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Estoicas, 800 mil personas toleraron lluvia y frío para ver el Megadesfile del Día de Muertos

Los 2 mil 600 artistas participantes tampoco se doblegaron y completaron las más de tres horas de recorrido

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▲ El tema de este año fue el regreso temporal de los muertos desde el Mictlán al mundo de los vivos.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de noviembre de 2019, p. 4

Ni la intermitente lluvia, el fuerte viento ni el rencoroso frío malograron el ánimo celebratorio del Megadesfile del Día Muertos efectuado este sábado en la Ciudad de México, organizado por la secretaría capitalina de Cultura.

Decenas de miles de personas –807 mil, según cifras oficiales de la dependencia– soportaron con paciencia estoica tales adversidades climatológicas durante las poco más de tres horas y media del recorrido, que abarcó de la Estela de Luz, en la entrada del Bosque de Chapultepec, al Zócalo capitalino.

Ese mismo estoicismo fue mostrado por los más de 2 mil 600 artistas que, según las autoridades, hicieron posible este vistoso carnaval en homenaje a los Fieles Difuntos. Artistas cuyo ánimo jamás se doblegó, aunque varios de ellos vestían prendas ligeras, y se mostraron entusiastas y alegres todo el tiempo.

Más de 26 comparsas

La primera de las 26 comparsas llegó al primer cuadro de la urbe dos horas y 40 minutos después de haber partido de la Estela de Luz, en medio del júbilo de la variopinta concurrencia, que a lo largo de los 6.6 kilómetros que median entre ambos puntos formó una extensa valla humana.

Una barrera que de forma involuntaria se convirtió en parte más del espectáculo por los vistosos colores de los suéteres, abrigos, chamarras, impermeables, capas y paraguas que se usaron para encarar los embates de Tláloc, Ehécatl e Itzlacoliuhque, las deidades aztecas de la lluvia, el viento y el frío, de forma respectiva.

Niños, jóvenes, personas maduras, ancianos; solos, en pareja, en familia o en palomilla de cuates; disfrazados muchos como Catrinas o Catrines, demonios, vampiros, brujas o zombis, o al menos con el rostro pintado de calavera o con tocados de flores en la cabeza. Nadie era indiferente a la estela de fiesta que dejaba el desfile en su recorrido. Incluso los turistas extranjeros, entre el azoro y el divertimento, se sumaban a ese espíritu.

Fusión cultural

El banderazo de salida fue dado por el secretario de Cultura de la ciudad, Alfonso Suárez del Real, en punto de las 13 horas, luego de dar una breve explicación sobre la celebración del Día de Muertos, uno de los acontecimientos más importantes del país.

Resaltó que el 1º y 2 de noviembre se puede percibir en esta tradición la fusión de nuestra raíz mesoamericana y su contraparte católica europea. Recordó que para el mundo mesoamericano, particularmente para la cultura mexica, la muerte nunca representó el final de la vida.

Este proceso era visto como un paso necesario hacia otras formas de existir. Los difuntos seguían participando de manera ritual en sus comunidades. Entre los aztecas existían varias fiestas en honor a sus muertos, éstas variaban según la forma en la que fallecía, narró el funcionario.

Acento ciudadano

El regreso temporal de los muertos del Mictlán al mundo de los vivos fue este año el tema del desfile, que tuvo como principal novedad un marcado acento ciudadano en su organización mediante la participación de casi una treintena de colectivos culturales, artísticos y sociales de la capital de la República. Otra de las particularidades de esta versión fue que en varios puntos del recorrido se instalaron templetes donde se daba información sobre el origen de la tradición del Día de Muertos, lo cual se alternaba con música popular relacionada con el tema.

Entre otros rubros, se contó que en México la instauración oficial de esta tradición se dio en el siglo XVII, avalado primero por los concilios provinciales y luego por la bula del papa Gregorio XVI en 1839.

Trece carros alegóricos (uno de ellos alusivos a la novela Macario, de B. Traven), malabaristas, acróbatas, zanqueros, bailarines de diversos géneros, chinelos, jugadores de pelota prehispánica, charros, catrinas, mojigangas y homenajes con fotografías a gran escala de Miguel León-Portilla, Francisco Toledo y José José fueron parte de esta policromática ofrenda mortuoria, acompañada de música de banda de viento, sones jarochos y huastecos, ska, mariachi y batucada, entre otras.