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Alzan la voz en la COP25

Hartazgo de jóvenes e indígenas por la inacción frente al cambio climático

La cuenca amazónica, uno de los enclaves más amenazados por la depredación del hombre, acusan

Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 5 de diciembre de 2019, p. 31

Madrid. Después de 25 años de escuchar promesas incumplidas y propuestas huecas de contenido, jóvenes y pueblos indígenas alzaron la voz en la cumbre del clima que se celebra en Madrid (COP25) para expresar su hartazgo y su rabia por la inacción de los gobiernos y de las principales economías del mundo, ante la degradación del planeta por el cambio climático.

Lo hicieron por separado, pero el mensaje era el mismo: seguirán presionando en las calles, defendiendo sus territorios, sus ríos, sus océanos y sus bosques, aunque en ello les vaya la vida. Y no cejarán hasta que en lugar de oírnos, finalmente nos escuchen de una vez.

En el mismo espacio de cien metros cuadrados en el que se desarrolla la COP25, alternan los miembros más activos de la sociedad civil, científicos, activistas, líderes territoriales, indígenas, observadores y participantes en conferencias, debates, seminarios y encuentros.

Los 196 representantes de gobiernos mantienen reuniones discretas y están negociando prácticamente en secreto las conclusiones finales de la cumbre, en las que fijarán su grado de compromiso con el mensaje lanzado estos días.

Una de las voces más beligerantes y combativas de los últimos años es la de la organización juvenil Friday for Future, que envió a una nutrida representación de activistas de los cinco continentes para insistir en que el planeta agoniza.

Greta Thunberg, joven activista sueca, es la cara más visible de esta plataforma ciudadana, si bien hay miles de jóvenes por el mundo con el mismo mensaje.

Joel Peña es mapuche, tiene 17 años y acudió a Madrid para exponer no sólo lo que padece su generación por lo incierto de su futuro, sino también para expresar el malestar de las comunidades indígenas –él pertenece a una de las más perseguidas del continente– para lanzar una alerta mundial sobre el gravísimo deterioro de los derechos humanos en Chile, con el gobierno de Sebastián Piñera.

“Estamos alzando la voz de las comunidades indígenas porque lo que está pasando en Chile es síntoma de un problema global. Es consecuencia de un sistema económico criminal que viola los derechos humanos y todos los días arrasa con pueblos y recursos naturales.

Australia está ardiendo y eso es el cambio climático, la destrucción de nuestra tierra. Por eso queremos no sólo que nos oigan, sino que nos escuchen de una vez.

Leah, de Canadá, expresó su hartazgo ante las mentiras de los últimos 25 años (desde que se celebran cumbres climáticas). Y encima el mundo occidental se enorgullece de una supuesta historia de logros. Pero me pregunto dónde está ese éxito: ¿En el imperialismo criminal? ¿En la dominación y explotación de los pueblos indígenas de los últimos 500 años? ¿En la muerte de nuestras tierras?

Haluka, de Nigeria, añadió que su continente, África, es el que más sufre los efectos del cambio climático y por eso no vamos a parar de movilizarnos, de exigir en las calles a los gobernantes medidas para que actúen de una vez.

Al clamor de los jóvenes se sumaron los pueblos indígenas, entre ellos los que forman parte de la Cuenca Amazónica, uno de los enclaves más amenazados por la depredación del hombre, pero también por las políticas que impulsan gobiernos como el de Jair Bolsonaro en Brasil.

Robinson López, dirigente del cambio climático y biodiversidad de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, explicó que la región está en grave riesgo, no sólo por la proliferación de incendios, sino también por la militarización, explotación y desplazamientos forzados por megaproyectos que destruyen el territorio de culturas enteras. Se calcula que en los últimos años se han perdido 2.5 millones de hectáreas del Amazonas por el fuego, la contaminación de los ríos por mercurio y la persecución sin tregua contra los líderes territoriales.

Greenpeace confirmó que el colapso del mar, debido al uso de combustibles fósiles, se está produciendo a velocidad vertiginosa y a gran escala, ya que altera la estructura y las funciones de los ecosistemas y provoca el calentamiento del agua, el aumento del nivel del mar y la acidificación y desoxigenación del océano.

La vida de entre 100 y 300 millones de personas podría verse amenazada si la crisis de los océanos continúa a este ritmo.