Opinión
Ver día anteriorLunes 9 de diciembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Bravura desdibujada
L

os toros de Xajay, retadores, embistieron a los caballos con brío y recargaron en el puyazo. Los cabales disfrutamos la suerte de varas en algunos de los toros. Lástima que ninguno recibió un segundo puyazo donde realmente se ve la bravura. Los de Xajay dejaron la casta que traían en la vara. Los estragos aparecieron en las caídas en el redondel, en las dificultades en las faenas de muleta, tirando derrotes, viendo al torero, en lidias inciertas.

En la caverna obscura de la Monumental Plaza México, donde suena la afición, los toros parados impedían ver el espíritu torero de los alternantes. Espíritu relumbrante y florecido de Sebastián Castela que se enfrió al llegar a México y de Paco Ureña que se la jugó de verdad con unos pases en su segundo toro, que fueron miel sobre buñuelos decembrinos.

El frío contagió a los espectadores que consumieron ríos de alcohol de la más clara y transparente de las cervezas, buscando chispas que no aparecían en el ruedo. De aristocrático paladeo fueron los pases naturales de Octavio García El Payo, quien, para variar, echó a perder todo con la espada. Amén que su toreo de verdad se perdía en una multiplicidad de pases y luego pareció desdibujarse en su segundo toro. Sorprendieron sus verónicas muy lentas rematadas con dos medias verónicas que levantaron a los aficionados de sus asientos.

Espíritu torero perdido en la falta de gas de dos de los toritos premiados con arrastre lento y que impedían la transmisión de la labor de los toreros, en especial la faena de Castela, que se veía congelada. Me quedé con las ganas de ver el clasicismo del torero francés.

Los toritos de Xajay, de sonido grave y vibración aguda y temblorosa me confundieron, dejando un anhelo de esperanza que encubría el rito de la fiesta torera que busca burlar a la muerte en las tardes de domingo invernal mexicano, oro y púrpura, luna sobre la piel, pálpito que grita vida, mañanas fragantes de brisas frescas de niños y pájaros en vuelos locos en un discorde conjunto de sonidos navideños hasta formar un inmenso y doloroso ambiente en la familia torera.