Opinión
Ver día anteriorDomingo 13 de septiembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Recuerdos sin porvenir
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roemio: A la memoria del presidente Salvador Allende y de quienes lo acompañaron en su empeño: convertir la gran promesa del socialismo en gran empresa de ciudadanos libres comprometidos con la democracia y el respeto a los derechos de todos.

Socialismo en libertad y con democracia fue una consigna que Allende volvió imborrable desde su patria volcánica y nevada que diría Neruda. Hoy, es un grito actual que urge convertir en programa más allá del ruido y la furia de la política corriente y del autoritarismo que pretende sofocar las ideas y sepultar la cultura, pilar fundamental de una vida civilizada y progresista.

Lo que ha hecho el presidente López Obrador con las revistas Nexos y Letras Libres, sus directores y sus productos, niega su proclama de transformación profunda. El desprecio del quehacer cultural del que han hecho gala el presidente y algunos corifeos también lo es por la democracia y la convivencia plural.

No resulta fácil poner cara rumbo al optimismo; no, después de haber pasado los ojos sobre el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación y su correspondiente Ley de Ingresos para 2021. En nuestra reunión, los miembros del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo hubimos de hacer dolido homenaje a la ciencia lúgubre, como el historiador británico Carlyle bautizara a la economía. Luego, después de la carnicería de la Primera Guerra, el orden internacional que sostenía la Belle Époque del mundo avanzado se cayó arrastrando todo el edificio de aquella modernidad, cuyos cimientos estaban minados. Así lo puso al descubierto la Gran Depresión que estallara en 1929 y llevara al mundo civilizado al borde de la autodestrucción.

El año 1932 dio origen a la divisa de no puede volver a pasar, luego de que el desempleo devastara el nivel de vida de la mayoría trabajadora. Y, sobre todo, de que la Europa de la democracia liberal y un tanto oligárquica fuese demolida por los fascismos y los asesinos nazis, mientras Stalin tejía la afirmación de un nuevo totalitarismo.

Concluida la Segunda masacre, arrancó la Guerra Fría, a la vez que se inventó el Estado de Bienestar y las teorías de Keynes se volvieron nuevo paradigma para la política económica y del poder y de los propios Estados que a querer o no se reformaban. ¿Podrá ocurrir de nuevo aquello de lo que venimos?, se volvió pregunta impertinente porque lo que imperaba era un optimismo razonable. Hoy tenemos que convenir en que sí puede ocurrir de nuevo y afectar a muchos más de los que en los años 30 fueron puestos a la intemperie por la crisis.

Lo que tenemos enfrente es un desafío existencial que se nutre de ida y vuelta del enorme desencuentro forjado en estos años de soberbia entre el orden natural y el humano, articulado por un capitalismo global que hace muy poco tiempo se presumía omnipotente. Lo que está en juego, pues, no sólo son los paradigmas recientemente erigidos en únicos e incontestables, sino el orden democrático y los derechos humanos.

Es dentro y frente a este horizonte que tenemos que evaluar nuestros planes y visiones; las de la Cuarta, Quinta, N transformaciones con que sueña el gobierno de Morena y las menos pretenciosas, pero obligadas, que han de tejerse en los corredores del poder presidencial y en los pasillos de las cámaras del Congreso de la Unión.

Confrontados con esas realidades, los proyectos y acciones inmediatos destinados a superarlas no han estado a la altura. La profundidad de la caída económica no ha sido superada y la salida del hoyo es demasiado lenta, en tanto que las vidas perdidas rebasan toda imaginación apocalíptica y nos sitúan en los márgenes de la sobrevivencia.

El Presupuesto de Egresos no se compadece con esto. No se asoma al ensanchamiento de la cuestión social provocado por la depresión económica ni se acerca al reto mayúsculo en que se ha convertido el estancamiento secular en que nos hemos metido.

El paquete económico para el año que viene puede ser todo lo fiscalmente prudente que quieran el gobierno y las calificadoras, pero no por ello deja de ser económicamente imprudente. Así pasó con Hoover en 1930 y así puede volver a ocurrir en este país del milagro singular, cuyos mandatarios dejan de oír a sus mandantes y niegan lo mejor de sus herencias. Las de Cárdenas y Suárez entre nosotros, las de Roosevelt y los suyos aquí arribita.