Número 156 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 
Álvaro Aguilar Ayón

Adiós Álvaro Aguilar Ayón de la Unión Tosepan, Cuetzalan Puebla

“Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.”
Bertolt Brecht

Álvaro se fue sin despedirse de la familia Tosepan. No pudo. Murió repentinamente este 7 de septiembre en Cuetzalan del Progreso, Puebla, a los 65 años de edad. Seguramente a él le hubiera gustado decirnos adiós porque la Cooperativa era su hogar y su familia grande. Y para quienes estamos aquí, Álvaro fue siempre parte de esta gran familia.

Nació en Nayarit, pero hace cuarenta años vino a Cuetzalan y se quedó. Aquí se unió a Rosalina, aquí nacieron Citlalli y Alvarito. Esta sierra fue su hogar y la Cooperativa, su querencia de siempre.

Él no era masewal, ni tutunaku, pero nos entendía. Aunque llegó de lejos, nunca lo vimos fuereño, en el fondo, su corazón era masewal igual al nuestro. Por eso, hoy que se fue, no nos deja, se queda en nuestros sueños.

Álvaro colaboró intensamente con la Tosepan durante 43 años. Llegó en 1977 como agrónomo del Plan Zacapoaxtla, y empezó con campesinos y mujeres, su labor organizativa contra acaparadores, caciques y comerciantes abusivos.

Y así ayudó a formar la Cooperativa Tosepan, con Nicolás Francisco Ávila, Wenceslao Morales Juárez, Francisco Martin Julián, Martin Domingo Jiménez, Zenón Casimiro Martin, Miguel Osorio Sierra, Don Luis Márquez, Epifanio García López, José Reyes Tirado y cientos de compañeros y compañeras más. Álvaro estuvo desde los inicios hasta el día de su partida. En 1977 y 1980 muchos de los que estamos aquí, no habíamos nacido, y algunos que principiaron ya no están… Por eso vale recordar el caminar de Álvaro con la Tosepan.

Durante doce años participó en el proyecto de caminos para romper el aislamiento de muchas comunidades que por eso eran presa fácil de coyotes y comerciantes. Estuvo en nuestras primeras ventas de pimienta, alentándonos cuando cayeron los precios del café en 1989, y en la construcción de nuestras bodegas, patios de secado y beneficios de café. Promovió que se hiciera nuestro Centro de capacitación Kaltaixpetaniloyan (La casa donde se abre el espíritu), y colaboró en la creación y desarrollo de las nueve cooperativas que hoy conforman la Unión Tosepan, dedicadas a la producción y comercialización de nuestras cosechas, a las finanzas solidarias, a la vivienda digna, al turismo alternativo, a la educación y a la salud. Además, como parte de la gran familia Tosepan y al lado de otras agrupaciones regionales, defendió este territorio de empresas mineras, hidroeléctricas y del gran turismo depredador.

…Hoy recordamos su inquebrantable espíritu cooperativista… su interés en capacitar y capacitarse con la gente y las comunidades, pues compartía, escuchaba y aprendía al mismo paso que los y las demás. En todas las reuniones y asambleas era una luz brillante y visionaria que nos ayudaba a tomar el buen camino.

Fueron 40 años de trabajo ejemplar. A veces, sonriendo nos decía:

-Ya ven, yo que sólo venía por un año, ¡ya me quedé para siempre!

En los primeros tiempos los caciques, sintiendo que su poder se quebraba, le ofrecieron dinero para que se fuera de la región… Álvaro no se dejó comprar, tenía un compromiso de vida con nosotros, creyó en la Tosepan. Y eso que don Luis Márquez, uno de los primeros presidentes de la Cooperativa, advirtió que el dinero es la gran tentación, descompone a cualquiera. Pero nunca a Álvaro ni a Rosalinda.

Él fue mucho más que un asesor, fue un compañero en los momentos difíciles y en las victorias que marcaron la historia de la organización. Su firme apoyo y su clara orientación, le merecieron el odio de conservadores, desde acaparadores de café, hasta transnacionales mineras y la CFE del gobierno de Peña Nieto. Las presiones le valieron ser indiciado junto a otra y otros compañeros. Y como las amenazas no cedieron, continuamos actuamos en colectivo dentro de la legalidad, combinando la defensa jurídica, las legítimas expresiones políticas y la acción directa. En estas luchas Álvaro siempre mostró calma y serenidad, y a la vez una fuerte determinación.

Desde que el esfuerzo organizado comenzó a resolver necesidades sentidas en nuestras comunidades, Álvaro sufrió calumnias y difamación. Lo acusaban de que buscaba quedarse con el fruto del trabajo cooperativo; o de que había vendido al movimiento, rumores a los que nunca dio importancia porque tenía la conciencia tranquila.

Álvaro era agradable, cordial en el trato, sencillo, alegre y visionario. Personalmente logró juntar calor humano, tolerancia y discreción. Gran luchador en lo personal y lo social. Constructor audaz, apostaba a los valores del cooperativismo desde las comunidades, con la gente, a la economía solidaria, a la autonomía financiera, en procesos en los que los masewal y tutunaku tenemos confianza.

En el revuelto mar de intereses personales y políticos de distintos actores de la región, Álvaro supo unirnos y hacernos dialogar, logrando que se escuchara la voz de la Tosepan en los organismos regionales.

Participó en la construcción del Códice Masewual, y animó la revitalización lingüística e identitaria de nuestras lenguas masewal y tutunaku. Con ese mismo espíritu colaboró en el plan de vida para los próximos 40 años de la Tosepan.

Para las y los cooperativistas fue un gran maestro. Miles de personas caminamos con él y juntos aprendimos a organizarnos, a hacer asambleas, a recuperar la confianza para soñar.

Nuestro querido compañero se va, pero se queda en nuestros corazones, dejándonos un legado de lecciones, un camino y un horizonte de esperanza.

Su muerte llega en un momento difícil; a nivel internacional, una pandemia; a nivel nacional, un país en recesión económica, queriendo transformarse y sacudirse los lastres del pasado. En la región, un territorio asediado por proyectos de muerte, que nos obliga a la Tosepan y a colectivos hermanos, a sobrevivir peleando día a día.

Álvaro fue un ser humano cálido y amoroso, al que quisimos como a un padre, que luchó con nosotros y nos procuró a toda hora. Por eso, con su partida sentimos que nos deja desamparados. Aunque él decía que no era padre ni protector nuestro, sino alguien como nosotros, con virtudes y defectos, y mucha convicción. Aborrecía el culto a la persona, no soportaba elogios y quizá ahora nos reclamaría estas palabras dedicadas a él.

Homenaje a Álvaro Aguilar Ayón. Enrique Pérez S. / ANEC

Su muerte no sucedió después de una larga y dolorosa enfermedad que lo alejara de nosotros, al contrario, hasta el último momento estuvo compartiéndonos esperanzas y sueños. Su despedida fue tan congruente como su vida: en su hogar con sus seres amados, comiendo tortillas junto a un fogón de leña. Así que no somos huérfanos, ni desprotegidos o desamparados, Álvaro nos deja el mensaje de que todas y todos debemos y podemos luchar, transformar, soñar.

Como buen maestro nos deja una tarea enorme, sacudirnos el sentimiento de horfandad y desamparo, y poner en nuestro corazón y en nuestra mente aquello en lo que tanto insistió:

“Lograr lo inalcanzable –decía– ¿si no para qué estamos organizados? Lo que nos guía es la utopía, y nuestra máxima utopía es lograr la felicidad de todas y todos. Ese es el reto.”

En esta asamblea con Álvaro de cuerpo presente, la pregunta es ¿cómo queremos vivir su partida?

¿Como una organización que se queda huérfana y desamparada? O como un equipo de cooperativistas comprometido a transformar nuestro dolor, en un compromiso para “alcanzar lo inalcanzable…”

TOSEPAN TITATANISKE ALVARO MIAK, MIAK TASOHKAMATIK IKA NOCHI MONEMILIS.

Fragmentos del texto leído en la Asamblea-homenaje a Álvaro Aguilar Ayón, en el Kaltaixpetaniloyan de la Unión Tosepan, en Cuetzalan Puebla. •