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Trump mata a Bagdadi... y revive al Isis
P

or lo regular, el Señor da y el Señor quita. Pero esta semana, en la Casa Blanca celestial, las cosas funcionaron al revés. El señor Trump le quitó la vida a Abú Bakr al Bagdadi y luego revivió al Isis al decirnos que había amagado con enviar a los asesinos sobrevivientes de su organización a las fronteras de Reino Unido y de otras naciones europeas.

¡Cómo se habrán reído los chicos del Isis al escuchar esa oferta extraordinaria! Cómo sus camaradas que están en gestación dentro de nuestras fronteras se habrán animado con esa sugerencia. Durante años nos hemos indignado con el vicioso culto del Isis, pero no contábamos con el culto de Trump.

Cierto, la locura particular de Trump no es tan costosa en vidas inocentes como la del Isis (a menos, claro, que uno sea palestino o kurdo o uno de los 60 mil presos políticos de Al Sisi). Y, dado que los estadunidenses y los rusos ya han afirmado antes que habían matado a Al Bagdadi, tal vez sea prudente dejar pasar los tres días de rigor por si acaso el malvado brinca por allí en otro video. Quizá recuerdan que a Osama lo matamos cuatro veces antes de que fuera cierto.

Pero esta vez Trump hasta dio las gracias a Rusia, Siria e Irak… ¿con Siria se habrá referido acaso al régimen de Assad? De ser así, sin duda es algo que deberá debatirse en el palacio presidencial de Damasco, cuyo ejército ha estado combatiendo al Isis –entre muchos otros– durante más años que el ejército estadunidense.

Pero también dijo Trump que el apoyo de las naciones europeas fue una tremenda decepción porque no quieren repatriar a sus nacionales que son miembros del Isis, y añadió: “Yo les dije realmente: si no los reciben, voy a ponerlos allí en sus fronteras y pueden divertirse capturándolos de nuevo… Podrían regresar… no pueden volver a nuestro país. Tenemos mucha agua entre nuestro país y ellos”.

Bueno, eso no sólo fue extraño, sino que sencillamente es el lenguaje del manicomio. Fue una verdadera motivación para los sobrevivientes del Isis.

Si fue como ver una película, entonces, claro, tenía que venir con el toque hollywoodesco de Trump.

Y, por supuesto, Trump nos dijo que Al Bagdadi “murió como un perro, como un cobarde… llorando, gimiendo y gritando”. Bueno, puede ser. Más bien parece la forma en que mueren los niños. Sus tres hijos, para ser precisos. Es un poco difícil imaginar a Al Bagdadi gritando y llorando en su túnel sin salida mientras tanteaba para detonar su cinturón suicida (prueba, desde luego, de que siempre supo que Estados Unidos iría por él). En cuanto a que el mundo es ahora un lugar mucho más seguro, bueno, habrá que esperar. Estos cultos islamitas tienen por lo regular un líder en crisálida esperando tomar el lugar del difunto. O una versión todavía peor de su propia cruel institución.

Como de costumbre, tendremos también que esperar unos días más para saber cuántos otros inocentes fueron abatidos en esta incursión. Sugerir que todos eran miembros del Isis tiene también algo de hollywoodesco.

Tengamos algo por seguro: la historia original del ataque a Al Bagdadi va a cambiar. Nos enteraremos de otras cosas. ¿Hubo involucramiento israelí? ¿Cuánta ayuda dieron los rusos? ¿O los sirios? ¿O los kurdos? ¿O tal vez el mismo Isis, si ya estaba cansado de su abyecto liderazgo? O fue sólo algún tipo interesado en los 25 millones de dólares de recompensa…

Pero, por el momento, Trump tiene un halo refulgente a los ojos de sus partidarios republicanos. Si su ejército –y recuerden, dado el apoyo de los militares a Trump, probablemente es su ejército– puede acabar con el terrorista más buscado del mundo, ¿entonces qué es esta tontería del juicio político que preparan sus enemigos internos demócratas? ¿Cómo se puede comparar abatir a Al Bagdadi y hacer un mundo más seguro con esas ridiculeces sobre Ucrania?

Y Trump pudo observarlo casi todo en vivo, así como Obama presenció la muerte de Osama. Bueno, en una era en que se puede transmitir por Internet la muerte de inocentes, por lo menos ahora pescaron a los chicos malos.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya