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McQueen
U

na moda es una forma de fealdad tan terriblemente insoportable que tenemos que cambiarla cada seis meses, llegó a sentenciar un mordaz Oscar Wilde. El polémico diseñador de modas británico Alexander McQueen (1969-2010) pareció contravenir un postulado del dandismo de principios del siglo pasado, según el cual un artista bien podía depositar en su propia vida todo su genio y en su obra simplemente su talento. Su suicidio, por ahorcamiento, a la edad de 40 años, poco después de la muerte de su madre idolatrada, y al cabo de un largo y penoso consumo de drogas, de una liposucción tal vez innecesaria y de lidiar con una salud deteriorada por el VIH, interrumpió bruscamente una formidable trayectoria artística. McQueen (2018), el sensualista documental de los realizadores Ian Bonhôte y Peter Ettedqui, explora, de modo original y muy envolvente, las diversas etapas en la vida del diseñador precoz, niño terrible de la bohemia londinense, quien desde su natal medio obrero en la periferia londinense, y luego de estudiar en la célebre escuela de arte St. Martin College, dio un salto audaz hasta las pasarelas de la moda parisina, para disputarle a la firma Givenchy la hegemonía del glamur de su estilo de ropa.

Belleza salvaje. McQueen elige, de manera sugerente, una estructura narrativa determinada por algunas de las colecciones de moda que sacudieron los conceptos artísticos dominantes en los años 90 y, en el terreno moral, la noción misma de la corrección política. Era difícil imaginar que un diseñador británico pudiera imponer un nuevo canon estético iconoclasta en un mundo de la moda dominado hasta entonces por figuras como Yves Saint Laurent, Gianni Versace, John Galliano o Tom Ford. Lo que propone y finalmente impone McQueen es un desparpajo insólito en el vestir, con prendas elaboradas a partir de cualquier material (plástico, cartón, tela de desecho) encontrado en la calle o a precio de remate, cortadas luego con audacia y esmero en líneas y ángulos modernistas, cuya peculiaridad consiste en dejar ocasionalmente libres y desnudos los senos y el bajo vientre de las modelos, confiriendo siempre un toque temático a las colecciones. Al respecto, los títulos son elocuentes: Jack el Destripador acecha a sus víctimas, Belleza salvaje, La Atlántida de Platón, Violación en las Tierras Altas o Hay una selva afuera. Las pasarelas tradicionales se transforman en instalaciones escénicas. Los espectáculos causan furor y escándalo. Resulta irritante crear diseños de moda a partir del concepto de mujeres violadas o transformadas en panteras, o cubiertas de vendas, simulando accidentes o agresiones recientes. Al diseñador abiertamente homosexual (Salí directamente del vientre de mi madre a un desfile gay) se le tacha de inmediato de ser abiertamente misógino. Él capitaliza la indignación, se divierte con la solemnidad lastimada de las buenas conciencias, y rinde tributo en sus desfiles de moda, lo mismo a lo escabroso de un fotógrafo como Joel-Peter Witkins que a la música sensual y grandiosa de su colaborador y amigo Michael Nyman, autor también de la pista sonora del documental McQueen.

Cada segmento de la película alude así a un campo temático de la creación del diseñador y el grueso de los comentarios corre a cargo de personajes cómplices u observadores atentos de su trabajo. Destaca el testimonio de su mentora, la estrafalaria diseñadora Isabella Blow, cuya desaparición temprana le afecta casi tanto como la muerte de su propia madre, y a quien dedica la colección titulada La dama azul. Hablan también sus antiguos amantes masculinos, y familiares que aluden a una vida íntima anterior a la notoriedad mediática. Los realizadores de McQueen rehuyen la tentación melodramática de regodearse con el destino trágico del artista precozmente desaparecido. Acaso lo sugieren con la emblemática figura preferida del diseñador: un cráneo policromático tapizado de flores. Esa imagen remite inevitablemente al motivo de un cráneo en la empuñadura del bastón que sostiene desafiante el fotógrafo Robert Mapplethorpe en un célebre autorretrato. Los dos artistas seropositivos parecen haber dialogado con la muerte, de un modo sensual y premonitorio en sus propias obras, antes de desaparecer en la plenitud de su actividad creadora. McQueen, el estreno más sensual en cartelera.

Se exhibe en salas Cinemex y en el cine Tonalá. Sedes y horarios: www.cinemex.com, https://cinetonala.mx/

Twitter: CarlosBonfil1