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Dinámica económica de México: la duodécima
¿C

uánto puede caer nuestra economía en 2020? La guía fundamental que parece orientar las respuestas es la trayectoria logística del número de contagios acumulados. El énfasis de esta perspectiva es la línea que resultará no sólo de una tasa de crecimiento de contagiados al día cada vez menor, sino de una tasa cero. Indicaría que ya dejan de crecer los contagiados y que podemos –entonces sí– imaginar el periodo real de duración de esta triste crisis, tan llena de drama, tan exigente de astucia, de prudencia, de solidaridad. ¡Vaya que sí!

Las primeras opiniones indican que a finales de mayo estaríamos alcanzando esa tasa cero, siempre y cuando se logre abatir al máximo la movilidad económica y social. De ser así estaríamos pensando en una severa caída de la actividad económica no sólo durante los meses de abril a mayo, sino aun de junio y julio.

¿Qué antecedentes de descensos drásticos tenemos? ¿Con caídas significativas del producto interno bruto (PIB) que pudieran ilustrarnos lo que pudiéramos vivir en 2020 y 2021? Habría dos. La de 1995, la del famoso error de diciembre de 1994 y que condujo a un derrumbe anual del PIB de menos 6.3 por ciento, y la severa retracción de 2009, que significó un descenso de menos 5.3 por ciento. A pesar de las limitaciones del caso, hay elementos para pensar en un comportamiento similar al de 2009. ¿Por qué? A diferencia de 1995, en 2009 la economía mundial –nuestros vecinos, sin duda– experimentó una retracción severa. Como hoy por la pandemia. No hay dinamismo externo complementario que nos saque del atolladero económico, como fue el caso de 1995.

Irremediablemente evolucionaremos como vaya evolucionando no sólo la economía mundial en general, sino la economía estadunidense en particular. Dicho esto y estimando el comportamiento de las variables económicas principales (producto, inversión, consumo, importaciones y exportaciones, empleo y remuneraciones), es posible reconstruir un escenario de comportamiento trimestral bajo supuestos de comportamiento similar al de finales de 2008 y 2009.

Con caídas trimestrales del PIB de menos nueve, menos cinco y menos dos por ciento en los trimestres segundo a cuarto de 2020. Y al suponer –ya veremos el dato oficial– que el primer trimestre creció no más de 1 por ciento, podemos estimar un descenso anual de al menos 4 por ciento. Derivada de una baja en la inversión privada del orden de 5 por ciento al año, con caídas drásticas, los trimestres segundo y tercero, y de una inversión pública con disminución de 3 por ciento, con caídas severas en los trimestres segundo y tercero. Habría también bajas significativas en el consumo privado y en el consumo público. Sin duda, en las importaciones y en las exportaciones. Y los efectos en empleo y salarios serán –precisamente los trimestres segundo y tercero– muy severos. Con cierta recuperación en el cuarto y en 2021.

Pero de ello y de la recuperación comentaremos próximamente. Lo cierto es que entre lo que resta de abril y hasta septiembre de este año viviremos una de las épocas más difíciles de nuestra historia económica reciente. Y con profundo dolor por la enfermedad y el fallecimiento de muchas personas aquí y en todo el mundo, lamentablemente. Por eso urge no sólo nuestra solidaridad, sino ingenio y astucia para enfrentarla. De veras.