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En España, rosas y letras virtuales para celebrar el Día Mundial del Libro

Joan Margarit, Premio Cervantes, leyó poemas desde su patio

Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 24 de abril de 2020, p. 4

Madrid. En tiempos de cuarentena y confinamiento, el Día Mundial del Libro se celebró en España de forma inédita, singular: el regalo de las rosas y los libros en Cataluña por el tradicional Sant Jordi la mayoría no lo hizo y los que pudieron lo hicieron por Internet, sin contacto físico, sin tocar el regalo por temor al contagio.

La entrega del Premio Cervantes tampoco pudo ser. El poeta galardonado, Joan Margarit, leyó desde el patio de su casa unos poemas para celebrar de forma melancólica la entrega del galardón.

Además, las librerías, todas, estaban cerradas, tampoco había escritores en la calle o en presentaciones o haciendo lecturas públicas. Lo que sí hubo, y mucho, fueron lecturas solitarias desde las casas, incluso compartidas desde los balcones de los edificios y, por supuesto, muchos intercambios literarios a través de las redes sociales e Internet.

Los 46 millones de ciudadanos que viven en España están confinados en sus casas desde el 14 de marzo. Han sido 40 días en los que tan sólo tienen autorización para acudir al supermercado, a la farmacia o a comprar enseres de primera necesidad. Y los libros no forman parte, según el gobierno, de esa categoría, aunque permiten sobrellevar lo mejor posible el encierro obligatorio en las viviendas. Todas las librerías del país, incluidas las de ciudades como Madrid o Barcelona, que forman parte de sus paisajes urbanos, están cerradas a cal y canto. Sus vitrinas se quedaron congeladas en aquel día 14 de marzo en el que se decretó el estado de alarma. No hay novedades ni luces en sus escaparates, sólo libros cada día más polvorientos detrás de los cristales también cada día más grises y opacos.

La crisis sanitaria lo ha condicionado todo, al igual que en otras partes del mundo. En España, el país con la mayor tasa de mortalidad por habitantes, además es una cuestión de vida o muerte. La gente, en su mayoría, vive enclaustrada y su comunicación con el mundo exterior es a través de las redes sociales, de la televisión o de las ventanas de sus casas. Y así se celebró el Día Mundial del Libro más extraño.

También el más preocupante, pues las previsiones para el día después de la pandemia son escalofriantes: se prevé que tres de cada cinco librerías desaparezcan y que se deje de publicar buena parte de los libros que tenían en agenda las editoriales, muchas de ellas estudiando seriamente entrar en concurso de acreedores o, sobre todo las más pequeñas, declarar la quiebra y poner fin a su labor.

Esta nueva crisis en el sector llegó después de que se registraron unos resultados que llamaron al optimismo, con una facturación anual de más de 2 mil 400 millones de euros, más de 160 millones de ejemplares vendidos en papel y previsiones ligeramente prometedoras a pesar de la amenaza del cambio de era, de la revolución en los usos y las costumbres impuesta por Internet y su influencia transformadora en todos los sectores.

Versos a la libertad

Una de las secuelas del confinamiento fue la cancelación de la entrega del Premio Cervantes en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, que cada año presiden los Reyes de España y que sirve para homenajear a Miguel de Cervantes Saavedra y a su obra cumbre, El Quijote de la Mancha. Pero la universidad está cerrada. Las autoridades públicas viven la mayoría de ellas como el resto de la gente, encerradas en sus casas, y, por tanto, este año fue la primera vez desde 1976 en el que no hubo ceremonia de entrega. Ni lectura del discurso.

Joan Margarit, pese a la ausencia de ceremonia solemne, se sumó a una larga lista de escritores selectos con el premio más preciado de las letras en español, entre los que se encuentran los mexicanos Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Elena Poniatowska y Sergio Pitol. Al margen de la situación excepcional, el poeta catalán difundió unas imágenes suyas con el puño en alto y recitando a viva voz algunos de sus poemas, que eran a su vez una oda a la libertad: La libertad es una librería. / Ir indocumentado. / Canciones que una vez nos prohibieron. / Una forma de amor, la libertad.

Y para que el galardonado no estuviera solo, desde el Ministerio de Cultura se elaboró un video con mensajes de sus amigos y lectores, entre ellos Javier Cercas, Rafael Moneo, Elvira Sastre, Chus Visor, los violonchelistas Anna Mora y Lluis Claret, y el cantaor Miguel Poveda, que cierra con un cante hondo.

También la tradicional lectura de El Quijote en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que cada año lo inicia el Premio Cervantes, se hizo de forma virtual. No había nadie en el recinto cultural, sus salas de exposiciones vacías y sus salones vacíos, custodiados si acaso por el personal de vigilancia ataviado con mascarillas y guantes. Así que la lectura se hizo de forma virtual y se respetó, dentro de lo posible, la tradición: la inició el poeta Margarit y le siguieron la princesa de Asturias, Leonor y la infanta Sofía –hijas de los reyes de España–, que de esta forma quieren impulsar y subrayar la importancia de la lectura en niños y jóvenes. Les siguieron la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el Ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. En representación del mundo de la cultura, Juan Miguel Hernández León y Valerio Rocco Lozano, presidente director, en ese orden, del Círculo de Bellas Artes, y el filósofo Emilio Lledó.

En Barcelona, un día como hoy la calle de Las Ramblas está repleta de gente que lleva en las manos un libro o una rosa. O ambas. Y que a su paso se va encontrando con pequeños puestos de libros de los grandes escritores del país o la ciudad. Este año, esa calle estaba solitaria, vacía de bullicio, si acaso sonaba alguna sirena de una ambulancia o una patrulla policial. El resto era silencio, que es el sonido de la cuarentena impuesta por la pandemia.