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Derechas e historia: hipocresía y doble rasero
L

a derecha mexicana suele ver la historia en blanco y negro, sin matices, con villanos destructores, como Hidalgo, Juárez o Villa, y héroes intachables como Iturbide, Maximiliano y Díaz. A los primeros se les acusa de asesinos y traidores, sin cortapisas. ¿Por qué?

Jamás hemos negado el carácter violento de las revoluciones del pasado, ni los excesos y crímenes de la hueste de Hidalgo en Guanajuato, Valladolid o Guadalajara; la espiral de violencia de liberales y conservadores a partir de 1858; ni la violencia brutal de Villa después de 1915. Pero la violencia represiva no fue menor, y muchas veces peor. Ejemplos: Iturbide fue despiadado. Citemos al muy conservador Lucas Alamán: “Las tropas de la provincia de Guanajuato… estaban al mando del… coronel Agustín de Iturbide… inexorable para con los prisioneros: casi todos eran fusilados, sin que el sexo débil los eximiese de esa pena, y antes bien el buen parecer fue alguna vez motivo para imponerla. En parte que dio al virrey… entre la multitud de personas que avisa haber fusilado… agrega ‘también María Tomasa Estevez, comisionada para seducir la tropa, y habría sacado mucho fruto por su bella figura a no ser tan acendrado el patriotismo de estos soldados’” ( Historia de Méjico, v. IV, p. 99).

La violencia represiva del Ejército realista, en la que destaca Iturbide, está fuera de duda. Escribe Marco Landavazo en un ensayo en que explica la violencia subversiva y la violencia represiva: “El ejército realista atacó, ocupó, incendió o arrasó, entre 1811 y 1813, por lo menos 160 villas, pueblos, ranchos y haciendas… En algunas localidades se realizaron ejecuciones selectivas, como en La Barca, Colima, La Piedad, Pénjamo, Acatlán, Atlixco y Sultepec; otras fueron tan sólo ocupadas… Pero en algunos casos se arrasó con la localidad entera, como ocurrió en Zitácuaro, Santa María, San Andrés, San Mateo, San Bernabé, San Francisco, San Juan, Timbineo, San Miguel… Tenango, Nopala, Los Remedios y Orizaba” (https://bit.ly/3gMnAMW).

Por su parte, Maximiliano, toleró la violencia contrainsurgente de Márquez, Méndez, Dupin y Castagny, quienes arrasaron pueblos enteros. Su decreto del 3 de octubre de 1865 cubrió con apariencia de legalidad la ejecución de cientos de republicanos, empezando por los generales Arteaga y Salazar. Y, por supuesto, las órdenes que dictó Díaz como jefe de Estado contra indios insumisos, rebeldes u obreros en huelga, no pueden ser negadas salvo desde la más profunda ignorancia.

A Juárez se le acusa de traidor. Ya hemos explicado en qué se basan para hacerlo y rei­teramos que el Tratado MacLane-Ocampo es indefendible (https://bit.ly/3isB9kX). Pero la derecha, que magnifica ese documento e inventa y falsifica otros, omite o minimiza el paralelo Tratado Mon-Almonte o peor, el Tratado de Miramar, por el cual Maximiliano acepta la presencia de un ejército invasor en México y añade: 5. En todos los puntos cuya guarnición no se componga exclusivamente de tropas mexicanas, el mando militar será devuelto al comandante francés. En caso de expediciones combinadas de tropas francesas y mexicanas, el mando superior de las fuerzas pertenecerá igualmente al comandante francés. [...] 11. El gobierno mexicano entregará inmediatamente al gobierno francés la suma de 66 millones en títulos del empréstito, al precio de emisión, a saber: 54 millones en deducción de la deuda mencionada en el artículo 9, y 12 millones en abono de las indemnizaciones debidas a franceses (https://bit.ly/3itQnWS).

La derecha anatemiza a Juárez porque firmó un tratado muy malo y adora a un emperador que llegó montado en una invasión que provocó la muerte o mutilación de 90 mil mexicanos y que contrajo compromisos humillantes. Suelen argumentar que un imperio era malo (el yanqui) y otro era bueno (el francés), demostrando que no saben nada de historia del imperialismo, ni de las hazañas francesas en Argelia o Vietnam, equiparables a las de los yanquis contra los indios de las praderas o los afrodescendientes esclavizados de Tennessee. Suponen que Díaz estaba contra el imperialismo yanqui, cuando sólo cerrando los ojos se pueden ignorar las desmesuradas concesiones que sobre nuestros recursos entregó el porfiriato. Nosotros, como historiadores, entendemos a Díaz en su tiempo: Repitiendo en México el discurso racista, organicista (el darwinismo social) y civilizador de los imperios, el porfiriato convirtió las guerras endémicas contra apaches, comanches, yaquis y mayas en guerras de exterminio fundadas en el mismo tipo de argumentos científicos con los que el imperialismo británico justificaba las atrocidades que perpetraba en África ecuatorial o del sur; el francés en Argelia o la corona belga en el Congo (los mismos argumentos del holocausto nazi o de las leyes de segregación vigentes en Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX) (Felipe Ávila y Pedro Salmerón, Historia breve de la Revolución Mexicana). Aún no nos explicamos por qué odian a unos violentos y canonizan a otros no menos violentos.

Twitter: @HistoriaPedro