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Ser Capital Europea de la Cultura hará que ciudad croata se reinvente

Nadie pensó que Rijeka ganaría el título; éramos desconocidos, admite funcionario // El programa se centra en el agua, el trabajo y la migración

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▲ Panorámica del Teatro Nacional de Rijeka, urbe de 200 mil habitantes que se viste de gala para el Año de la Capital de la Cultura en 2020.Foto Dpa
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de diciembre de 2019, p. 3

Rijeka. Muchos almacenes del puerto están vacíos, no hay vida en las fábricas, el astillero casi en bancarrota con su laberinto de muelles y grúas solo se mantiene a flote gracias a las garantías del gobierno.

En las empinadas montañas, los edificios socialistas se elevan majestuosamente sobre el mar. Así se ve a primera vista la ciudad portuaria croata de Rijeka, que en 2020 será la Capital Europea de la Cultura junto con la irlandesa Galway.

‘‘Nadie pensó que ganaríamos el título’’, celebra Ivan Sarar, director cultural de la urbe de 200 mil habitantes y jefe de la agencia de la Capital de la Cultura Rijeka 2020. ‘‘Éramos absolutamente desconocidos’’, reconoce.

Pero Rijeka tiene algo que ofrecer. Los magníficos edificios del casco antiguo poseen un estilo italiano y austro-húngaro. Un escenario joven de gente creativa y pioneros de empresas startup le da un aura de apertura urbana y aire despreocupado.

En la intersección entre Europa Central y del Este, entre los Balcanes y la región mediterránea, Rijeka –llamada Fiume en alemán, italiano y húngaro– tuvo muchos amos.

Hasta el siglo XX, la población era principalmente italiana, con fuerte identidad local y su idioma: el fiumano. La influencia del poder naval regional de Venecia era obvia.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad se incorporó a la Yugoslavia socialista con Josip Broz Tito. Las industrias que surgieron en la era de los Habsburgo se expandieron masivamente.

Con sus astilleros, refinerías, fábricas de azúcar y papel, Rijeka era una urbe socialista modelo. La población creció de 25 mil a 200 mil en 30 años.

‘‘Era una ciudad dura y frágil, así que no había mucha diversión’’, recuerda Sarar, de 46 años.

Pero las grandes industrias se disolvieron hace 20 años. A sus habitantes les quedó trabajar en el sector de servicios, en el turismo o emigrar. Sarar considera que el año de la Capital Europea de la Cultura es una oportunidad única.

‘‘Estamos reinventando esta ciudad posindustrial sin una idea clara de sí misma. Con los proyectos para 2020 está emergiendo una imagen del futuro’’, destaca.

Puerto de la diversidad, lema de múltiples actos

Como otras antiguas capitales de la Cultura, Rijeka renovará su infraestructura cultural con los fondos que recibirá por el nombramiento, una parte significativa procederá de la Unión Europea.

En el área de la antigua fábrica de azúcar se construye un distrito museográfico, con nueva biblioteca municipal y un museo interactivo para niños. Los almacenes del puerto ya albergan a los artistas de Delta 5 con sus estudios y laboratorios creativos. El vacío posindustrial se llena de nueva vida.

Un vasto programa atraerá en 2020 a los interesados en la cultura. Con el lema Puerto de la diversidad, el contenido se centra en el agua, el trabajo y la migración, temas claves para Rijeka. La exposición colectiva El mar incandescente (abril-julio) trata de las nuevas formas de economía asociadas al mar.

Compressorhead, banda de rock en la que los instrumentos son interpretados en directo por robots, actuará el 25 de mayo.

El músico y artista conceptual alemán Heiner Goebbels revivirá la antigua y abandonada piscina de Rijeka con su instalación The Anachronistic Bath House (agosto-octubre).

Porto Etno, festival de música y gastronomía del mundo, reunirá delicias de 100 artistas y 30 cocinas del 3 al 6 de septiembre.

Sobre los techos planos de los altos edificios socialistas se cultivan jardines que se convertirán en los puntos de reunión de sus habitantes, nuevos espacios para fiestas infantiles y veladas literarias (de marzo de 2020 a enero de 2021). También se integrará el área circundante y se crearán 11 esculturas e instalaciones permanentes en los pueblos de la costa.

Antes de la Primera Guerra Mundial, la urbe pertenecía a la monarquía de los Habsburgo como corpus separatum (territorio especial) de la mitad húngara del imperio.