Opinión
Ver día anteriorLunes 14 de octubre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nosotros ya no somos los mismos

Una obra clásica con final feliz para todos // Colaboradores de Graue //La habilidosa hampona

Foto
▲ Cecilia Gurza –esposa de Carlos Ahumada– y Rosario Robles, durante un día de visita al empresario en el Reclusorio Norte en 2004.Foto Alfredo Domínguez
I

nterior. Día. Oficina del Ministerio Público en Los Reyes, Coyoacán (inolvidable DF). El recinto era pequeñísimo. Calculen la sala/comedor de una vivienda de interés social del Infonavit y ya tenemos el set perfecto para mostrar las limitaciones, carencias e ínfimas condiciones en las que cotidianamente se ejerce la justicia llamada de barandilla, único nivel al que tiene acceso (dije acceso, no buen trato, ni menos equidad y justicia), la broza, la canalla, el infelizaje o séase: según las declaraciones que ante la prensa nacional acaba de rendir el señor secretario de Hacienda hace 72 horas, más de la mitad de los mexicanos que viven o sobreviven, en estos tiempos en nuestro país.

Omito la descripción del lugar o, como siempre, no llegaré al final de la historia. También de los personajes y su significado. Además, no quiero que una pobre síntesis evite la lectura de una gran pieza del teatro mexicano de hace apenas unos años. Mi intención era tan sólo comparar las diferentes reacciones de cuatro mujeres y dos hombres involucrados en affaires semejantes: el hombre del primer trío se llamaba Marco Antonio Lesur, a quien ya dijimos sus dos roommates llamaban Tony y que, infortunadamente no se trataba de un homónimo, sino que ¡quién lo creyera!, de un solo embaucador, un solo gamberro, fanfarrón, pachuco, majo, balandrón, fachendoso, chulapo, stockfish, cafiolo, espadachín, maipiolo. Para nosotros, simplemente un señor padrote y de los buenos, entre los que incluyo al príncipe Ugo Conti. Véase Casi el paraíso, obra del para mí excepcional novelista y cronista de la segunda mitad del pasado siglo mexicano, Luis Spota.

Esta descripción de Tony me recuerda inevitablemente a algunos compañeros de mi generación, metrosexuales de aquel momento que en esos ayeres pasaban en el gimnasio todos los tiempos que correspondían a las muy pocas horas de clase que conforman el plan de estudios de la carrera de licenciado en derecho y, ahora, ante mi asombro, son doctores e ¡incredulidad peor que la del apóstol Tomás!, autoridades que juzgan el comportamiento de los ahora estudiantes, cuando en los sesenta eran los hampones cotidianos de la vida universitaria. Al doctor Graue le haría mucho bien acudir con un buen oculista para tener una visión más clara de quiénes son sus cercanos colaboradores.

Pero terminemos ya con los comparativos. En el primer triángulo encontramos a Tony frente a la disyuntiva: la arquitecta Gabriela o la cultora de belleza, Marlene. En el triángulo segundo los protagonistas eran: don Carlos Ahumada Kurtz y, enfrente doña Cecilia Gurza González, en la otra esquina, a la amazona perredista doña Rosario Robles Berlanga. Los finales son diferentes. No voy a decir el apoteótico remate de Rosa de dos aromas ni el final de Carlos y Rosario, que es del dominio público.

Me concreto a decir que Gabriela y Marlene mostraron sin rollos, biblias, evangelios, ni discursos antiguos, resentidos y cargados de frustraciones individuales, un digno liberador camino.

A doña Rosario ya le encontraron que miente hasta en los insignificantes datos para obtener una licencia de manejo. Luego hay otros pequeños asegunes sobre sus propiedades domiciliarias (en este y otros territorios), que no son precisamente de interés social y, algo no fácilmente ponderable (moralmente imposible): subastar la participación de su hija, sí, de su hija, para que se empoderara en una organización política contra la que ella, sí ella, su madre y su honorable padre, combatieron toda la vida (la de ella no fue ciertamente toda la vida, como diría Emmanuel). Haberle conseguido a su hijita, por las mejores conveniencias posibles: ingresos, influencias, currículum, escalafón (de pacotilla), el primer peldaño de la escalera chiquita que la Bamba dice que: con otra más grande (que mamá proveerá), se necesita para llegar al cielo, o séase a gabinete, a menos que la propia constructora de esas escaleritas le tenga que decir a su hijita perdóname mi vida, pero yo soy mano.

En fin, que en la modestísima opinión de quien esto, con toda dificultad, teclea no puede, como en la genial obra de Carballido, brindar un final que deje contentos a todos. Yo estoy convencido que RR es culpable de la mayoría de las acusaciones por las que ha sido consignada, pero una sola de ellas, no comprobada a cabalidad, echa abajo todo lo que sabemos que es verdad, en cuyo caso Rosario debe salir libre y gozar de los beneficios que su infamia y perversidad innegables, pero no legalmente comprobables, hasta ahora, le permiten. Si, en proceso debido, dejamos libre a esta habilísima hampona, la 4T estará en deuda o en duda.

Twitter: @ortiztejeda