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Recibe doctorado honoris causa

El sueño de José Mujica es construir un futuro social mejor: rector de la Ibero
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s José Mujica (izq.) es investido por el rector David Fernández (der.), con el doctorado honoris causa. Foto Cristina RodríguezFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de diciembre de 2019, p. 12

El viejo de los pantalones arremangados y los cabellos en desorden es, entre muchas otras cosas, un enorme costal de frases que conmueven, que invitan a pensar, que resumen en dos pases los asuntos más complicados de la geopolítica regional o de las causas de nuestros países.

La sencillez expresiva de José Mujica no es una impostura ni una salida artificiosa a la pobreza conceptual que suelen revelar ciertos políticos dados al refranero popular y a las frases de impacto nacidas en las oficinas de marketing.

Lo suyo es tan auténtico que a la salida del homenaje que le rinde, en forma de doctorado honoris causa, el sistema universitario de los jesuitas, la frase más escuchada es: Qué bonito habla, ¿verdad?

¿Qué frase, qué momento elegir de esa ametralladora de ideas que es Pepe Mujica, la figura de los gobiernos progresistas latinoamericanos que más viste y la que resulta más difícil objetar incluso para sus adversarios de las derechas?

En la cargada agenda hay preguntas cerradas que esperan respuestas en blanco y negro, rechazo o apoyo a causas o personajes.

Los que quieran soluciones fáciles, conmigo están perdidos.

¿Qué solución fácil podría esperarse de un hombre que, apenas recibe la medalla, dice que si pudiese tener un doctorado sería en calabozos porque pisó 100 veces la cárcel y cuyo cautiverio sumó 14 años, ocho de los cuales no pudo tener ni un libro? ¿De un hombre que a la mitad de sus 80 confiesa llevar 71 años de militancia política?

Un viejo que fue monaguillo

Mujica se encuentra primero con la prensa, luego con los estudiantes de la Universidad Iberoamericana y más tarde con el cuerpo académico, en una ceremonia formal que incluye la entrega del grado y de una medalla con la leyenda Tradidit Deus mundum disputationi (Dios puso al mundo para ser pensado). La medalla en el pecho de un hombre que no es creyente y que, sin embargo, ha visto morir personas en una sala de hospital y por ello dice: “Están hablando con un viejo que fue monaguillo y que no cree en nada… ¡Pero vaya servicio que brinda creer en algo!”

Por razones obvias, los reporteros insisten más que los jóvenes universitarios en buscar que Mujica hable de temas coyunturales.

De Bolivia, por ejemplo. Habla de su amistad con Evo Morales, considera que en el país andino puede haber una salida más o menos democrática y apunta que en el escenario boliviano observa el veneno del racismo. ¿La OEA de su ex canciller Luis Almagro? La nada.

Le piden, claro, que hable de México y de Andrés Manuel López Obrador. Se remonta a la larga y noble tradición de asilo mexicana para decir que una regla de oro es que los acogidos no podían meterse en asuntos nacionales. “Estúpido sería de mi parte si no fuera dueño de mi silencio… (Además) no voy a resolver nada”.

Ante la insistencia, responde: No quiero hablar de López Obrador. Porque no me conviene hablar, porque tengo que respetar la casa en la que estoy, porque tengo que desearle suerte y comprensión al pueblo mexicano, que vaya que tiene problemas.

Un poco antes se había referido a la más reciente amenaza de Donald Trump y expresado su rechazo a la idea de declarar terroristas a los delincuentes mexicanos. “Hay que ser Presidente de México con ese vecino… por favor, ténganlo en cuenta”, dice, para cerrar el tema.

Inevitable la pregunta sobre el movimiento que sacude hoy todas las latitudes. Y sí, habla de la resistencia de la sociedad patriarcal y dice que se irá acotando quizá más por el lado de la conveniencia de las sociedades, que por el capítulo de los derechos humanos. Siempre ha sido así: la esclavitud no desapareció por arriba, por los derechos humanos, desapareció porque salía más cara que tener trabajadores aparentemente libres. Cierra con una frase que considera paréntesis. Por favor, no pisoteen el amor.

¿El estado del mundo actual?

Mujica ve un dominio cada vez mayor de lo que llama neocolonialismo corporativo. Y plantea su salida: “Los Estados deben apuntalar a las burguesías nacionales… ni más ni menos, lo que están haciendo los chinos”.

En la ceremonia formal, el rector de la Ibero Ciudad de México-Tijuana, David Fernández, resumió el ánimo de los asistentes: se reconoce en Mujica su idea misma de la política, la cual considera no como un pasatiempo ni como una profesión para vivir de ella, para medrar, sino como una pasión con el sueño de intentar construir un futuro social mejor.

Mujica se deshace con rapidez de las preguntas que no le dejan decir lo suyo. Y lo suyo son los consejos del abuelo, en el sentido de hombre sabio. Dos de sus muchas joyas:

“Uno trabaja en el trueno y pa’ otro la llovizna… Pero no es poca cosa tener una causa para vivir”.

Dejen un cacho de tiempo de sus vidas para cultivar los afectos, porque al final lo único que queda son los afectos.

Así lo dijeron los gritos emocionados y los aplausos del día entero.