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Felipe Ángeles: recuperación de su batallar en la Revolución
C

ien años después de su fusilamiento, el 26 de noviembre de 1919, Felipe Ángeles encontró en Adolfo Gilly al historiador que revela una vida excepcional comprometida con la justicia y el deber, forjada en el estudio, en los retos y la disciplina militar desde su juventud.

Y quien, al final de esa mañana frente a su fusilamiento, “…hace lo único que puede hacer: ir hacia su destino lúcido y sereno. Una vez más, son el rebelde villista, el demócrata maderista, el hombre educado en sus misiones en Francia y en su exilio en Estados Unidos, el socialista solitario, el místico laico y, detrás de todos ellos, el oficial de carrera educado en la disciplina del Colegio Militar del Antiguo Régimen y fogueado en los combates y las batallas de la Revolución, quienes se confunden y actúan en la persona del general ante el consejo de guerra”.1

¿Por qué volver sobre la historia de la Revolución Mexicana y escoger a Felipe Ángeles como personaje central después de haber escrito La revolución interrumpida y El cardenismo, una utopía mexicana? Felipe Ángeles, el estratega, lleva a Adolfo Gilly a historiar nuevamente sobre la Revolución Mexicana, rescatando el papel de un hombre que por búsqueda y azares de la vida tuvo una presencia vívida, lúcida y digna durante el ocaso del régimen de Porfirio Díaz, las tentativas de acuerdo de Madero con Zapata, la conspiración de la Decena Trágica, los últimos días de vida de Madero, su incorporación a la División del Norte dirigida por Pancho Villa y donde se situó como el estratega en las grandes batallas que quebraron la moral y la fuerza del Ejército federal de Victoriano Huerta: Torreón, San Pedro de las Colonias, Paredón, Saltillo y Zacatecas.

En cada página de esta historia se expone una narrativa escrita con una prosa magistral que recrea el tiempo, el lugar, los sentimientos, las sensaciones expuestas o contenidas de los actores y frente a ello, Felipe Ángeles, con una actitud comprometida, reflexiva, de acumulación de experiencias. Así lo vivió, por ejemplo, durante la Decena Trágica, episodio que se había anticipado ante Madero y su equipo, con señales y advertencias desde un año antes, en particular, por personajes del antiguo régimen en lo que constituyó: “… en toda la acepción de las palabras, una traición ejemplar y un episodio de tragedia. Fue además y ante todo una historia entre militares”.2 Y, luego, con las batallas memorables, principalmente de San Pedro de las Colonias en Coahuila y Zacatecas que quedaron para siempre como aleccionadoras epopeyas de estrategia y arte militar.

Este libro, tal vez sin imaginar su dimensión, lo comenzó a bosquejar Adolfo Gilly cuando escribió el capítulo La División del Norte de La Revolución interrumpida, libro escrito entre 1966 y 1970, en la crujía N de Lecumberri y de donde salió después de seis años de cárcel, en marzo de 1972. Fue en ese capítulo donde ya reconoce al general Felipe Ángeles como artillero y estratega del ejército villista. Fueron los tiempos en que, como reconoció el autor al recibir la medalla Daniel Cosío Villegas, comenzó a estudiar y a escribir una historia de la Revolución Mexicana. Tiempos de cárcel en que comenzó a forjarse en la disciplina de historiador.

Felipe Ángeles, el estratega, es una historia que, sin duda, recupera para siempre las enseñanzas de tenacidad, rebeldía y dignidad de un hombre que jugó un papel fundamental en la Revolución Mexicana, y cuya conducta como él mismo reconoce lo hizo “…reo de dos enormes delitos: el de haber sido factor implacable contra el huertismo y el de haber arrancado la careta democrática de Carranza”.

Hoy, Adolfo Gilly, frente a la ola de rebeldía, violencia, preparación y ejecución de golpes de Estado –como el de Bolivia– y que abarca desde México hasta Argentina, siguiendo la senda propuesta de Marc Bloch respecto al oficio de historiar recupera las enseñanzas de la vida de Felipe Ángeles y le da una trascendencia histórica y universal con una elegancia literaria como la de León Tolstoi en Guerra y paz y rigor en la veracidad de los hechos, en su narración e interpretación como León Trotsky en Historia de la Revolución rusa.

La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizá es igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente.

Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiar. Ed. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México 1995, p. 155.

1 Adolfo Gilly, Felipe Ángeles, el estratega. Ed. Era, México 2019, p. 744.

2 Adolfo Gilly, Cada quien morirá por su lado. Ed. Era, México 2013, p. 11.