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Vox Libris
Música, sólo música
Periódico La Jornada
Domingo 11 de octubre de 2020, p. a12

El libro Música, solo música de Haruki Murakami y Seiji Ozawa, con traducción de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara, exhibe las conversaciones que tuvo el autor japonés con su amigo, el antiguo director de la Orquesta Sinfónica de Boston, Seiji Ozawa, sobre conocidas obras de Brahms y Beethoven, Bartók y Mahler, directores de orquesta como Leonard Bernstein y solistas excepcionales, como Glenn Gould, así como de piezas de cámara y ópera. El escritor comparte sus preferencias, opiniones y ansias de saber sobre el arte sonoro. Con autorización de Grupo Planeta México compartimos un fragmento del libro.

Primera conversación

En esencia, sobre el Concierto para piano y orquesta no. 3 en Do menor de Beethoven

Mantuvimos esta primera conversación en mi casa de Kanagawa, al oeste de Tokio, el 16 de noviembre de 2010. Nos dedicamos a sacar vinilos y cedés de las estanterías, los escuchábamos y después los comentábamos. Para evitar que la conversación saltara de un asunto a otro mi plan era abordar un tema concreto. En esta primera ocasión decidimos, por tanto, centrarnos en el Concierto para piano y orquesta no. 3 en Do menor de Beethoven. Después decidimos comentar la interpretación de Gould y Bernstein del Concierto para piano y orquesta no. 1 en Re menor de Brahms, que ya he mencionado antes. Se daba la circunstancia de que Ozawa tenía programado un concierto de la obra de Beethoven con la pianista Mitsuko Uchida al mes siguiente en Nueva York.

Finalmente, a causa de una dolencia crónica de espalda agravada por el largo viaje hasta Nueva York y una neumonía como consecuencia de la ola de frío que azotaba la ciudad ese invierno, Ozawa se vio obligado a ceder la batuta a un sustituto y la misma tarde del concierto tuvimos la oportunidad de hablar durante tres horas seguidas de esa obra. Hicimos algún que otro descanso para evitar que se fatigara en exceso, a fin de que él tomase sus medicamentos y pudiera comer algo, como le había prescrito el médico.

Comienzo por el Concierto para piano y orquesta no. 1 en Re menor de Brahms

Murakami: Recuerdo que hace tiempo me habló de una interpretación del Concierto para piano y orquesta no. 1 de Brahms a cargo de Glenn Gould y con Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York. Antes de comenzar, Bernstein se dirigió al público y anunció que se disponían a interpretar el concierto de acuerdo con el criterio del señor Gould, con el cual él no estaba de acuerdo.

Ozawa: Sí, yo estaba allí como asistente de dirección de Lenny (Leonard). De pronto, antes de empezar, Lenny salió al escenario y se dirigió al público. Por aquel entonces yo no entendía bien el inglés, así que le pregunté a la gente de mi alrededor qué decía y pude hacerme una idea general.

Murakami: Ese episodio está incluido en el disco que tengo aquí.

Palabras de Bernstein

No se apuren. El señor Gould está aquí (el público ríe con cierto disimulo). Enseguida vendrá. Como ya sabrán ustedes, no tengo costumbre de hablar antes de los conciertos, a excepción de los pases de los jueves por la noche, pero ha ocurrido algo peculiar que merece, creo, una o dos palabras por mi parte. Están a punto de escuchar una interpretación, digámoslo así, poco ortodoxa del Concierto para piano y orquesta no. 1 en Re menor de Brahms, muy distinta de cualquier otra que yo haya podido escuchar, o incluso soñar, hasta ahora por sus notables y amplios tempi, así como por sus desviaciones respecto a las dinámicas indicaciones del propio Brahms. No puedo decir que esté totalmente de acuerdo con el señor Gould, y eso pone en evidencia una importante cuestión: ¿qué pinto yo aquí dirigiéndolo? (Murmullos de la audiencia.) Lo dirijo porque el señor Gould es un artista tan serio e importante que no me queda más remedio que tomar en consideración cualquier cosa que se le ocurra de buena fe, y en este caso su concepción es lo suficientemente interesante como para convencerme de que ustedes deberían escucharlo.

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▲ Haruki Murakami (Kioto, 1949).Foto Iván Jiménez/Tusquets Editores
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Pero la pregunta anterior sigue en pie. ¿Quién manda en un concierto, el solista o el director? (El público ríe cada vez más abiertamente.) La respuesta, obviamente, es que unas veces manda uno, y otras el otro, dependiendo de quien se trate. Casi siempre, ambos se las arreglan para trabajar juntos, ya sea mediante la persuasión, el encanto o incluso las amenazas. (Risas.) Eso permite ofrecer una interpretación coherente. En toda mi vida profesional sólo en una ocasión me he visto obligado a someterme por completo a la concepción radicalmente nueva, e incompatible con la mía, de una obra, fue la última vez que interpreté junto con el señor Gould. (El público estalla ahora en carcajadas.) Hoy, sin embargo, las discrepancias entre nuestros puntos de vista son tan enormes que creo necesario permitirme este pequeño descargo de responsabilidad.

Por tanto, y volviendo a la pregunta de antes, ¿por qué lo dirijo? ¿Por qué no aprovecho para organizar un pequeño escándalo y busco un solista que lo sustituya, o dejo a mi asistente que se haga cargo de dirigirle? Pues porque estoy fascinado, encantado, de tener la oportunidad de ofrecerles una nueva visión de una obra tantas veces interpretada. Más aún, porque el señor Gould interpreta en muchos momentos con una frescura y una convicción sorprendentes. También porque todos nosotros podemos aprender algo de este extraordinario artista y sesudo intérprete. Y en último lugar porque en la música existe lo que Dimitri Mitrópoulos llamaba el elemento deportivo, una curiosidad, un ansia de aventura, de experimentación, y les aseguro que toda esta semana de ensayos ha sido una verdadera aventura trabajar con el señor Gould para preparar este concierto. El resultado de ello es lo que les presentamos hoy aquí. (Aplausos sostenidos.)

Ozawa: Sí, sí. Fue algo así, aunque ya entonces no me pareció oportuno que lo dijera antes del concierto. De hecho, aún lo pienso.

Murakami: Al menos Bernstein se lo tomó con sentido del humor y el público se rió a pesar de cierta confusión inicial.

Ozawa: Sin duda. A Lenny se le daba muy bien hablar.

Murakami: No hay nada que objetar a su discurso. No revela nada malo entre ellos dos, tan sólo advierte de antemano que el tempo de la obra es de Gould, no suyo.

Empieza la música.

Murakami: Mmm... Es verdad, el tempo resulta extrañamente lento. Creo entender lo que quería decir Lenny con su advertencia.

Ozawa: Esta parte es claramente un amplio compás de dos por dos, y en cada una de las secciones hay que contar un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Pero Lenny dirige como si fueran las seis seguidas porque los compases de dos por dos son demasiado amplios para mantener un intervalo consistente entre los golpes. No le quedaba más remedio que hacerlo así. Lo normal es uno... y dos..., y él lo dirige como uno... dos... Seguramente hay muchas formas de ejecutar lo, pero es así como se ejecuta casi siempre. Aquí, por el contrario, con un tempo tan lento no podía mantener un intervalo consistente entre los golpes, por lo que debería ser un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Por eso no fluye bien y se para todo el tiempo.

Murakami: ¿Y el piano?

Ozawa: Estoy seguro de que pasa lo mismo.