Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Crédulos y descreídos

M

ás que por el coronavirus abrumado por la posibilidad de trasgredir su fe religiosa, el creyente preguntó a su guía espiritual: Ante la pandemia, ¿un matrimonio puede masturbarse mutuamente? El consejero respondió: De preferencia por teléfono celular. Una crédula informó que en Israel se había descubierto el remedio para el coronavirus y que era muy sencillo: en una taza de agua caliente se mezcla el jugo de un limón con una pizca de bicarbonato. La combinación mata de manera inmediata el virus, eliminándolo completamente del cuerpo, ya que ambos componentes alcalinizan el sistema inmunológico. Se debe tomar todas las tardes. El descreído replicó: ¿Acaso en el resto del mundo desconocen el agua caliente, el limón y el bicarbonato?

Hartos de ver violencia y muerte por televisión, creemos y tememos las noticias falsas y verdaderas transmitidas por ese medio, independientemente de sus fuentes y la intención de éstas, mientras desconfiamos y desperdiciamos las oportunidades diarias de la vida, sin atinar a saber vivirla. Las estrechas paredes del consumismo y el exitismo pronto cedieron –en medio siglo– a la presión de una sociedad demasiado manipulada, explotada y apenas compensada con tan mezquinas opciones, a cambio de un planeta cada día más degradado por un individualismo torpe, verdadero origen de las enfermedades.

Crédulos y obedientes, algo sospechábamos, pero no imaginamos la cercanía de los ajustes emergentes a cargo de los dueños del planeta, alarmados porque de nuevo varios tiros les salen por la culata con el pretexto del libre mercado y la capacidad de decisión del consumidor: capitalismo desbocado, alimentos envenenados, medicamentos-negocio, comunicaciones tóxicas, instituciones decorativas y, como pandemia de siempre, la corrupción en todos lados. Tras milenios de ejercicio perverso de los poderes civiles y religiosos, de engaños y autoengaños, de lejano libre albedrío, de matrimonios a ciegas, de familias formales pero no formadoras y de una población mundial que sólo crece en cantidad, hoy el amedrentado aislamiento permite comprobar demasiadas carencias a nivel individual y colectivo.

Ante la pandemia, llama la atención que dos de los países europeos con mayoría católica, Italia y España, aliados históricos del Vaticano, acusen un temor colectivo que contrasta con su añeja y ostentada fe religiosa. ¿Descreimiento natural o ineficacia pastoral?