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Contienen ladrilleras la migración en Tixtla

Ofrecen ingresos a quienes subsisten de la agricultura

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Foto José Hernández / Especial para La Jornada
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de enero de 2021, p. 22

Tixtla de Guerrero, Gro., De joven, Fulgencio Lucena Chepillo emigró a la Costa Grande, donde aprendió a fabricar ladrillos. En 1958 regresó a Atliaca, pueblo nahua del municipio de Tixtla de Guerrero, habitado por 7 mil 500 personas, y ofreció a su familia y a sus paisanos una fuente de ingresos distinta a la agricultura y la crianza de aves de corral, actividades apenas de autoconsumo.

Ese año, 1958, Fulgencio instaló la primera ladrillera y, con el apoyo de sus hijos, inició la producción. Además, tenía mercado: su propio pueblo en construcción. La demanda creció y en 1962 instaló la segunda fábrica ahí mismo, empleando a otros familiares y vecinos. Fue novedoso: éramos los únicos ladrilleros, recuerda Eleazar Lucena, su hijo.

Su padre sabía que en su poblado natal el clima y la tierra son idóneos para ese oficio: No fue difícil. Aquí hay una gran extensión de tierra que favorece la producción de tabiques. Tenemos barro y un arroyo que nos abastece de agua. Se compra aserrín para dar consistencia a los tabiques y madera como combustible para cocerlos.

Fulgencio Lucena, sostiene, fue factor de unidad para que habitantes de esta localidad no emigraran a otros estados o al extranjero en busca de trabajo. En temporada de lluvia, los lugareños siembran maíz. El resto de los meses se emplean en las fábricas de ladrillos.

En un mes producen 25 millares, cada uno de los cuales venden en 2 mil 500 pesos. No podemos competir con las grandes industrias, donde producen miles por día con maquinaria, lamenta Eleazar.

El proceso aquí es artesanal. El barro se extrae en el mismo lugar donde se hacen los tabiques. Los jornaleros mezclan y amasan el barro con el aserrín y lo humedecen; así permanece hasta las seis de la mañana del día siguiente, cuando el moldeador inicia la elaboración de las piezas. Sólo se emplean carretillas, picos y palas.

Al que hace los ladrillos le pagan 45 centavos la pieza; su ventaja es que tiene un molde de seis. Por eso gana más que los jornaleros.

En la actualidad hay 30 fábricas de tabiques que generan empleo para jóvenes, adultos e incluso adultos mayores.