Opinión
Ver día anteriorMartes 25 de agosto de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

Partidos y dinero: cóctel corruptor

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ara quienes viven directamente de los procesos electorales, como los partidos políticos, pensar en cesarles el financiamiento público significa un movimiento de alta traición contra lo que ellos llaman democracia, pero para la mayoría de la gente, harta de los desmanes económicos protagonizados por las organizaciones partidistas, apenas sería un acto de justicia.

Hace mucho tiempo que en este espacio dijimos que el dinero de la gente destinado a financiar las contiendas electorales tendía a convertir el juego político en una gran carpa de prostitución, donde la lealtad filosófica, la honestidad partidista, e incluso la identidad nacional, dejarían de ser la razón de la lucha entre los diferentes signos para convertirlos en mercancía. La democracia no se fortaleció, se prostituyó.

Sería un cuento de locos tratar de negar o de ignorar que el único argumento de peso entre las organizaciones partidistas son los pesos, y en su expresión máxima, el dólar, porque todos, en todas partes, saben que el aceite que permite que se mueva esa maquinaria es el dinero.

Dada esa circunstancia, a la que el neoliberalismo insistió en llamar inversión en la democracia, los partidos se convirtieron en entes de mercado a los que les es más fácil comprar que convencer, y así, hoy, la corrupción danza sobre el quehacer político con despiadado cinismo.

Si alguna consulta a la población debería hacerse, es precisamente una sobre la posibilidad de quitar el financiamiento público a los partidos. El resultado, seguramente, usted ya lo conoce; por eso, cuando miramos los videos en los que las ligas, las bolsas de papel o, en su máxima expresión, las maletas llenas de pesos recrean los escenarios de nuestra política, aunque afortunadamente aún hay indignación, nadie se sorprende.

Ni de a poquitos, ni de a muchitos, la corrupción no es tolerable. Ahora nos enteramos que antes de convertirse en partido político, la organización que encabeza Felipe Calderón ya fue multada por la institución encargada de permitir, oficialmente, y de financiar, con dinero público, la vida de las organizaciones que pretenden convertirse en partidos.

Las autoridades electorales deberían comprender, sin mayores explicaciones, que Calderón y su grupo requieren de la trampa para subsistir y que con esa idea las elecciones en México siempre serán un hecho de corrupción que pagan la ciudadanía y la democracia.

El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ya puso el ejemplo: irá a declarar en las investigaciones que se hagan respecto del video donde aparece su hermano; Calderón tiene que declarar sobre una buena cantidad de ilícitos en los que se le ha involucrado –ojalá alcance el tiempo en este sexenio–; los panistas, gobernadores o no, tienen que acudir al llamado de la ley, y Peña Nieto deberá descender del olimpo de la frivolidad para responder a los reclamos de la ley.

Vicente Fox, otro panista, seguramente reclamará desde su rancho que a él por qué no lo llaman, así que la fiscalía tendrá un motivo más para hacerlo comparecer. Y, desde luego, el pájaro mayor, Carlos Salinas, deberá tener un lugar especial en la fiscalía, que no hará justicia mientras éste no aclare una serie de supuestos ilícitos en los que se le involucran. Ya veremos.

De pasadita

No, si de que los hay, los hay. Ahora resulta que para que nadie dude de que vivimos en el país de la impunidad, un extraterrestre que viaja con el nombre de Armando Ocampo Zambrano ha propuesto que si las mujeres, los ancianos o los indígenas son narcomenudistas comprobados, se les perdone. Habrá que investigar si este sujeto no es pariente del secretario del juzgado que quitó la orden de aprehensión en contra del empresario Alonso Ancira, sólo por curiosidad.

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