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El estante de lo insólito

Óscar Chávez: el trovador de México

“Para cuando muera,
quiero que mi tumba,
que mi tumba huela,
ay, huela a primavera.”
Para cuando muera, Óscar Chávez
Un hombre organizado

S

e declaró chilango en vías de extinción. Con padre obrero y guitarrista, acta de nacimiento certificada en la colonia Portales de la capital mexicana, tenía carrera de actor, formado y graduado en bellas artes. Cantante de gusto y de raíz bohemia, que pasó de la infancia a la adultez escuchando trova yucateca, boleros cubanos y toda la música mexicana posible, disponible o encontrable, terminó de hacer su voz y personalidad como locutor y programador en Radio UNAM, y también como actor en puestas escénicas independientes y universitarias, hasta que todo se volvió música, estudio, disco… y pelea de ideales.

Usaba patilla larga, tenía gesto duro y sonrisas de poco asomo. De convicción política, pero sin filiación partidista; cantante, compositor, artista, no sólo bohemio, no sólo cantor de protesta. Fue trovador y dijo todo. Se llamó Óscar Chávez y aquí cantamos la suya.

La música, esa resistencia

Después de años de tocar con el guitarrista colombiano Mario Ardila, un día el músico no pudo llegar a un concierto, por lo que el espectáculo no podía empezar. El trío Los Morales estaba ahí, listo para disfrutar la presentación, pero al ver lo que ocurría, los músicos le ofrecieron acompañarlo, conocedores de sus canciones. Tocarían más de 40 años juntos, incluyendo sus exitosas temporadas con las parodias en cabarets y teatros populares. Los Morales, con sus trajes y porte sobrio, nunca fueron tan adustos como el propio Óscar. Hicieron una fabulosa combinación.

Óscar grabó muchísimo, con varias ediciones en vivo (del Palacio de Bellas Artes al Auditorio Nacional) y con temas legendarios del canto tradicional mexicano (trova, bolero, corrido, ranchera, son…), con homenajes a la música y la cultura latinoamericana, con temas como Macondo, La flor de la canela o Hasta siempre.

En su discografía (una de las más largas para cualquier artista, superior a 80 grabaciones) hay guitarras de bolero, violines de danza tradicional indígena, coplas que destruían a la clase gobernante (Parodias políticas y otras yerbas o el tema clásico La casita, versión paródica de una canción del poeta bucólico Manuel José Otón), leyenda y mito de la entraña nuestra (Llorona), amor del bueno (Flores negras) o tradición regional (La bruja veracruzana). El cantante consolidó un vasto cancionero popular con portadas que podían ser sobrias fotografías en escena, de referencia artística popular o divertidas caricaturas, como las que le hizo Eduardo del Río Rius.

Si bien era respetuoso de los géneros y estilos originales de la música mexicana y latinoamericana, su voz, ritmo (insistiendo en que no cambiaba la métrica de los temas) y fuerza sonora marcaron un estilo rotundo. Más que criticar y quejarse de las inevitables modas musicales, mercados que saturan el gusto musical de las nuevas generaciones con sus corrientes pasajeras, a Óscar Chávez le preocupaba el desconocimiento de nuestra propia tradición musical. Una de las más ricas del mundo. Por eso había que buscar y sacar las canciones de los catálogos olvidados, de la entraña de la sierra y la costa, y no sólo de los autores tradicionales. Compositor breve de lo propio, hizo, sin embargo, varios temas que lo trascenderán, especialmente Por ti, de verso directo y gran belleza lírica, es su canción más recordada y una de las más queridas de su público que lo siguió en su larga trayectoria.

Por ti, yo dejé de pensar en el mar. / Por ti, yo dejé de fijarme en el cielo. / Por ti, me ha dado por llorar como el mar, / me he puesto a sollozar como el cielo, / me ha dado por llorar.

Calle para un caifán

Juan Ibáñez coescribió con Carlos Fuentes un guion cinematográfico que ganó un concurso, y, con apoyo de Fernando Pérez Gavilán como productor se logró un ríspido y encantador relato de los callejones de la urbe, esos que son ignorados por el turismo y la clase acomodada, con personajes que chocan en sus diferencias.

Juan Ibáñez, colega del teatro estudiantil de Chávez, puso frente a la cámara a sus actores universitarios, un grupo increíblemente dotado con Sergio Giménez, Ernesto Gómez Cruz, Eduardo López Rojas y Óscar Chávez, con la dupla de Enrique Álvarez Félix y Julissa como los bellos de la clase encumbrada que no parecen entenderse con la plebe.

Foto
Foto Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

Largometraje estupendo y sin el prototipo de lo que se hacía en México, se convertiría en un clásico de culto, hasta con la famosa aparición de Carlos Monsiváis como embriagado Santa Claus.

Con un rodaje complicadísimo (se suspendió al menos una decena de veces por presupuestos, broncas sindicales, etcétera), el espectador se encontró con esos recovecos donde la ciudad mostraba todas sus caras, muchas veces surrealistas, con el jugoso desquiciamiento de vestir a la desvestida Diana Cazadora en el Paseo de la Reforma.

Óscar Chávez era E l Estilos, personaje que se quedó para la historia al ubicarlo como El Caifán Mayor, ese que se lanza hacia Paloma, la princesa arrojada a la noche, con la mirada, la sonrisa y las frases dichas para la noche eterna que les toca vivir. El frío que de noche sientes es por andar desperdiciada; ese fue El Estilos, furtivo enamorado que cantaba de fondo Fuera del mundo. Pero Óscar no se subió en el trapecio del éxito momentáneo para quedarse en el cine o tender su puente hacia la televisión. Acompañaría al actor Enrique Lizalde, su primo hermano, en la aventura del Sindicato Independiente de Actores, pero sólo volvería de manera esporádica al set.

Las versiones de un estilo

¿Cuántas versiones pueden hacerse de un tema sin que se sienta agotado? Óscar era capaz de dotar con nuevos aromas una lírica conocida, casi como si fuera algo propio y único. Muchas canciones que eran (o fueron) populares de otros grupos o cantantes, encontraron un lugar destacado en el vastísimo repertorio de Chávez (grabó más de 600 canciones).

Pocas veces se puede sentir su vibración tonal como en Flor de azalea, la popular canción de Manuel Esperón (autor de canciones y partitura de muchas películas del cine nacional) y Zacarías Gómez Urquiza. La cantaron y grabaron muchos de los más grandes, como Los Panchos, Jorge Negrete o Chavela Vargas, pero en la interpretación de Óscar (con un arreglo formidable de guitarras) era una flor distinta.

Otro tanto puede decirse de Llorona y otros clásicos de la canción popular, como Perdón, además de sus excelentes antologías de autores como Chava Flores, de quien hizo una espléndida versión de Mi México de ayer.

Siempre con su atril enfrente, con la selección exacta de cada noche, como el actor que se convierte apenas entra al proscenio, el cantante vivía la letra en el tono, en el apretar de ojos para ver hacia sí, en los versos de lo que tenía una exclusiva forma de decirse, en esa complicidad con sus músicos, en esa resistencia de una voz que podía ser de trueno, como en los muchos mítines, como en las varias defensas de la palabra y lo justo.

Jamás nosotros seremos granaderos

Canción tras canción y disco tras disco, Óscar Chávez fue el gran trovador mexicano por más de 50 años, a pesar de no contar con oficina de mercadotecnia. Se fue con las mismas ideas y con el mismo ímpetu que lo volvieron figura. Sus temas de reclamos más feroces se mantuvieron vigentes y el humor ácido de parodias como La balada del granadero (tema que lo distinguió tanto como a Los Nakos, que lo grabaron originalmente), que ponía en contexto de la represión estudiantil lo que el español José Guardiola compuso como La balada del vagabundo. Aquel granadero tendría una mirada más dura con El guarura de levita. Del mismo modo, hoy se escuchan como crónicas del presente El pueblo y el mal gobierno, o Se vende mi país.

El gran homenaje no declarado se dio en el Festival Vive Latino en marzo de 2019, donde se presentó en un foro y acto inéditos en su carrera. Óscar hizo también, con una presentación personal de gran éxito, un palomazo con la banda Los Caifanes (le canté a los nietos de mi generación, dijo en entrevista con José Luis Martínez), para interpretar su clásico Por ti. A sus 85 años tenía agenda para rato, la cumplirá en el otro barrio, que también hará propio.