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Aprender a morir

Paliativos restrictivos

A

bsolutamente todo nace, crece, se desarrolla y muere, desde los profetas más célebres hasta la flor más humilde, pasando por civilizaciones, potentados,oprimidos, matrimonios, amores, leones y renacuajos. Pero este rechazo a la impermanencia, a la naturaleza transitoria de seres y de cosas, impide mirar las terminaciones como parte de la vida que decimos amar y honrar. Obedientes, pero renuentes a cuestionarnos y a ser cuestionados, nos empeñamos en ver todo final como carencia o pérdida, y pretendemos aferrarnos a la vida con un temor más tris-te que la partida. ¿Por qué más triste? Porque nos pasamos la vida creyendo que creemos en un más allá venturoso, y a la hora de irnos, nuestras frágiles creencias lejos de aligerarnos nos angustian, precisamente por el desconocimiento de opciones para irnos.

La muerte natural es revestida con mil disfraces religiosos, científicos, tecnológicos y seudohumanistas que van de la solidaridad honesta a la crueldad más perversa, la que antepone utilidades, ventas e imposiciones desalmadas –sólo Dios da y quita la vida– a la posibilidad de elegir, reflexiva y libremente, el tiempo y la forma de morir. Legisladores solemnes invocan entonces el derecho a la muerte digna y, en el colmo de las intenciones enunciadas, pero difícilmente aterrizadas, el derecho del enfermo terminal a los cuidados paliativos, esa atención esmerada y multidisciplinaria a cargo de por lo menos ocho profesionales, con el propósito de dar al paciente que ya no responde a tratamientos curativos la mejor calidad de vida posible y oportuno apoyo emocional a sus familiares.

Se intenta acabar con el dolor, no con el doliente, es la justificación a tamaña utopía, siguiendo la línea ancestral del vitalismo a rajatabla, pues la medicina paliativa sostiene que siempre hay algo por hacer, al costo que sea, con el paciente, una vez agotados los recursos curativos. Y surgen cuestionamientos que el paliativismo elude:

¿Se le pregunta al paciente si quiere seguir con su situación terminal? ¿Todos desean vivir hasta morir de muerte natural? ¿Cuentan las instituciones de salud pública con personal, medicamentos, instalaciones y recursos para cuidados paliativos? ¿Cuántos centros de esta especialidad hay en México y a qué costo? Como Estado laico, ¿hasta cuándo impediremos el derecho del enfermo a optar por la eutanasia o el suicidio asistido? Más respeto a la inteligencia, por favor.