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Pandemia
Empleados públicos laboran sin equipo de protección
 
Periódico La Jornada
Lunes 11 de mayo de 2020, p. 4

A pesar de la cuarentena, hay trabajadores públicos cuya labor no puede parar. La correspondencia debe llegar a su destino y la basura tiene que recolectarse, y muchas de las personas que realizan esas tareas las hacen con cubrebocas que se rompieron a la primera puesta, o de plano a valor mexicano: sin tomar ninguna medida de prevención, por falta de hábito o de condiciones.

Eduardo Trejo Pastrana forma parte de la cuadrilla de trabajadores que recopilan los desechos de la alcaldía Benito Juárez, desde las 6 de la mañana y hasta las 2 de la tarde, de sábado a miércoles, aunque por necesidades del servicio suele terminar hasta las 6 de la tarde.

En esta etapa de encierro, dice, la cantidad de basura que generaban escuelas, oficinas y restaurantes obviamente bajó, pero ese número se compensó con el aumento de los desechos en las casas, donde la gente no sólo pasa más tiempo, sino que además se dedica a remodelar y sacar todo lo que ya no necesita.

A pesar del riesgo que implica tocar los objetos que posiblemente utilizó alguna persona infectada, la mayor parte de los trabajadores de limpia no toma medidas de prevención, en parte porque no tiene material para ello, pero también porque lo considera estorboso.

Nuestros jefes nos pidieron asearnos las manos y portar los cubrebocas que nos asignaron, pero no hay material suficiente para cubrirnos. Además, muchos no nos acoplamos; con la mascarilla yo sentía que me asfixiaba, y el trabajo es de mucho movimiento: subir, bajar y cargar. Estamos trabajando así nada más, a valor mexicano, narra don Eduardo, quien dice laborar a gusto, sin temor a nada ni a nadie.

Un caso similar es el de Miguel, quien se desempeña como cartero y ha tenido que intensificar su ritmo de labores, porque de las 33 personas que había en su cuadrilla de trabajo, al menos una tercera parte dejó de acudir, por ser mujeres con hijos pequeños, personas de la tercera edad o con enfermedades crónicas.

Así, se las arregla para entregar en la colonia Portales en promedio 500 piezas diarias, que se suman a los entre 25 y 30 paquetes de correspondencia registrada, por los cuales el destinatario debe firmar.

Por todo equipamiento de seguridad, su sindicato le entregó un solo cubrebocas, “de pésima calidad, porque la liguita se le rompió de inmediato. Nos dijeron ‘cuídenlo mucho, porque es lavable’, pero a la segunda lavada la tela ya se veía desgastada. En la oficina nos dieron jabón y gel antibacterial, pero cada quien por su cuenta se compró sus guantes y sus caretas”.

Ante la falta de medidas suficientes de protección, han tenido que recurrir a su sentido común y su intuición: usar un palito o una pluma sólo para tocar los timbres de los interfones, o adivinar si la persona que les abrió la puerta podría estar enferma. “Depende del criterio: si vemos a la gente ‘sospechosa’, que no firmen. Nada más les tomamos su nombre y les damos el paquete”.