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Lozoya: ¿memoria selectiva? // ¿Y el cochinero de Fertinal? // Oligarquía y banca del Estado

E

s un hecho que el delincuente Emilio Lozoya colabora con la Fiscalía General de la República (FGR), con lo que, en aras de salvar su pellejo,ha implicado a buena parte de la cúpula prianista en tiempos calderonistas y peñanietistas (no menos de 70 personajes, hasta ahora). Pero de repente, en forma por demás conveniente para él, al exdirector general de Petróleos Mexicanos se le va la memoria, tiene convenientes lagunas y en ese ejercicio ha dejado fuera de toda confesión a ciertos personajes y escandalosas operaciones de compraventa en las que también estuvo involucrado.

Ahí está el caso de Fertinal, un consorcio de fertilizantes (el otro es Agronitrogenados, del gánster Alonso Ancira) por el que, en una operación totalmente ilegal, Pemex pagó una cantidad multimillonaria a cambio de pura chatarra. Jugosos negocios en la cúpula político-empresarial, mientras alegremente trasladaban las desastrosas consecuencias económicas a los mexicanos. Y esto nada más es un ejemplo, porque esa fue la constante de 40 años de privatizaciones, rescates y reprivatizaciones durante el periodo neoliberal.

Ya se conocen los cochineros de Agronitrogenados y Etileno XXI. El enjuague está claro, pero a Lozoya se le secó la memoria y no ha dicho nada sobre Fertinal, en cuya operación de compraventa aparecen los integrantes del consejo de administración de Pemex y empresarios como Fabio Covarrubias y Ricardo Salinas Pliego.

Pero si se quiere llegar a fondo y cuantificar el daño a la nación que provocaron en cuatro décadas, entonces deberá formarse una comisión (con gente respetable, no como las que, a modo, arman en el Congreso) que revise el proceso de privatización desde tiempos de Miguel de la Madrid. No hay que olvidar que en el salinato se creó la Unidad de Desincorporación de Entidades Paraestatales (léase jugosos negocios para los amigos), en la que el propio Carlos Salinas –el capo di tutti capi–, junto con Pedro Aspe, Guillermo Ortiz y Jacques Rogozinski, cuando menos, decidían qué y a quién se vendía las empresas del Estado, siempre con la banca de desarrollo al servicio de los compradores y de los rescatados.

Pero bueno la memoria porosa de Lozoya tiene solución, porque en la mañanera de ayer el presidente López Obrador informó que el gobierno federal presentó una nueva denuncia ante la FGR contra el ex director de Pemex, por la compra (alrededor de 9 mil millones de pesos, financiados por Nacional Financiera y el Bancomext, propiedad del Estado) de Fertinal, algo que, dijo Andrés Manuel, de manera inexplicable el ex funcionario omitió en su declaración ante la Fiscalía.

¿Cómo fue que el Estado financió a un empresario para que el propio Estado, vía Pemex, le comprara su chatarra? López Obrador lo resumió así: “en su momento (el de la compraventa de Fertinal) al frente de Bancomext estaba un hijo del ex presidente de la Madrid (Enrique, conocido como El Principito) y su sucesor fue el actual gobernador del Banco de México (Alejandro Díaz de León, de todas las confianzas de Peña Nieto y Videgaray). Entonces, sí es un asunto que amerita ser tratado” (por cierto, Díaz de León ayer mismo se deslindó, porque, dice, esos créditos los concedió su antecesor en el cargo).

Lo cierto es que tal práctica fue la constante en el periodo neoliberal. Los gobiernos modernos pusieron la banca de desarrollo al servicio de la banca privada (era su caja chica, aunque los recursos eran enormes) y de la nueva oligarquía salinista, misma que se quedó con las empresas del Estado, amén de que fueron incontables los rescates financieros de buena parte… de las empresas estatales privatizadas.

Es cuestión de que la Auditoría Superior de la Federación se eche un clavado en los estados financieros de esas instituciones para certificar las multimillonarias aportaciones del Estado destinadas a los salvamentos de las empresas otrora de la nación.

Las rebanadas del pastel

¿Qué tal dos comisiones de la verdad: deuda pública y privatizaciones? La cantidad de mugre sería inconmensurable.