Cultura
Ver día anteriorLunes 4 de mayo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
En espera del abrazo en pausa, maestros argentinos de tango dan clases en línea
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de mayo de 2020, p. 7

Buenos Aires. El tango encuentra en las clases virtuales resquicios por donde filtrarse en tiempos de aislamiento social, pero el Covid-19 deja a los tangueros sin el abrazo, la razón de ser de esta danza que apasiona a muchos argentinos ávidos de ir a bailar a las milongas.

El abrazo representa cien por ciento del tango. Nosotros paliamos la necesidad de la gente que quiere aprender, corregir, pero lo esencial es el contacto con el otro, dice Jonathan Villanueva, profesor de la academia de tango Estilo y Elegancia, que ahora dicta sus clases de técnicas por Facebook.

Las milongas, tradicionales espacios de encuentro de aficionados a bailar tango, están cerradas por tiempo indeterminado. Algunos maestros dictan clases por las redes, ya sea para despuntar el vicio o para mantener un mínimo ingreso de dinero.

Por la cuarentena, el tango se toma una pausa. Vamos a ver cuándo y cómo retomarlo. Para los profesores independientes, es muy traumático no saber cuándo vamos a volver a trabajar y a nuestra vida habitual, admite Villanueva, quien reconoce que pasa una situación económica muy mala.

A sus 35 años y con dos décadas de bailarín, es la primera vez que da clases virtuales. Desde el patio cubierto de su casa en Buenos Aires, muestra los pasos y da indicaciones a los alumnos que no ve. Invita a utilizar una silla a modo de imaginaria pareja de danza, también suele recurrir a la pared o a un palo de escoba como elementos de respaldo.

Quien filma y transmite la clase es Jorge Vargas, su pareja de baile y también profesor. Sin abrazo no habría tango, pero como no nos podemos abrazar, vamos al siguiente escalón que es la técnica, así, cuando nos volvamos a ver, solamente nos abrazaremos y bailaremos, sueña este tanguero de 27 años.

Karo Pizzo, autora de Técnicas de tango para la mujer, de 43 años, también dicta clases desde su casa en Benito Juárez, a 400 kilómetros de Buenos Aires. La siguen alumnos de varios lugares del planeta que perfeccionan distintos aspectos técnicos. Al final de la clase me da angustia. Extraño bailar, expresa.

Magia milonguera

En aislamiento obligatorio, como todos los argentinos desde el 20 de marzo, Carolina Andohanin toma clases en línea con María Plazaola y Susana Miller. Con ellas, en tiempos normales, se formó en la Academia del Tango Milonguero que funciona en El Beso, local del centro de Buenos Aires donde se arman milongas a diario.

Andohanin se dice afortunada porque convive con un milonguero, lo que le permite bailar pese a la cuarentena, pero afirma que no se compara con ir a la milonga.

La magia de llegar, encontrarte con tus amigos milongueros, escuchar la música en el salón, pisar la pista, la expectativa de con quién bailaré. Con cada milonguero los abrazos son distintos, todo eso se pierde bailando en casa, sostiene.

La milonga es para muchos aficionados la única actividad social. Allí se baila un tango salón, despojado de las acrobacias del tango escenario, que practican profesionales e impactan en los espectáculos.

Los milongueros se visten, se producen, para acudir a la cita, donde quienes bailan mejor son los más codiciados. El que baila bien, no importa la edad o el aspecto, es como Brad Pitt, ilustra Nora Roncal, experta milonguera que se lamenta porque la cuarentena interrumpió su reciente regreso a las pistas tras un impasse de un par de años.

La única esperanza es que aparezca la vacuna contra el nuevo coronavirus; sin eso no hay margen para el tango, porque el tango es el abrazo, es estar cuerpo a cuerpo y cara a cara con un extraño, reflexiona.

Para Nora es inviable tomar clases virtuales. Pero sola en su casa, una noche se calzó los zapatos de tacón y se vistió como para salir. Puso un tango y bailó.

Lento regreso y con resquemores

Jorge Doallo, de 63 años, baila desde los 40. Comparte la cuarentena en un departamento del barrio bonaerense de Belgrano con Perla, su pareja, y de vez en cuando se lanzan a bailar un dos por cuatro.

Tras la pandemia habrá ciertos resquemores en las milongas; supongo que la gente va a tener un abrazo abierto y no cerrado como le gusta a la mayoría. Me imagino que va a ser de a poco, muy de a poco, sostiene.