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¿La fiesta en paz?

Entre alcaldesas te veas // Puebla y Naucalpan, antitaurinismo oportunista

E

n los cargos políticos, como en el resto de los cargos, más que de género o de sexo, el problema es de seso, de cacumen, esa rara capacidad para reflexionar con madurez y actuar con sensatez, por sí mismo, se entiende, no por órdenes superiores o para quedar bien con el de arriba. Así, las más de las funcionarias públicas decepcionan a lo largo de su gestión, pues su criterio no se diferencia del de los varones, y sin capacidad de sacudirse los vicios administrativos heredados continúan trastabillando por la vereda de la ineptitud, el oportunismo y la intolerancia.

Si a ello añadimos temas hace tiempo en la mira de los demócratas de oropel, como el del espectáculo taurino, al garete entre posmodernidades, humanismos falsos y la débil respuesta de los directamente involucrados, el panorama no puede ser más preocupante. Reabrir centros comerciales, restoranes, bares, cines y obras en construcción, sí; estadios y plazas de toros, no, en esa lógica cínica de los que dicen protegernos de todo, excepto del pánico que fomentan a diario.

¿Qué tienen en común Bárbara Botello (PRI, hasta hace tres meses), Claudia Rivera (Morena, PT y PES) y Patricia Durán (PAN y Morena)? Además de guapas, emprendedoras y feministas, faltaba más, y de haber sido o ser alcaldesas de León, Puebla y Naucalpan, respectivamente, una debilidad por ir a la moda ideológica, es decir, por mal entender y estorbar, dentro de sus posibilidades, a la rica tradición taurina de los municipios donde pretendieron o pretenden servir.

Hoy detenida por el delito de peculado, a Botello se le ocurrió prohibir la entrada de menores de edad a las corridas de toros en León. El gusto le duró seis meses, gracias al amparo promovido por el aficionado y abogado Fernando Vílchez. La alcaldesa Rivera, que se autodefine como “muy poblana, que gusta del futbol y la filosofía (sicazo que llegó hasta Creta) y es una rebelde con muchas causas”, se dice dispuesta a asumir los costos políticos de su animalismo. Con tan sólido bagaje cultural y por órdenes de alguien, ahora promueve la prohibición de las corridas en la ciudad de Puebla. Por su parte la presidenta Durán, invocando su preocupación por la salud de sus gobernados, no autorizó la celebración de cinco novilladas con anticipación anunciadas en la plaza La Florecita, mientras autoriza almacenes, comercios, bebederos y construcciones diversas. Es que ahí hay lana, aunque no haya sana distancia.

Este antitaurinismo seudoprogresista a cargo de tan celosas corregidoras, es como el de sus antecesores –escoja partido y género, no hay mayor diferencia–, que portan una vetusta brújula política carente de imán social, unos gestos como solidarios con la ciudadanía, pero sin respeto por una tradición centenaria en sus respectivos municipios como lo es la fiesta de los toros. En la mejor vertiente neoliberal, estas poses, que no posiciones de verdadera sustancia política, lejos de favorecer y apuntalar tradiciones de México, exhiben la estrecha mentalidad y el expediente facilón de prohibirlas, que el nuevo municipio libre se nutre de la desmemoria y el pensamiento único.

Lo más indignante es que estas funcionarias prefieren ocuparse de prohibir o estorbar un espectáculo hoy de minorías, en vez de intentar resolver problemas comunitarios de urgente solución, por decir: inseguridad creciente, desempleo, pobreza, contaminación, transporte público, basura, pavimentación ruinosa y extendida corrupción. Créanme, señoras, que políticamente esto es mucho más importante que sus descaminados bizantinismos antitaurinos. No olviden a Botello.