Opinión
Ver día anteriorMartes 19 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Toros
Arturo Saldívar y La Estancia tequilera
L

os toros de La Estancia de nombre tequilero que le tocaron a Arturo Saldívar me recordaron la novela del alcohol de Malcon Lowry, Bajo el volcán –que para la mayoría de críticos es la mejor novela escrita por un extranjero sobre México–, a su vez, la del buen samaritano, el fantasma que hierve y no se muere. Es la embriaguez con los compadres, los amigos, la búsqueda de una madre perdida, de la ternura. Es el encuentro con otro alcoholizado igual que uno en la llamada la cantina más grande del mundo, la Plaza México, a compartir los tequilitas, los limoncitos, la salecita, la salucita y ¡venga torero!

Al encontrarse Saldívar con toritos tan suaves, se llevó la sorpresa de encontrarlos, no en Los Recuerdos del Porvenir, sino en el coso de Insurgentes. La sorpresa de Arturo Saldívar, que aún no vuelve en sí, es que le salieron dos toritos de La Estancia, dos compitas con los que debe soñar.

Toritos que fueron verdaderos bombones para lucir el toreo grande, con el encanto de embestidas claras, suaves, pastueñas y que literalmente planeaban.

El primero de ellos asombraba por su nobleza, acariciar placentero, planeador. Curiosamente, le pegó una voltereta que se buscó el mismo torero. ¡Qué embestidas de toros perfumados de claveles y canciones de plata en los arroyos!

Saldívar se dio cuenta hasta que apareció su segundo enemigo de los bombones que le deparó el destino, y eso sí, le dio dos tandas de pases naturales rematados con el depecho que enganchó, templó, mandó y calentó el tendido congelado.

Quién sabe qué pasaría, en la transmisión de los efluvios etílicos de la cantina más grande del mundo, a Saldívar, que se perdió y en la tarde que sería de consagración, se salió de suerte al matar, al igual que a su primer enemigo, perdiendo las orejas inexplicablemente a toros de arrastre lento o de vuelta al ruedo que sólo se le concedió en el primero.

¡Que no puede ser! Arturo Saldívar no se quiere dar cuenta del gran torero que es. Faena como la realizada a su segundo toro, hay que rematarla en estocada a volapié. Si quiere ser la gran figura del toreo mexicano.