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La idea de un nuevo cine nacional se reinventa de vez en vez: Rafael Aviña
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▲ A principios de este año se publicó Nuevo cine mexicano: territorios de reinvención, 1979-2009, de Aviña, crítico y escritor.Foto Pedro González Castillo
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 17 de mayo de 2020, p. 6

Pese a que es un cinéfilo empedernido desde la infancia, gracias a la influencia paterna, Rafael Aviña descubrió otro cine nacional.

Su fascinación por la Época de Oro del cine mexicano, por el clásico estadunidense y europeo, así como por la serie B lo llevaron a otro cine uno diferente, crítico, que creaba consciencia y era adictivo. Mi visión como espectador no se modificó, sino que se amplió, relata el autor de libros sobre asesinos seriales y el cine mexicano.

En este aspecto, abarca a David Silva, Ismael Rodríguez, Germán Valdés Tin Tan y diversos temas; el film noir nacional; Ciudad Universitaria, y la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El deslumbramiento por lo anterior forma parte indisoluble de su historia personal, tanto como el declive del periodo echeverrista en lo que respecta a los subsidios para la producción, aspecto que se agravó hasta casi desaparecer durante la presidencia de José López Portillo.

Esa década desconocida, poco estudiada y marginal, de 1979 a 1989, que incluye el arranque del mandato de Carlos Salinas de Gortari, es la que inicia el Nuevo cine mexicano: territorios de reinvención, 1979-2009, libro editado por la Cineteca Nacional a comienzos del presente año.

Esa década, “lejos de pertenecer a lapsos de esplendor, ha sido vista como periodo gris respecto de los puntos culminantes de nuestra cinematografía –que van de los años 30, con la llamada Época de Oro, a los 90, con la entronización de un nuevo modelo– y como un bache irremediable: una piedra en el camino en esos senderos de riqueza del cine nacional, y para mí es el inicio de lo que hoy, en 2020, pensamos que es el más nuevo cine mexicano. Además, en 1979 aparecen títulos rarísimos, notables e intrigantes”, explica el guionista de Borrar de la memoria, cinta de Alfredo Gurrola (México, 2010).

Desde su perspectiva, la idea del nuevo cine mexicano no sólo pertenece a los años 70 ni a sus posteriores resurrecciones, en los 90 o 2000, sino que puede rastrearse desde “la audacia de combinar ficción con imágenes documentales de El automóvil gris (1919), de Enrique Rosas, o los arrojados desnudos de La mancha de sangre (1943), de Adolfo Best Maugard; la crudeza y la descarnada visión propuesta por Luis Buñuel en Los olvidados (1950) o el uso de actores no profesionales en Raíces (1953) de Benito Alazraki; el primer concurso de cine experimental o atípica camada que enfrentó la durísima debacle cultural y económica de los 80 desde el quehacer independiente. Considero que la idea de un nuevo cine nacional es un sutil proceso que se reinventa de vez en vez, en situaciones límite”.

Válvulas de escape

En 2018 Rafael Aviña fue reconocido con el galardón Guerrero de Oro al Mérito Periodístico por la Red de Prensa Mexicana de Cine, dentro de las actividades del Festival Internacional de Cine de Morelia.

Los 10 capítulos que abarcan el volumen abordan la producción durante el zedillismo; el foxismo y el arranque del sexenio del “presidente espurio, el calderonato”, con temas como el cine independiente; la nueva generación de los 90; los premios internacionales de 2003; el cine femenino de ficción; el documental; el cine marginal; el rescate del cine fantástico y la explosión de la ópera prima; la creación de festivales como el de Morelia; la migración a Hollywood, y los actores no profesionales, además de cineastas como Jaime Humberto Hermosillo, Alejandro González Iñárritu, Francisco Vargas, Luis Estrada, Carlos Reygadas, Amat Escalante, Julián Hernández y Alan Cotton, entre muchos otros.

Creo que el cine mexicano, a lo largo de su existencia, ha conseguido abrir válvulas de escape para un puñado de filmes idealistas. Es un cine diferente, de permanente búsqueda y vocación experimental que consigue perturbar y emocionar a audiencias acostumbradas a la ortodoxia de los géneros y las normas establecidas y que apuesta por el futuro. Esto es algo que destaco constantemente en este proyecto. En términos tintanescos: el cine mexicano, sin duda, se crece al castigo, advierte el crítico que no ha parado de publicar desde 1990.

No obstante, el también escritor, que la semana pasada inició sus colaboraciones en el suplemento La Jornada Semanal, ya terminó este largo ensayo cubriendo hasta 2018, lo que implicaría un segundo volumen que probablemente no sólo aborde esta década sino muchos más años. Asimismo, la forma de abordarlo es otra, con un estilo y planteamiento diferente, concluye.