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La muestra

La audición

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▲ Fotograma de la realizadora Nina Weisse.
L

a audición (Das Vorspiel, 2019), segundo largometraje de la realizadora berlinesa Nina Weisse (Der Architekt, 2008), refiere los efectos desastrosos de una disciplina tiránica. El terreno en que se ejerce aquí la búsqueda de la perfección es la práctica musical, en particular la maestría en la interpretación de obras difíciles para violín. La profesora de música Anna Bronski (Nina Hoss) lleva largo tiempo intentando superar los déficits sicológicos que frustraron en parte su carrera de violinista. También las frustraciones de una vida conyugal sin sorpresas. Como su padre alguna vez le señaló, su exigencia de obtener siempre los mejores resultados profesionales, tiene su raíz en una tradición familiar (Tu madre siempre vio su enfermedad como una falta de disciplina). Cuando en la escuela en que trabaja se lleva a cabo una audición para evaluar el desempeño de los alumnos adolescentes, Anna concentra su atención e interés en el caso de Alexander, quien toca el violín con la aplicación y el nerviosismo que ella reconoce como propios. A pesar de las reticencias de sus colegas jueces, la profesora apuesta por el joven músico y propone darle clases particulares para afianzar la confianza en sí mismo y su dominio técnico.

Este estudio de un personaje femenino, de rostro impasible, casi adusto, asediado por los fantasmas de una educación opresiva, que se refugia en el culto de la excelencia musical, remite inevitablemente a la figura recia que proyecta Isabelle Huppert en La pianista (2001), del austriaco Michael Haneke. No hay, por supuesto, en La audición la carga de crueldad física ni el exceso de manipulación sicológica presentes en aquella cinta, aunque persiste la noción de abuso profesional, exacerbado aquí por la diferencia de edades. Anna no sólo tiene a su cargo la educación musical del joven Alexander, sino también la de su propio hijo, Jonás, a quien siempre ha presionado para que cumpla con la vocación impuesta de ser un violinista. Consciente de las reticencias y la falta de talento de su hijo, la profesora dirigirá su atención obsesiva hacia las perspectivas de éxito de Alexander. Es evidente que esta transferencia de afectos e intereses, tan común en el comportamiento de Anna –desde su opción de tomar a un colega de trabajo como amante clandestino, hasta volver a su alumno un sustituto, en versión mejorada, de su propio hijo–, añadirá malestar y desconcierto no sólo en la profesora sino también en las personas que la rodean.

La directora Nina Weisse ha sabido manejar con destreza un entramado de emociones muy complejo. El conjunto de personajes revela, sin embargo, un perfil muy oscuro. No hay mayor asomo de satisfacción o de alegría en el relato. El saldo afectivo que deja tras de sí la frustración de Anna es lamentable: al cabo de su infidelidad conyugal y de su empeño por la perfección artística, ha dejado a dos parejas sentimentales insatisfechas y a dos adolescentes, súbitamente rivales, alimentando entre ellos un rencor sordo. Las consecuencias de este desvarío serán todavía más desastrosas. Sería absurdo, sin embargo, reprochar a la cineasta esta vertiente pesimista, más aún desestimar por esa razón las cualidades artísticas de la película, en especial la actuación soberbia de Nina Hoss, una de las actrices más relevantes en el cine alemán actual y protagonista fetiche del realizador Christian Petzold en Yella, Barbara y Phoenix, tres películas ya estrenadas en México.

La audición Se exhibe en las salas 10 y 1 de la Cineteca Nacional a las 13 y 16 horas, respectivamente.

Twitter: @Carlos.Bonfil1