18 de julio de 2020 Número 154 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
HACIA UNA NUEVA REALIDAD RURAL
Mercado Alternativo de Tlalpan.

Redes Alimentarias Alternativas: el camino para transformar la manera en que comemos

Jorge Liber Saltijeral Giles y Julia Álvarez Icaza Ramírez Mercado Alternativo de Tlalpan

El 30 de marzo del 2020 amanecimos con la noticia de que en todo el país se suspendían las actividades no esenciales. Lo anterior nos llevó a cuestionar la relevancia de ciertas actividades, comportamientos y lugares que solíamos frecuentar. Evidentemente, cada sector reivindicaba lo esencial de sus actividades, y se proclamaba como imprescindible para la vida. Nunca imaginamos a las maquilas de la frontera, a las ensambladoras de autos en Puebla o a los centros comerciales en paro total. Ni en el peor panorama esas grandes empresas se imaginaron registrar crecimientos negativos de tal magnitud; en el neoliberalismo no hay espacio para plantearse el dejar de crecer, ellos apelan a las “necesidades” creadas como el que una familia debe de tener 2 automóviles, un clóset desbordado de ropa o una alacena llena con productos de todo el mundo; al final del día ellos dependen de la demanda de más servicios y más productos.

Apuntes

Algunos ejemplos de Redes Alimentarias Alternativas en el país son: Cooperativa de consumo la Imposible, Cooperativa de Consumo Consciente la Milpa, Tianguis Alternativo de Puebla, Tianguis Agroecológico Xalapa, Mercado Alternativo de Tlalpan, Colectivo Zacahuitzo-Mawi, entre muchos más.

Esta crisis nos ha permitido cuestionar nuestras necesidades, formas de consumo, tiempo de ocio y un sinfín de actos cotidianos que en algún momento creímos “esenciales”. Sin embargo, si de algo tenemos certeza después de poner en pausa nuestras vidas durante casi cuatro meses, es que uno de los sectores verdaderamente esenciales es el sector primario. Si algo es imprescindible de verdad es la agricultura, la ganadería, la pesca, la silvicultura y cualquier otra forma de aprovechamiento sustentable de los recursos naturales; que, por cierto, son la base de los otros sectores de la economía.

Pese a que el sistema neoliberal ha desmantelado el sector primario y ha intentado ponerlo en manos de unos cuantos; los productores y productoras nunca dejaron de producir alimentos; de hecho ellos representan el 40% de la producción nacional, son quienes conservan la biodiversidad y los ecosistemas, quienes proveen de servicios ambientales a las ciudades pero también son los excluidos, los que están en desventaja frente a la gran industria agroalimentaria, no cuentan con un salario fijo, ni con seguridad social u otro tipo de prestación laboral y son también quienes no tienen espacio de venta en los anaqueles de los grandes supermercados.

El covid-19 ha puesto en entredicho a los sistemas alimentarios en todo el mundo y ha evidenciado las fallas y desigualdades de un sistema alimentario cada vez más dependiente del petróleo y el transporte de mercancías. Desde la producción intensiva de ganado como posible vector de enfermedades zoonóticas con potencial pandémico, o la restricción de movilidad para jornaleros inmigrantes en todo el mundo, hasta las restricciones en la exportación de alimentos que causarían grandes problemas para países que son importadores netos.

Pese a esto; la situación provocada por el covid-19 ha permitido voltear a ver otras formas de crear, conceptualizar y operar el sistema alimentario, ante el impacto sociocultural, económico, político, ambiental y sanitario que ha tenido la globalización alimentaria. En estos últimos meses, ¿cuántas personas se comenzaron a percatar de los negocios locales que tenían a la vuelta de la esquina?, ¿cuántos de nosotros, no recibimos un mensaje invitándonos a apoyar la economía local, a comprar directamente de productores o negocios familiares? El covid-19 ha sido una oportunidad para poner a prueba los mejores valores, la organización ciudadana, los recursos y formas que tenemos para afrontar una crisis, ha sido el agar que ha permitido visibilizar a las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) que desde hace años buscan hacerse visibles y ser consideradas como una opción real, sustantiva y tangible de transformación del sistema alimentario. Las RAA pueden tener muchas formas: cooperativas de consumo, mercados de productores, entregas de canastas a domicilio o esquemas de agricultura de responsabilidad compartida. Todas ellas buscan acortar la distancia geográfica y social entre productores y consumidores, articulando formas horizontales y democráticas que permitan establecer intercambios económicos más justos, promoviendo formas de producción más sustentables y relaciones de confianza y solidaridad (Sánchez, 2009; Bracamontes, 2019).

Las Redes Alternativas Alimentarias son una realidad. En estas imágenes, se ven diversas actividades del Colectivo Zacahuitzco-Mawi, que día a día tiende un puente entre pequeños productores de la región chinampera y de los alrededores de la Ciudad de México y consumidores y consumidoras interesados en tener una alimentación sana, justa para los productores, a precios justos y sostenible para el medio ambiente.

En este sentido el coronavirus dejó salir a la luz una oportunidad para los pequeños productores organizados en RAA que desde antes del inicio de la pandemia han hecho un esfuerzo por tejer lazos entre familias y proyectos productivos que, con el cierre de espacios públicos, plazas y parques vieron amenazado sus ingresos que constituyen la única forma de sobrevivencia de familias enteras. Son ellos quienes frente a la crisis tuvieron que adoptar estrategias, reorganizarse, priorizar, innovar, pero también sabíamos que había consumidores motivados, dispuestos a hacer esfuerzos adicionales para apoyar de manera solidaria, la invaluable labor que tienen las y los productores en este país. Las relaciones de confianza y solidaridad, fomentadas por las Redes Alimentarias Alternativas buscan trascender a la concepción de los alimentos como mercancía; ponerles cara, identidad e historia a los alimentos, nos permite acudir a ellos cuando hay problemas.

Alrededor del mundo, hemos visto la misma imagen repetirse innumerables veces; médicos, enfermeras y personal de salud son vitoreados por la población que agradece la labor profundamente humanista y heroica que realizan día a día. Ojalá la nueva normalidad implique ver las mismas escenas de vitoreo cuando los productores y productoras abastezcan nuestras alacenas, ojalá la nueva normalidad nunca vuelva a ser la de antes, que no valora profundamente el trabajo y la resistencia organizada de los pequeños productores que con esta situación han demostrado que con la apuesta por el trabajo en red se puede sobrevivir hasta en las circunstancias más adversas.

Quizás el Covid-19 sea el punto de partida para una transformación del sistema alimentario que genere resiliencia en todos los niveles. •