer de la importancia de las revisiones médicas durante las campañas de salud, así como también de proveer de medicamentos para enfermedades comunes. De acuerdo con Leovigilia (comunicación personal, mayo 2017) el salario que perciben es de mil pesos mensuales y se les paga cada seis meses.

De acuerdo con mi interlocutora, este es un salario muy precario, tomando en cuenta que su labor requiere disposición 24 horas, siete días de la semana, pues se espera que ella esté presente ante cualquier emergencia. Además, este trabajo conlleva la misma responsabilidad que los médicos alópatas tienen sobre la salud de los pacientes.

Otro de los problemas que enfrentan es que no cuentan con un espacio para la atención al parto. En su casa sólo cuenta con una cama y cuando llega la parturienta tiene que pedirle a su familia que desocupe el catre para atenderla. Entre sus deseos está que se construya un espacio equipado para proporcionar una mejor atención.

Por último, existen las parteras que ayudan y comparten información sobre sexualidad, embarazo, parto y posparto entre sus hijas y nueras, todo ello enmarcado en la cosmovisión étnica. Una de las prácticas ejercidas entre los grupos indígenas del Gran Nayar es la conservación de la placenta y cordón umbilical. Para la ciencia médica occidental estos elementos son considerados residuos biológicos, mientras que para los indígenas son elementos de suma importancia para el buen crecimiento del nuevo ser.

En este recorrido pude constatar que el ejercicio de la partería sigue vigente; sin embargo, la inserción de estas especialistas en el sistema de salud mexicano no ha derivado en experiencias interculturales óptimas para el tratamiento de los partos. Tampoco se ha empoderado a las mujeres para ejercer su derecho a decidir en dónde parir ni se ha fortalecido la imagen de la partera, por el contrario, aún mantiene una posición subordinada con respecto al sistema biomédico hegemónico. •