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Desde otras ciudades

Por la pandemia, en Lima los venezolanos tienen un empleo que nadie quisiera realizar

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▲ Con apoyo de médicos venezolanos, autoridades peruanas planearon que los enfermos se recuperen en su casa.Foto Afp
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ientras la economía peruana está semiparalizada desde hace 80 días por la emergencia sanitaria, Genaro Cabrera, fabricante de ataúdes en Lima, cuadruplicó sus ventas.

No pensaba trabajar a tal extremo por esta pandemia, dice Cabrera en su negocio situado en el populoso distrito limeño de San Juan de Lurigancho. Junto a su esposa y 20 operarios, este pequeño empresario de 52 años hace ataúdes de madera y acero, cuya demanda se ha disparado debido al Covid-19, que tiene a los hospitales de Lima al borde del colapso.

“Estamos hasta el full de pedidos. Hasta me quieren hacer depósitos adelantados. Antes fabricábamos 100 al mes; ahora, en sólo una semana llegamos a ese número”, dice Gesarela Llanos, su esposa.

Entre sus empleados hay cuatro migrantes venezolanos que se encargan del acabado de los féretros.

La pandemia arruinó a muchas empresas peruanas, pero hizo florecer algunos negocios ligados a la salud y la muerte, como la producción de féretros y los servicios de los crematorios.

Todos los días tentamos a la muerte, dice Jhoan Faneite, de 35 años, uno de los 21 venezolanos que labora en la recolección de cadáveres en casas y hospitales para llevarlos al crematorio Piedrangel, al sur de Lima, donde son incinerados.

Con trajes negros y mascarillas, huyeron de la crisis en su país y acuden diariamente a hospitales o a modestas casas de los cerros de los distritos marginales de la capital peruana a retirar los cuerpos. Los colocan en féretros y los llevan al crematorio.

El crematorio Piedrangel contrató a venezolanos porque los trabajadores peruanos no quieren cumplir esta labor por temor a contagiarse. Todo lo que es la recolección de cadáveres para cremaciones, 90 por ciento la realizan ellos. Nuestros trabajadores peruanos no querían cargar cuerpos por temor, dice Roberto González, propietario de un crematorio privado.

En Piedrangel, en el populoso distrito de Chorrillos, hay siete hornos a gas licuado que trabajan sin parar las 24 horas. Tiene 140 operarios que se dividen en tres turnos diarios los siete días de la semana.

González presta servicios al Ministerio de Salud y al Seguro Social. Sus empleados se encargan de embolsar los cuerpos, desinfectarlos y ponerlos en un ataúd antes de ser llevados en un vehículo hasta al crematorio. La empresa recogió en marzo a la primera víctima de coronavirus, un sicólogo del acomodado distrito de Miraflores. Desde entonces, más de 2 mil cuerpos han sido incinerados en sus hornos.

Jamás pensé vivir algo así. A diario recogemos entre 70 y 150 cadáveres para ser incinerados, dice González. Antes de la pandemia eran cremados 15 cuerpos al día.

Afp