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Miss Francia 2020
E

l concurso para elegir a Miss France fue el primer certamen de belleza creado en el mundo. Se instituyó en 1920, seguido por el de Miss América, en 1921. Pero acaso sería posible sugerir que los orígenes de esta competencia se remontan a la mitología griega, con la rivalidad entre las diosas Hera, Afrodita y Atenea, quienes se disputan la manzana de oro enviada por Eris, diosa de la Discordia, con la mención: Para la más bella. Eris se venga sembrando la insidia en el Olimpo por no haber sido convidada a las bodas de Peleas y Tetis. Ante las proporciones que toma la querella, Zeus ordena a Hermes conducir a las tres divinidades al monte Ida, donde Paris, príncipe troyano, deberá elegir entre ellas. Para ganarse sus favores, Hera le ofrece la soberanía sobre todos los hombres, Atenea lo tienta con la victoria en la guerra y Afrodita le promete el amor de Helena, la mujer más bella del mundo. Paris otorga la manzana de la Discordia a Afrodita. Pero Helena es la mujer de Menelao y su rapto dará lugar a la guerra de Troya, cantada en La Ilíada por Homero.

En Francia, según la leyenda, San Medardo instituye la fiesta de la Rosière, transformada poco a poco en concurso de belleza. Sin duda, de este festejo proviene la exigencia de calidades morales vigente todavía hoy en el concurso de Miss Francia. La elegida reina de la Rosière debía ser una joven tan pura que no pudiese quedar duda alguna a nadie sobre su absoluta condición virginal física y moral. Hoy, las candidatas francesas desfilan en traje de baño completo, bikini excluido, y no deben haber posado desnudas. Una miss fue destituida de su título cuando aparecieron fotos de ella en traje de Eva. Cabe recordar el magnífico cuento escrito por Guy de Maupassant en 1887, titulado Le Rosier de madame Husson. Con su humor corrosivo, el autor narra cómo esta dama, modelo de virtud, se ha metido en la cabeza promover la castidad en su ciudad coronando a una Rosière. Para su desgracia, ninguna joven satisface las exigencias de pureza. Madame Husson decide, entonces, coronar a un joven simple de espíritu. El resultado es catastrófico, pues el idiota gasta el dinero del premio encanallándose en París.

Las sátiras de los concursos de belleza no son sólo literarias. ¡Al fuego, bomberos!, película ítalocheca de Milos Forman, el cineasta ridiculiza la burocracia comunista, formada por viejos lúbricos, aunque tampoco escape a su ojo avizor la torpeza para desfilar de las participantes en el concurso de Miss Bomberos organizado durante el baile de estos combatientes del fuego.

El concurso de Miss Francia, criticado por los más diferentes motivos, fue radicalmente transformado por la televisión. Al ser transmitido por las antenas, a partir de 1987, se fue convirtiendo en negocio y espectáculo para millones de personas, más que exaltación de la belleza femenina. La gracia individual de las candidatas se desvanece en una coreografía uniforme, donde se mueven en grupo con los mismos gestos y pasos. Misma longitud de piernas, brazos, mismas medidas de busto y caderas, apenas se perciben algunos rasgos de los rostros con las mismas sonrisas Colgate. Para responder a las feministas que reprochan al evento hacer de la mujer un objeto en el que no cuentan las calidades intelectuales, se les hacen las mismas preguntas: estudios, vocación, aspiraciones. Las respuestas de unas y otras son semejantes. Hoy no hay una sola miss que no hable de una lucha humanitaria, de su feminismo o su preocupación por la infancia, sus inquietudes por las enfermedades, cáncer y Alzheimer a la cabeza, sin contar la actual pandemia.

Por fortuna, para celebrar el centenario, el jurado de este año fue formado por antiguas misses. La mayor pasa de 80 años. La personalidad individual de estas antiguas reinas provoca, sin veneraciones de un pasado pretendidamente mejor, un dejo de nostalgia ante la uniformidad que se impone día tras día en los deseos y los sueños.