Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de noviembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Y ahora qué?
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tiros y tirones el partido demócrata, con Joseph Biden al frente, ganó la elección y echó a Donald Trump de la Casa Blanca. La odisea se logró, pero se abre el camino a una nueva, que será no menos escarpada y sinuosa. ¿Lograrán Biden y el Partido Demócrata superar los obs-táculos que se configuran en el horizonte? La incógnita tiene más de una variable, y de las respuestas que se dé a cada una dependerá, en primer término, que Biden pueda gobernar y, en segundo, que el Partido Demócrata pueda consolidar su triunfo y logré definir un perfil que con los años se ha deslavado.

El liderazgo demócrata está consciente, o debería estar, de que buena parte de su triunfo se lo debe a Trump, quien, por vanidad, egolatría o simple estupidez, insistió en cavar su tumba a pesar de los signos que evidenciaban lo equivocado de su proceder, particularmente en el manejo de la pandemia. No fue el único responsable. Los corifeos del Partido Republicano, empezando por sus legisladores, prefirieron aplaudir todos y cada uno de sus traspiés.

A ese coro se unió la cadena de noticias Fox y los medios adictos a la megalomanía del señor de palacio; todos se alternaron para desnudar a su emperador. Fue patética la creciente pérdida de contacto con la realidad para advertir la tragedia que se cernía sobre millones de estadunidenses. Difícil de creer, aún lo sigue siendo, la forma en que permanecieron impávidos ante el hundimiento de la nave.

La analogía perfecta es la kafkiana escena del Titanic naufragando mientras la orquesta continúa y las aguas del mar paulatinamente sepultan a sus músicos. Analogías aparte, lo más sorprendente es que, pese a las evidencias de la pésima conducción del país, más de 70 millones votaron por la continuidad de esa política.

No son pocos los que apuestan a la recuperación de la ideología conservadora del Partido Republicano, una vez que se le arrebaten las riendas de ese instituto político. En este escenario cabe otra posibilidad: una secesión en la que Trump, con sus huestes del Tea Party y las cofradías de ultraderecha intente formar ya no una corriente, sino otro partido.

A pesar de que Biden ganó por un margen de 5 millones de votos, convencer a algunos de los 70 millones que votaron por Trump de que su política fue un desastre será uno de los primeros retos del próximo gobierno. Más aún si insiste, como lo ha advertido, en continuar con su tarea de zapa de las instituciones responsables de la justicia, la salud, la migración y el medio ambiente, entre otras.

Aún está pendiente la elección en la que se definirá qué partido tendrá la mayoría en el Senado. Pero al margen de la forma en que se decida, sería saludable que, cuando menos algunos legisladores republicanos, ya sin el yugo de Trump, estuvieran dispuestos a dejar para la historia la barbarie opositora que los caracterizó los pasados cuatro años. De ser así, hay posibilidades de construir una vía civilizada para matizar la división social y económica que ahoga al país.

El otro reto para el presidente electo es superar las divisiones que en el seno del Partido Demócrata se han ido manifestando desde hace algunos años. El ala más progresista ha reclamado, con justicia, una política más acorde conla heredada del New Deal de los años 30, y la Gran sociedad y las lucha por los derechos civiles de los años 60. Democracia social o socialismo democrático, es la que exigen los jóvenes, y ya no tan jóvenes, que se oponen a los moderados de centro que, en su necesidad por derrotar a la extrema derecha republicana que, casi sin taxativas, han abrazado el centro moderado, erosionando los principios que Franklin Roosevelt y Lyndon Johnson construyeron.

De la forma en que se resuelva este último reto, probablemente se definirá un perfil del Partido Demócrata que ha sido emplazado para atender los retos de una sociedad que en primer término reclama mayor igualdad frente a la justicia y la distribución de la riqueza.