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La ópera es un arte incómodo, opina el tenor Ramón Vargas

En México falta voluntad de dirigentes y gobierno para consolidar el bel canto, sostiene en entrevista con La Jornada

 
Periódico La Jornada
Viernes 10 de enero de 2020, p. 3

La ópera es un arte incómodo, considera el tenor Ramón Vargas cuando se le consulta por qué México no ha podido consolidarse como potencia mundial en el bel canto si cuenta con el capital humano para lograrlo: cantantes, directores escénicos, escenógrafos y músicos de reconocida trayectoria internacional, como es su caso.

‘‘Lo que falta para dar ese salto en la ópera es voluntad, y no sólo de los que la dirigen, sino del gobierno. La ópera resulta incómoda por lo costosa que es, al conjuntar varias disciplinas artísticas. Las autoridades piensan que en lugar de cuatro funciones de esta expresión quizá es mejor programar igual número de conciertos y presentaciones de ballet y teatro”, explica.

‘‘Además, se necesita más tiempo para prepararla, más ensayos, y el Palacio de Bellas Artes perdió la esencia que tenía como teatro para ópera, ballet y conciertos; no nació para eso y ahora se ha vuel-to un lugar para todo y todo mundo quiere estar allí; quizá lo merece, pero no se puede, es un problema muy grande.

‘‘La ópera necesita más tiempo y recursos. Me parece que la ven como un estorbo; es el arte incómodo, definitivamente. Hay que tener presente que muchas de las ciudades más importan-tes del mundo se reflejan en sus casasde ópera, la calidad de los monta-jes de ese género tienen que ver con cómo son las urbes”.

Ramón Vargas regresará a México para recibir la Medalla Alfonso Ortiz Tirado, que le será entregada en reconocimiento a su exitosa trayectoria artística en la versión de este año del festival homónimo, que se desarrollará del 17 al 25 de enero en Álamos, Sonora.

Momentos antes de emprender el viaje, el reconocido tenor mexicano acepta una entrevista vía telefónica desde Viena, Austria, donde reside, y expresa su alegría por recibir la presea, sobre todo porque Alfonso Ortiz Tirado era un cantante al que le guarda gran admiración, por su refinamiento y clase.

Adelanta que en la gala de premiación interpretará un repertorio muy representativo de su quehacer operístico, el cual incluye arias de Mozart a Verdi, además de piezas populares mexicanas.

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▲ Ramón Vargas en un ensayo de la ópera Lucia di Lammermoor, en el Palacio de Bellas Artes, en 2017.Foto María Luisa Severiano

A punto de cumplir seis décadas de vida (el próximo 11 de septiembre) y con 37 años de carrera profesional, el cantante nacido en la capital del país se considera estar en plenitud física y artística.

‘‘Me siento en gran forma, con mucho brío, en un momento de madurez; todavía tengo mucho que ofrecer al público. Estoy como los vinos buenos: mientras más tiempo pasa, mejor sabor agarran.”

El cantante es consciente de que los personajes jóvenes han quedado atrás y que ahora lo suyo son los papeles de hombre maduro, de los que disfruta sobremanera. Sabe que la ópera internacional es un terreno muy competitivo y que las nuevas generaciones empujan fuerte. Lo que marca la diferencia en su caso, aclara, es la experiencia y su solidez técnica.

‘‘Mi técnica vocal ha posibilitado que mi voz se mantenga, no se esfuerce demasiado al cantar y mis interpretaciones sean espontáneas, que no me distraiga en pensar en cantar, sino en interpretar. Eso me ha permitido seguir a pesar del tiempo y tantas funciones que he dado; ya más de mil”.

Observador crítico, Ramón Vargas desconoce si existe hoy una política cultural en el país, aunque considera que las actuales autoridades pretenden hacer una política más abierta a partir de considerar otras formas de arte que antes estaban relegadas.

‘‘Lo que no se puede hacer es renunciar a lo que ya existía”, destaca y, a pregunta expresa, niega sentirse arrepentido de haber dirigido la Compañía Nacional de Ópera de México entre 2013 y 2015.

‘‘No me arrepiento porque lo hice con la mejor voluntad de dar mi experiencia para la ópera mexicana, pero las cosas no estaban en su mejor momento. En ese entonces, la cultura dependía de la Secretaría de Educación Pública y las relaciones entre el secretario y el presidente del entonces Conaculta no eran muy óptimas”, detalla.

‘‘Había un tortuguismo en todo lo que tenía que ver con Bella Artes y, en especial, la ópera. No teníamos condiciones ni sabíamos con cuánto dinero contábamos. Fue muy difícil.’’