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Nosotros ya no somos los mismos

La cobardía y el silencio cómplice de otros

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▲ Luis Videgaray fue secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Enrique Peña Nieto.Foto Ap
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ues continuemos con las declaraciones de doña Rosario Robles, que van progresivamente subiendo de color y de calor. Recordemos que el lunes pasado platicamos sobre la información que nos proporcionó don César Arellano García, con motivo del primer aniversario de prisión que la bi-ex-secretaria purga en la cárcel de Santa Martha. Ella sostuvo que su injustificado castigo se debe a la venganza de unos, la cobardía de otros y procuración de justicia selectiva.

El lunes pasado platicamos sobre la primera parte de su aseveración: La venganza de unos. Analizamos el adjetivo, artículo o pronombre unos y también el sustantivo venganza. Quedamos en que ahora habríamos de referirnos a la segunda parte y aquí está. Se trata, en mi opinión, de un soslayado, pero inequívoco yo acuso. Bueno, para ser más preciso, digamos que es una llamada preventiva. En el argot teatral diríamos que se trata de la segunda llamada antes de comenzar la función. (¿Recuerdan?: segunda llamada, segunda. Pasen a ocupar sus localidades). También podríamos decir que se trata de un aviso precautorio, como un semáforo en amarillo. Para los mal pensados, los que siempre sospechan de todo (en el humor de Woody Allen, los japoneses, que según él no miran, sospechan), esa contundente declaración es una auténtica cuenta regresiva antes de que los cohetes se enciendan y proyecten un aterrador y mortífero Sputnik. Realmente hay muchas formas de describir esa osada, provocadora, amenazante hablada. Por ejemplo, en lenguaje coloquial diríamos: doña Chayo ya se hartó y les mandó un buscapiés para que le vayan midiendo el agua a los camotes. Se les olvida que su origen es saltillense, pero no de la familia de la suertuda Rosita Alvirez, sino de Hipólito, un pelado muy sensible: prefería una riatiza pero no un desaigre. (Aunque de muy mala puntería: de tres tiros le jerró nomás a dos). Un consejo pueblerino a las autoridades competentes: a doña RR, la cobardía y el silencio cómplice le están llenando el buche de piedritas. Y todo buche, hasta el de la mujer u hombre más bragad@s, tiene su límite de distención o estiramiento. A la señora Robles hay que lozoyisarla. Ella, de alguna manera ya exigió el trato diferenciado y, además, su humor está como agua pa’ chocolate. ¡Más les vale hacerme caso!

Pero volvamos a tratar de descifrar el mensaje Robles. (¿Se acuerdan del mensaje Zimmerman (16 enero, 1917), emitido por el ministro de Relaciones Exteriores alemán, al gobierno Carrancista? En síntesis, decía: Échenme la mano y serán correspondidos. Ésta fue la oferta, por cierto, no aceptada. De alguna manera, este toma y daca, lo sentí en la declaración en comento: La cobardía y el silencio cómplice de otros. Para mí estas cuantas palabras configuran casi un atisbo de confesión y mucho de denuncia. Porque, ¿cuál es el significado de silencio cómplice? Aventuro una sencilla, pero entendible respuesta: dos o más personas comparten el conocimiento sobre un acto u omisión que constituye una falta, agravio, ofensa, o peor, un delito. Este acto, o inacción, implica una responsabilidad compartida entre los, hace unos meses, eternos inimputables. Ahora, comenzando por éstos, el que primero cante, aunque sea desafinadamente, es mano. Cuate, cuaderno de línea larga o de cuadrícula cuadrada, es cómplice. Bueno, ahora se dice delincuencia organizada. Ya no sociedad anónima o compañeros de sector y de partido.

Rosario, perdón, doña Rosario, tiene cómplices: Big Brothers, CEOS y morralla. Hacia arriba los nombres son pocos: el flan que ganó el premio internacional de postres aguados: don José Antonio Meade. La gente, el pueblo, palabras cuyo significado él nunca entendió, lo puso electoralmente en su sitio. Él recibió las cuentas del desempeño de Rosario en la secretaría en la que la rapiña era evidente, y las asumió. No las denunció (¿Ante quién? ¿Ante su propio jefe?).

Luis Videgaray era lo que en las embajadas soviéticas significaba el jardinero o el mayordomo, o sea: el comisario político, el jefe real y efectivo de la representación oficial. Peña Nieto era el enano del tapanco que asombraba a todos por su voz impresionante. En su caso, por sus facciones y su copete.

Hacia abajo, los cómplices eran cientos: la Secretaría de la Función Pública ha presentado 44 denuncias por desvío de recursos de las que RR no podía ser ajena.

El riesgo que se corría por pertenecer a una sociedad con socios de esa calaña era prácticamente inexistente. La secrecía entre los miembros de tal cofradía, culto, célula o simplemente banda o pandilla, aseguraba la supervivencia mutua y, por lo tanto, era sagrada. (En la actualidad, el secreto de confesión, que durante siglos representó para todo modesto clérigo su seguro de gastos médicos mayores y su pensión en compañía de una devota monja, está en desuso.)

Hablar exhaustivamente de RR no es simplemente aprovechar un tema de actualidad. Tiene que ver con muchas cosas importantes de un ser humano, de una mujer de nuestros días, que provocan la gana de trascender la noticia y procurar conocer algo, bueno, malo, incomprensible de esa persona, para entender a las demás que, inevitablemente vienen en línea. A las que necesitamos por su inteligencia, sapiencia, entrega y compromiso. Por su integridad y, si es necesario, sacrificio. No he terminado. Por necio, insistiré.

Twitter: @ortiztejeda