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Cuando creí que no lo haría más, volví a picarle a la cámara y fui corriendo a actuar: Sergio Tovar Velarde

El realizador nayarita hizo, desde el encierro, la miniserie El fantasma de la lavadora, de cinco capítulos // Se puede ver por YouTube

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▲ El cineasta, quien interpreta a Reynaldo, en un fotograma de la producción.
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 3 de julio de 2020, p. 6

Un cuarto de siglo atrás, un adolescente nayarita de 12 años, armado de un tripié y de una cámara de video casera, comenzó a llenar casetes Hi8 con sus primeros rodajes. La ejecución era simple, aunque ciertamente bajo presión: activar el botón rojo para iniciar la grabación y correr a la escena, pues era él protagonista de sus historias. Más tarde, combinando los botones del aparato Sony con los de la videocasetera VHS para editar de manera artesanal sus primeros filmes.

Con el tiempo, Sergio Tovar Velarde decidió abrazar la carrera de realizador y filmó cortometrajes de manera independiente con cámaras de 16 mm tanto en México, como La voz de las cigarras (2005) y Edén (2007); en Canadá, con L’esprit hanté (2005) y La femme qui pleure(2007), y en Francia, La belle-mère (2016), hasta sumar una trecena, además de largometrajes como el falso video testamentario de un suicida, Aurora boreal (2007, estrenada en cartelera como Mi último día); el trabajo colectivo escrito y protagonizado por Luis Arrieta, Los inadaptados (2007, el episodio Chat) y el éxito Cuatro lunas (2014), otra colección de relatos que ganó el Cabrito en el Festival de Monterrey y superó los cien mil espectadores.

Junto con su carrera en el medio publicitario, dirigiendo comerciales, campañas y videos musicales para compañías como Lemon Films y Proyecto Pandamonium, su propia productora, lo condujeron a labrarse una trayectoria en el mundo del cine, a ser seleccionado y ganar premios en festivales de cine, acceder a equipos de filmación mayores y pasar de ser un autor solitario y luego independiente, a dirigir equipos de medio centenar de especialistas en un set.

Pero la cuarentena por la pandemia de Covid-19 lo sorprendió justo en la casa paterna donde pasó su niñez, en Tepic, junto con su pareja, el compositor colombiano Orlando Manrique, ambos muy sacados de onda y viendo lo que pasaba en el mundo y, por su personalidad inquieta, generando ideas con ansiedad.

Justo en el lugar en el que había dado sus primeros pasos en el mundo del audiovisual, devuelto al origen, la interrogante natural surgió muy pronto: ¿sería posible que en esa casa el cineasta fuera capaz de escribir una historia contada en cuatro o cinco episodios cortos?

Sé cómo se filma...

¿Será que puedo?, ¡porque de niño podía hacerlo! Finalmente, tenemos una cámara y luces, sé cómo se filma, sé cómo se emplaza una cámara, cómo se ilumina, ¿qué podría salir mal?, señaló el licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana, en la que cursó la especialidad en cinematografía y producción de cine y video entre 2002 y 2006.

De este modo comenzó a escribir un proyecto, El fantasma de la lavadora, pensado desde y para el encierro a fin de compartirlo con las personas que también atraviesan el confinamiento, pensando en un crew de solamente dos personas: Orlando Manrique, que se encargó de la dirección de arte, del sonido directo, de la música original y del vestuario, además de encarnar a Carlitos, mientras Tovar, además de encargarse de la dirección y el guion, produjo, editó y, claro, protagonizó, como Reynaldo, El fantasma; también se cuenta con las apariciones incidentales –virtuales, por supuesto– de Mónica Dionne, Elisa Vicedo, Violeta Isfel, además de Enrique, María y Valeria Espinosa.

Productos profesionales con mínimos recursos

Los cinco capítulos, de entre ocho y 10 minutos de duración –excepto el último, que se extiende a 13–, de esta producción de Atko Films y Proyecto Pandamonium, se estrenaron en la plataforma gratuita YouTube entre el 19 de mayo y el 16 de junio; suman poco más de 25 mil vistas.

Este experimento, hecho sin un centavo, pero con inmensa voluntad creativa, no sólo es un ejemplo de que la tecnología permite realizar productos profesionales con medios mínimos y dotados de una gran maestría y dominio narrativo, repletos de giros malintencionados, con la profundización de la condición humana de sus protagonistas, con detalles visuales significativos y un estilo tan depurado como maduro, que explora herramientas como el plano holandés y se permite jugar con el relato fantástico, el humor cáustico y malintencionado, la irreverencia sobre el deseo homosexual o el empleo de factores como el clima, las habitaciones y objetos caseros, envueltos en una historia de deseo, soledad, fragilidad, en el sendero tortuoso que conduce a conocer al otro, a los otros.

Volví a hacer este asunto de picarle a la cámara e irme corriendo a actuar cuando pensé que ya nunca más lo iba a hacer, aunque la cámara tenía una aplicación para activar la grabación desde el teléfono inteligente no funcionó. Y este asunto de volver al origen, si a los 12 años alguien me hubiera dicho que 25 años después, a los 37, estaría en la misma casa y en la misma circunstancia, ese niño hubiera estado muy contento de seguir siendo ese loquillo, que no se siente ni intelectual ni se toma tan en serio. La esencia de las motivaciones para hacer cosas siguen siendo legítimas y genuinas, no provienen de querer apantallar, ganar premios o volverme millonario, vienen de mis ganas de hacer las cosas, concluye visiblemente emocionado.