Opinión
Ver día anteriorSábado 7 de marzo de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Mozart, Dorfman
L

ondres, 1765. Un desconocido se acerca a un muy joven Wolfgang Amadeus Mozart (de nueve años de edad) para pedirle, con singular urgencia, un extraño favor: que consiga para él una cita con su maestro y amigo Johann Christian Bach. El desconocido resulta ser Jack Taylor, hijo del famoso (o infame) cirujano oftalmólogo John Taylor, a quien se culpa hasta la fecha no sólo de haber sido un charlatán, sino también de haber sido el causante de la ceguera de Johann Sebastian Bach y de Georg Friedrich Händel. El caballero Taylor Jr debe encontrarse a toda costa con El Bach Londinense (así era conocido Johann Christian) para limpiar y reivindicar el nombre y la memoria de su padre. Tal es el arranque de la novela Allegro del escritor Ariel Dorfman, nacido argentino, hoy estadunidense. A partir de ahí, el niño Mozart se ve envuelto en una serie de complejas peripecias que tienen como uno de sus ejes principales su estancia en París en el infausto 1778, año en el que fue rechazado por la sociedad francesa, fracasó en su intento de obtener ahí un puesto permanente y fue testigo de la muerte de su madre. Poco a poco, a través de un desfile de compositores, intérpretes, nobles damas y caballeros, y otros personajes que cruzan los caminos de Mozart y Taylor, se va descubriendo la razón por la que es imperativo para el hijo del médico encontrarse con el hijo del compositor. Esa razón es, directamente, el centro anecdótico de esta novela musical de Dorfman, y en el entendido de que si hay algo que detesto son los spoilers a los que tan proclives son muchos de nuestros reseñistas, no diré aquí de qué se trata. Lo que sí puedo decir sin revelar nada indebido es que ese hecho central insólito de la historia va a dejar perplejos a muchos lectores, entre otras cosas porque en cierto sentido va más allá incluso de la natural inverosimilitud de toda buena fantasía.

El melómano conocedor de Mozart se dará cuen-ta desde las primeras páginas de Allegro, y lo confirmará a lo largo de la lectura, que este libro está bien investigado en lo que se refiere a personajes, lugares, fechas y acontecimientos históricos y musicales. Di-cho de otra manera: la ficción de Dorfman está construida sobre un sólido cimiento de realidad, y ello contribuye decididamente al disfrute de su libro. Otra consecuencia salutífera de Allegro es que sus páginas convocan una y otra vez al lector a revisitar la música de Mozart en general, y las obras ahí mencionadas en particular, como también provocan el deseo de acercarse de nuevo a la música tardía de Bach y conocer al menos algo de la elegante obra de su talentoso hijo Johann Christian. Entre las líneas de conducta particulares que Dorfman sigue al trazar aquí el retra-to de su personaje protagónico, destacan las pinceladas con las que nos recuerda que Mozart fue un jovenzuelo lépero y proclive a la escatología, particularmente en el ámbito de su relación epistolar y personal con su prima Thekla, conoci-da como Bäsle. El lector curioso puede abundar en esta faceta de la personalidad de Mozart buscando en la red y leyendo un texto sobre el tema escrito por el compositor Mario Lavista y publicado en la revista Letras Libres (31/marzo/ 2006). No está de más mencionar que la primera edición mexicana de Allegro (FCE, 2019) presenta en su portada, quizá por un impulso más comercial que literario, un cintillo equívoco que informa que se trata de ‘‘una historia policiaca del niño Mozart”, cosa que ciertamente no es. Más correcto en todo caso es lo que se afirma en la cuarta de forros, que define a este interesante libro de Dorfman como un thriller, que no es lo mismo.

Un detalle que llama la atención en Allegro es el hecho de que Dorfman utiliza en numerosas ocasiones ciertas palabras que son transliteraciones directas de términos en inglés y que en castellano no tienen el mismo significado. Dichode otra manera: pareciera que el autor escribió su texto (o partes de él) originalmente en inglés, o quizá simplemente estaba ‘‘pensando en inglés”.