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La muestra

La portuguesa

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▲ Fotograma de la cinta de Rita Azevedo Gomes
G

uerras distantes, batallas íntimas. Cuando Lord von Ketten (Marcello Urgeghe) lanza una ofensiva contra el obispo de Trento en el norte de Italia, considera también conveniente tomar como esposa a una extranjera noble proveniente de Portugal. Desde la llegada al castillo de su marido, la doncella será custodiada, criticada y atendida por la corte de sirvientes que será su única compañía durante los 11 años que durará la ausencia de su compañero.

La portuguesa, séptimo largometraje de ficción de la lusitana Rita Azevedo Gomes, se basa en un relato homónimo del novelista austriaco Robert Musil incluido en su libro Tres mujeres (1924), que la cineasta ambienta y sitúa con mucha vaguedad entre los siglos XV y XVI. Precisar coordenadas de lugar y tiempo parecería ser la última preocupación del filme, pues lo que propone con lentitud deliberada es más una construcción narrativa abstracta que un fresco social o una rutinaria intriga palaciega. El punto de atención es la condición y suerte de una forastera a la que ni la cinta ni el relato original han conferido un nombre, y quien durante los largos años de su encierro encantado, en un castillo donde todo semeja un decorado teatral decrépito y bello, sólo conocerá la soledad, la misteriosa vecindad con la muerte y la maledicencia que censura algunos de sus actos. La guerra en que participa su marido se vuelve así un eco lejano que de algún modo reproduce y magnifica la batalla solitaria que esta portuguesa libra en un territorio ajeno.

En el cine de Rita Azevedo los conflictos se presentan así muy a menudo, un tanto fuera de campo, sin estrépitos, casi en sordina. De ahí la necesidad estética de un ritmo narrativo para muchos exasperadamente lento o la opción de congelar algunas acciones en singulares apuestas plásticas, como sucede aquí, donde la fotografía de Acácio de Almeida a menudo evoca pinturas de la escuela flamenca, en particular Vermeer o acentuadamente Rembrandt. Trátese de un perfil femenino en claroscuro o de un grupo de médicos en torno del lecho de un Lord agonizante. También registra la cinta toda la exuberancia de una naturaleza que invade y corroe todo a su paso, dando fe de la decadencia del lugar y del destino incierto de sus moradores. Hay un contrapunto interesante en la manera en que la directora refiere esta experiencia femenina de soledad y exilio, y lo que muestra la argentina Lucrecia Martel en la película Zama (2017), drama interior de un conquistador perplejo y abandonado en territorios hostiles.

Lo interesante en La portuguesa es el despropósito y absurdo de una guerra. Sin saber a ciencia cierta las razones por las que el Lord von Ketten combate al obispo de Trento, queda claro que un regreso sin gloria del campo de batalla, con el noble derribado más por la picadura de una abeja que por una herida, añade un toque de comicidad grotesca a toda la empresa bélica. La deshonra mayor es salir vencido, y de tal manera, en un campo de batalla, lugar por excelencia para la forja de las virilidades. El personaje enigmático que es la portuguesa (Clara Riedenstein), mujer de blancura y languidez extremas, acusa siempre una fragilidad engañosa, mientras su marido, aguerrido, ostenta una reciedumbre plagada de cuarteaduras. Ella crece y se empodera en la medida en que él se debilita y apaga. La sorda guerra de sexos que la pareja libra a distancia y que tiene momentos de tregua y gracia como la idílica escena en que ambos comparten una sesión de baño con una cortina de por medio, revela la forma en que la cineasta ha optado por modernizar y volver más complejo aún el relato de Robert Musil. No debiera esto sorprender por parte de la directora de Frágil como el mundo (2001), menos aún de quien con novedad y acierto adaptó un sulfuroso relato decimonónico del francés Barbey d’Aurévilly en La venganza de una mujer (2012).

Se requiere paciencia y mucha concentración para disfrutar La portuguesa, pero a la postre la experiencia resulta gratificadora.

Se exhibe en las salas 10 y 1 de la Cineteca Nacional a las 13 y 15:30 horas, respectivamente.

Twitter: @Carlos.Bonfil1