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Ruta sonora

60 años de Rock Mexicano: entrevista con el Sr. González

E

n entrega pasada, este espacio dio voz al músico, productor y ahora investigador, Rafael González Villegas, alias El Señor González, ex integrante de Botellita de Jerez, quien llevó a cabo la titánica labor de compilar en tres tomos la historia del rock hecho en nuestro país, contada a través de la vida de 400 bandas y solistas locales: 60 años de rock mexicano, cuyo tercer volumen (1990 a 2016), acaba de ser editado por él mismo. En la primera parte de esta charla (https://bit.ly/370yM3F), relató cómo ideó este completísimo proyecto sin precedentes similares, armado con fichas por grupo, anécdotas y reseñas contextuales, y cómo cayó en la cuenta de que en México la producción rockera de 1956 a la fecha ha subsistido de forma ininterrumpida. Hoy, la segunda parte de esta entrevista.

Algo particular de estos volúmenes, es que están narrados desde la óptica de un músico: tal visión desde dentro de la escena conlleva criterios y preocupaciones propias de quienes se dedican a la música, como no ocurriría si lo hubiera escrito un periodista, un sociólogo, un historiador: Al final vi que la historia del rock en México es apasionante y me dio mucho orgullo ser parte de ella. Traté de transmitir ese entusiasmo, sin por ello ser complaciente con las bandas ni con la industria: fui crítico... Me interesa que estos libros generen más investigaciones.

Habló de los criterios para seleccionar a las bandas: Como antes dije, la lista fue primero de 500 grupos, pero de muchas no había nada documentado o no se podía acceder a quien lo contara, y se fueron quedando fuera. Otro criterio fue que hayan hecho su carrera en México. Por ejemplo, no están Rodrigo y Gabriela, Hocico o Santana, que la han hecho fuera, pero sí extranjeros que hicieron su carrera aquí y enriquecieron la escena. También, que hayan tenido presencia nacional y/o masiva, sonado en la radio, hecho giras o estado en festivales. Muchos en sus estados son relevantes, pero no trascendieron más allá: no fueron incluidos por dar orden y poner límites, no por demeritar.

Sobre la división, indica: “el primer tomo (1956 a 1979) tiene su carnita en los años 60; el segundo (1980 a 1989) contiene los textos más extensos, porque muchos grupos de entonces aún existen y sus biografías son más largas. El último tomo incluye 150 bandas, pero sus historias son más cortas, por llevar menos tiempo”. En cuanto al perfil sonoro de cada etapa, refiere: “El rock mexicano siempre ha sido un reflejo de lo que se oye en inglés, pero con su sello particular. Incluso cuando sólo hicieron covers, emplearon lenguaje local. El primer rocanrol en México fue sólo un ritmo para bailar con orquestas de salón, para adultos; no tenía connotación contracultural. Después comienza a ser interpretado por jóvenes con el léxico citado, pero es cooptado por la industria, que les dice qué tocar y separa a sus vocalistas para crear estrellas juveniles, concepto que en México no existía. Ven un mercado joven y lo explotan. Viene una especie de ‘rebeldía’ cliché, impostada. En el under, las bandas cantaban en inglés pues aspiraban a pegar en el extranjero y ser programadas en las estaciones locales de radio que ponían música anglosajona. Pero toda esa inocencia se da un madrazo con la realidad, con Avándaro. La prohibición posterior le pegó tanto a lo comercial como al under.

“En la segunda etapa, juega un papel crucial la campaña Rock en tu Idioma, creada por la disquera BMG para catapultar en México al rock argentino y español; la música de esas bandas marcó la pauta de lo que se haría aquí entonces. Pero se sumó algo más: tras el Terremoto de 1985, la sociedad ve que puede organizarse, y eso incluye hacer sus propios conciertos: comienzan los festivales de apoyo a causas, como los de ayuda a daminificados, o a la lucha estudiantil del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Surgen muchas bandas y un nuevo movimiento solidario, no mediático, con lo cual el rock retoma su carácter proscrito, a contracorriente, combativo, que había perdido. Pero eso también fue absorbido por la industria, y ese éxito de bandas alternas estalla en los 90.

En el último periodo, tras la entrega de cartas de retiro de las disqueras a muchos grupos y la aparición de Internet, todo cambia. Los sonidos se diversifican, la música electrónica tiene más influencia, el rock clásico pierde vigencia, hay más fusión de ritmos. Hoy los proyectos son más efímeros y la industria lo tiene monopolizado todo: venta de discos, organización de conciertos, venta de boletos, lo cual de nuevo deja a muchos fuera. Pero la creación autogestiva no se detiene.

Como conclusión, González dice sentirse alegre de ver a jóvenes interesados en esta historia: Es importante saber lo que pasó; conocer los errores para no repetirlos. Saber que todo lo bueno que hoy tenemos, existe gracias a las batallas que antes se libraron.

Twitter: patipenaloza