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El multimedallista paralímpico visitó méxico

Mi misión es cambiar mentalidades, más que enseñar a usar una prótesis: Popow

El ex campeón del mundo imparte clínicas sobre cómo entender que existen personas con el cuerpo completo, pero con ideas negativas

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▲ Integrante del programa Running Clinic, impartido por Heinrich Popow, en la Universidad Iberoamericana.Foto cortesía Ottobock
 
Periódico La Jornada
Jueves 5 de diciembre de 2019, p. a12

Cuando una persona amputada o con la carencia de alguna extremidad utiliza por primera vez una prótesis deportiva se enfrenta a un dispositivo extraño. Mitad ortopedia y mitad un aparato de alta tecnología. Hay que montarlo, sentir ese artefacto ajeno a la carne que sirve para suplir una falta. El alemán Heinrich Popow, multimedallista paralímpico en tres ediciones y ex campeón del mundo en cien metros planos, explica el proceso de adaptación necesario y la fuer-za de la voluntad que exige.

Lo más importante es apropiarse de la prótesis, hacerla parte del cuerpo, explica Popow; no verlo como un aparato ajeno, sino una extensión de nosotros.

En 2012, Popow fue imbatible en su categoría. No sólo conquistó el oro en los 100 metros planos; también consiguió bronce en 200 y en 4x100. El alemán sabe cómo se configura a un atleta exitoso, pero sabe aún mejor cómo se transforma la mente de una persona discapacitada en alguien que es movido por el combustible de la voluntad.

El multimedallista visita la Ciudad de México como parte del programa de inserción social para personas con discapacidad (el Día Internacional para conmemorarlo fue el 3 de diciembre), lo cual consiguen a partir del deporte. Popow entrena atletas de alto rendimiento, pero la misión más importante que se trazó es incendiar el deseo de la gente común que carece de alguna extremidad y quiere volver a sentir el vértigo de la velocidad por su propio cuerpo. De ahí, lo sabe, puede surgir algún medallista, pero no es la finalidad principal.

Perdí mi pierna a los nueve años, pero nunca perdí la pasión, relata Popow; estas clínicas que imparto no son sobre discapacidad o sobre cómo utilizar una prótesis, son sobre cómo cambiar de manera positiva la forma de pensar, de entender que existen personas con el cuerpo completo, pero con las ideas negativas. Si la gente quiere correr, va a correr, no importa si tiene las dos piernas o no.

La propia experiencia de Popow le sirve como punto de partida. Al inicio, estuvo a cargo de un estupendo entrenador, muy severo y profesional, pero que no logró tallar la pieza en que podía convertirse este futuro medallista. Dice que estuvo dentro de los parámetros de la normalidad en las competencias de alto rendimiento. Un día llegó con otro instructor. No era el mejor, técnicamente hablando, sin embargo, logró hacer de Heinrich una estrella del atletismo de velocidad.

Entrenar gente común con discapacidad es más importante que cuando entreno atletas adaptados de alto rendimiento, cuenta Popow; porque esos atletas exitosos no empezaron como grandes deportistas, sino como personas con una discapacidad que cambiaron la forma en cómo se veían a sí mismos y lo que querían en la vida.

Efecto Pistorius

Hubo un efecto expansivo con el éxito mundial del sudafricano Oscar Pistorius, el primer velocista amputado de ambas piernas que compitió en unos Olímpicos convencionales, reconoce Popow.

Pistorius no sólo demostró que podía ser tan rápido como un corredor convencional, sino que inspiró a de-masiadas personas con discapacidades. La caída del sudafricano es otra historia, condenado a 15 años de prisión por el cruel asesinato de su novia.

El legado de Pistorius en el deporte sigue intacto, es imborrable, considera Popow; pero lo qué pasó en su vida personal es un enigma que ni quienes investigan pudieron desentrañar, la historia de su vida privada es un tema del que prefiero no opinar, porque no sé qué ocurrió más allá de lo que dicen los medios.

Popow termina la clínica y observa orgulloso a los atletas profesionales, a quienes dio consejos técnicos, y a los jóvenes, su principal meta en quienes quiere dejar una impronta profunda.