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La Haine, vigente porque los políticos son idiotas; si fueran buenos, nadie la recordaría

La cinta, de Mathieu Kassovitz, cumplió 25 años // Aborda la pobreza y la brutalidad policial

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▲ Un fotograma del filme
 
Periódico La Jornada
Jueves 28 de mayo de 2020, p. 6

Mathieu Kassovitz ha desarrollado cierto resentimiento por la película que le dio fama en 1995, La Haine, historia sobre tres amigos que viven bajo la sombra de la desigualdad, la cual sigue captando auditorios tanto en Francia como en resto del mundo. Eso no es porque la película sea buena, aseguró el director en 2017. Es porque los políticos son putos idiotas. Si fueran buenos, nadie la recordaría.

Kassovitz es duro consigo mismo. Incluso viviendo en utopía, La Haine seguiría siendo una destacada pieza cinematográfica. Es una obra furiosa, pero sabe anclar su cólera en la humanidad y el humor. Filmada en blanco y negro, presenta ambiciosos movimientos de cámara y poética visual con un giro juguetón; tiene el estilo y la actitud de una verdadera rebelión.

Hoy, películas como ésta, cobran relevancia social debido a las imágenes de represión policial, como la reciente en Minneapolis, Estados Unidos, donde un policía mató por asfixia a un negro de nombre George Floyd, tras someterlo en el piso.

Lacerante obra de arte

Antes de la pandemia, el Instituto de Cine Británico tenía planes para proyectar La Haine en salas por su 25 aniversario. Cuando se estrenó recibió críticas muy favorables. The Independent señaló: arroja un cóctel molotov a la tranquila ventana del cine francés moderno, y Time Out la llamó una vital y lacerante obra de arte.

En su estreno en el festival de Cine de Cannes, Kassovitz, entonces de 28 años, ganó el premio a mejor director y fue festejado como la próxima gran sensación. En Francia la cinta fue un éxito en taquillas; los periódicos publicaban sin parar editoriales sobre la brutalidad policial y la pobreza. Sin embargo, lo que el realizador lamenta es que La Haine parece haber envejecido poco, permaneciendo en el centro del debate acerca de la cultura francesa y la identidad.

La película empieza con material documental tomado de protestas pasadas, específicamente las que siguieron al asesinato de Makome M’Bowole, en 1993, y de Malik Oussekine de 22 años, en 1986, a manos de la policía. Kassovitz empezó a escribir su guion un día después de la muerte de Makome. El fallecimiento fue catalogado oficialmente como accidental, pero desde 1981 la policía había sido responsable de alrededor de 300 de estas llamadas muertes accidentales.

Profética

En ese sentido, La Haine fue profética. El montaje mostrado pudo haber fácilmente provenido de las protestas que estallaron semanas después del estreno de la cinta, lo que provocó nuevas medidas de austeridad, o pudo haber sido tomado de 2005, cuando las muertes de dos adolescentes, electrocutados en una estación de energía mientras se escondían de la policía, desató la violencia generalizada.

La población de inmigrantes en Francia se duplicó en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, alcanzando 3.4 millones en 1975, pues la mano de obra barata provenía de las colonias para impulsar el rápido crecimiento económico.

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▲ El director en una imagen tomada de Twitter.

Esperaban que se fueran una vez que su utilidad se acabara, pero no lo hicieron. Era su hogar. Estos bastos bloques de viviendas, conocidos como les banlieues (las periferias) fueron dejados sin inversión ni infraestructura. Muchos fueron consumidos por la pobreza.

La Haine sigue a tres hombres de les banlieues durante 20 horas, señalados a través de una serie de interludios. Es una cuenta regresiva a la catástrofe. Después de una noche de disturbios provocados por la golpiza a un joven beur (nombre que dan los franceses a las personas provenientes del norte de África), llamado Abdel, Vinz se encuentra con el arma de un policía. Sus amigos, Saïd y Hubert, se aterrorizan cuando revela sus planes de usarla contra los policías, si Abdel muere en el hospital.

El enfoque, en la clase, no en la raza

El realizador ha descrito a los protagonistas como el bueno, el malo y el ingenuo. El enfoque de Kassovitz está en la clase, no en la raza, pero las diferencias entre los tres protagonistas siguen siendo cruciales. Saïd es un francomarroquí, Vinz es un europeo del este, y Hubert es un afrofrancés. La naturaleza provocativa de Vinz podría indicar cierto nivel de privilegio. Es el único que participa en las confrontaciones, pero sus vecinos siguen culpando a Saïd. Es él, junto a Hubert, quien termina en custodia, mientras Vinz escapa. Sin embargo, en su mayoría, los tres están juntos como resultado del “malestar del guetto”.

En vez de atender las desigualdades, Francia ha decidido esconderlas. Las banlieues están enterradas en las afueras de las ciudades para que existan sólo en los titulares policiacos o como puntos de agenda política.

Se trata de una nación que defiende su cultura con un fervor religioso, esperando que todos los que desembarquen en sus costas abandonen sus pasados y sus valores en favor de una asimilación total. Está, por ejemplo, su larga historia de legislar en contra de los velos y las burkas.

La secuencia más famosa de La Haine coloca la cámara fuera de la ventana de la habitación y se desliza sobre la banlieue misma. El uso del blanco y negro, combinado con un trabajo experimental de fotografía, evoca algunas de las grandes tomas de la filmografía francesa.

Francia se centra a sí misma sobre los ideales de libertad, igualdad y fraternidad; sin embargo, restringe a sus ciudadanos a vivir bajo su emblema. A pesar de que la cinta se volvió una pequeña sensación cuando fue lanzada, el mensaje de Kassovitz cayó en oídos sordos. Los mismos problemas persisten hoy día, ahora envenenados con el auge de la islamofobia.