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Nosotros ya no somos los mismos

Condecoración Miguel Hidalgo // Auténticos merecedores // Ajustes al criterio de selección

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▲ El personal hospitalario está entre a los que la opinión pública reconoce su entrega en la actual crisis, dado que su propia vida está en riesgo.Foto Cristina Rodríguez
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al vez ustedes se dieron cuenta de que por causas de fuerza mayor se llevó a cabo un trastoque en el orden de los temas que la columneta venía tratando. La responsabilidad, obviamente, recae en la fuerza de las causas mayores, puesto que yo no tengo fuerzas ya ni para las menores causas.

La columneta aplaude la decisión tomada por el Comité Intersecretarial encargado de discernir quiénes son, este año, los merecedores de las condecoraciones, estímulos y premios que el gobierno de la República ha decidido llevar a cabo al amparo de la distinción denominada Miguel Hidalgo.

En cambio, la columneta rechaza el criterio aplicado para la selección y reconocimiento de los nominados: el nivel profesional y académico por encima de la entrega, del sacrificio de infinidad de personas que, carentes de esos atributos, con creces los han suplido con su comportamiento, sus reacciones y respuestas instintivas, frente a la carencia, la soledad y el dolor de sus desconocidos semejantes. Estos atributos son diferentes, pero en nada de menor valor humano. Por eso, la columneta planteó razones y formas de reconocer y exaltar las acciones y comportamientos de los miles de afiebrados mexicanos, decididos, racional o emocionalmente, a la misión de compartir enfermedad, dolencia, esperanza y, lo que, es más, arriesgar, su propia vida para acompañar, sin obligación legal alguna, el resultado de la, hasta ahora desigual, lucha contra este virus todavía indomable por el conocimiento y la inteligencia humana. Lo que a la columneta realmente la sorprendió fue que, en esa arbitraria clasificación, se dejara fuera a toda la multitud de hombres y mujeres esenciales en el sector salud: recepcionistas, enfermeros, camilleros, choferes, miembros del Ejército, la Marina, la Guardia Nacional o las policías estatales, municipales regionales y a los trabajadores del servicio de limpia que, hasta el 15 de junio, registraban 64 muertos.

Pero algo es doloroso, infamante y cruel: a la fecha, hay cientos de mexicanos que, ya moridos, no se les mencionó siquiera por cumplir con un mínimo reconocimiento. Sobre este tema, seguramente por el llamado conflicto deinterés que el asunto rasguña a mi personal decrepitud, volveré en otro momento.

Por ahora, no puedo postergar más el tema que me tiene acogotado y que se refiere a la existencia de los México que yo veo en cada momento: A mi exacerbada convicción de que la unidad nacional es una farsa, un fallido mito genial, diría un mexicano de nacionalidad legal, no de coraza, se confronta el asunto que someto a su consideración.

La Orden Mexicana del Águila Azteca es la más elevada distinción que el Estado mexicano otorga a personas no nacidas en nuestro país, pero que, sin embargo, en razón de los servicios de excepción que hayan prestado a la nación de los mexicanos o a la humanidad en su inmenso conjunto, las distingue, ennoblece y hace merecedoras de un reconocimiento universal.

Al discurso anterior agrego otra razón que me resulta una verdadera sinrazón: igualmente se otorga esta valiosa presea para corresponder a las distinciones de que sean objeto los servidores públicos mexicanos; es decir, el comportamiento ejemplar, heroico, generoso y/o el bien que se provoca a México o a la humanidad puede pasarse por alto. El lema de esta condecoración puede ser: pagar es corresponder o, simplemente, dando y dando.

El mejor ejemplo de lo anterior se da en 2018: Mira, querido Jared Kushner, convence a ese sol naranja que permanentemente te alumbra que doña Ivanka tiene antojo de conocer alguna importante ruina de las culturas azteca y tolteca. Si lo consigues, él, va a Los Pinos, y tú te regresas cargando un rosario de aguilitas aztecas, nahuas, mayas, otomíes y totonacas.

Pues mi propuesta es muy simple: urge otro decreto que reconozca a los mexicanos que viven (y mueren) en el extranjero, luchando por dar a los suyos los mínimos que su patria no ha podido ofrecerles, una honra semejante pero más merecida.

Veamos, gracias a los estremecedores reportajes de Braulio Carbajal, de Dora Villanueva e Israel Rodríguez y a los análisis devastadores de mi respetado Enrique Galván Ochoa, si esta propuesta tiene sustento. En mi columneta de la próxima semana, ellos tendrán la palabra.

Twitter: @ortiztejeda