Número 158 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
INFIERNOS AMBIENTALES
Muestra de algunos insectos muertos el 5 de agosto de 2015, en un domicilio, después de la nebulización con Malatión en 2015

Guanajuato

Plaguicidas de la campaña contra dengue en Guanajuato: ¿Un problema de salud, o una solución?

Cristina Caldera Muñoz MVZ. Diplomada en Ecotoxicología

La Campaña contra el mosco transmisor del dengue de la Secretaría de Salud del Estado de Guanajuato (SSG) y a nivel Federal, han utilizando plaguicidas prohibidos en la gran mayoría de la Unión Europea (UE) y en otros países, situación que ha causado la comprobada afectación a la salud humana y animal, de acuerdo a estudios científicos desde hace más de 50 años, que han estado evidenciando los daños al medio ambiente, las graves enfermedades, muertes de humanos y animales.

La utilización negligente de plaguicidas de forma excesiva desde 2007 en León y en 2010 en el resto del estado, empezó a notarse primero con la reducción de especies silvestres, donde se escuchaban pocos ruidos de los animales. Como una analogía con la “Primavera Silenciosa” que se refiere en el libro de la bióloga Rachel Carson de 1962, donde describe a manera de fábula, que los animales ya no se observaban “era una primavera sin voces, no se percibía un solo rumor, solo el silencio se extendía sobre los campos a las ciudades”.

Gatito nacido muerto en 2020 con microcefalia y anormalidades neurológicas y musculares.

Posteriormente empezaron las muertes en camadas de animales domésticos, embriones y fetos humanos abortados, bebés nacidos con malformaciones, además de que surgieron varias enfermedades crónico degenerativas, autoinmunes, cáncer, alteraciones hormonales, así como cuadros infecciosos en todos los sistemas. Hay un predominio de enfermedades que afectan el sistema nervioso, inmunológico, endócrino y reproductivo, tanto en humanos como animales.

Otros hallazgos han sido el aumento de plagas como piojos, pulgas, garrapatas, chinches, cucarachas y la resistencia a los desparasitantes, resistencia a los antibióticos, antagonismo con barbitúricos, utilizándose mayor cantidad, para anestesiar o tranquilizar a los animales.

Hechos notorios han sido el cambio en la conducta especialmente en niños y adolescentes, problemas de aprendizaje, mayor irritabilidad, ansiedad y depresión en la población, incrementando la violencia y los suicidios.

Las leyes, normas, tratados internacionales, guías de aplicación y el principio de precaución, en cuanto al manejo de los plaguicidas, han sido ignorados; pareciera que, en México, no aplican los estudios científicos de otros países ni del nuestro. Durante una década hemos recurrido a diferentes instituciones, presidentes de la República de los dos sexenios anteriores, Secretarios de Salud federales y estatales, además de presentar denuncias en la entonces Procuraduría General de la República (PGR), Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa), Comisiones de Salud en Congresos locales, estatales y federales, y una queja en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). La respuesta oficial de la SSG siempre fue la misma: “los plaguicidas que se aplican están autorizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), bajo normas y no causan daño, más que al mosco”.

Un claro ejemplo de la problemática es que se ignora la dosis autorizada por la OMS para el larvicida temefos, de un miligramo por litro de agua, el cual se aplica en el agua potable de nuestros tinacos, aljibes y tambos que utilizamos para todas las actividades domésticas, aduciendo que es una “sustancia inocua y desinfectante”. La cantidad real que se aplica en nuestra región es de un gramo por litro de agua o un gramo por 10 litros de agua, es decir 100 o mil veces la dosis indicada por la OMS; las consecuencias de este mal uso han sido las graves enfermedades presentadas en la población.

La forma de aplicación del plaguicida es en camionetas, que esparcen una nube tóxica en las calles y por lo tanto, a las personas que se encuentran circulando. Además, se solicita “abrir puertas y ventanas, para que pueda entrar el insecticida a nuestras casas”. Su nombre es Malatión, que la OMS declaró desde marzo de 2015 como probablemente cancerígeno, pero nuestros funcionarios de salud lo denominan como de “grado salud pública”, como si esta sustancia no fuera dañina en dosis bajas. Su comprobación científica determina que es de las más perjudiciales. Dosis bajas pero frecuentes, causan mayor daño a la salud.

Las nebulizaciones intradomiciliarias contravienen los lineamientos de aplicación: las familias tienen una exposición directa en sus personas, camas, cunas, alimentos, ropa, animales de compañía.

Cuando se habla de plaguicidas, los relacionamos comúnmente con los agroquímicos, sin darnos cuenta que la exposición a dichos tóxicos, puede ser por varias rutas tales como: insecticidas domésticos, de jardinería, de uso veterinario, de empresas privadas que fumigan por ley edificios públicos, escuelas, hospitales, oficinas, restaurantes. Las campañas de “salud pública” contra el dengue generan cocteles tóxicos peligrosos, que al mezclarse entre sí o con otras sustancias, producen efectos que todavía no han sido estudiados.

Existen alternativas de tipo físico y biológico no tóxicas para el control del mosco causante del dengue, las cuales permiten evitar los insecticidas. La descacharrización, que se lleva a cabo de forma organizada y coordinada por los tres niveles de gobierno, en conjunto con la población, dando buenos resultados satisfactorios, por ejemplo, en Mérida, Yucatán. Otras opciones son el uso de mosquiteros, pabellones y tapar recipientes de agua. Entre las alternativas biológicas se encuentran: repelentes a base de citronela, siembra de peces en cuerpos de agua, plantas repelentes, uso de copépodos, entre otras.

Por la emergencia sanitaria a causa de la pandemia, nuestra salud se encuentra en mayor riesgo por: 1) la baja inmunidad por efecto de los plaguicidas, lo que provoca una mayor vulnerabilidad al coronavirus; 2) surgimiento o agravamiento de enfermedades por los efectos causados por plaguicidas, como diabetes, hipertensión, obesidad, enfermedades metabólicas y de los sistemas, denominados comorbilidades; 3) aumento en la irritabilidad, ansiedad y depresión, por la afectación de los plaguicidas al sistema nervioso, específicamente en la alteración de los neurotransmisores. •