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Ciudad perdida

Una comilona, dos salidas // Taxistas y SG

N

o hace mucho, el 16 de mayo para ser exactos, en un restaurante de la colonia Roma se encontraron, seguramente para platicar de problemas comunes, dos personajes que casi al mismo tiempo abandonaron el escenario de lo público.

Nos referimos a Eduardo Medina Mora, quien dejó, por voluntad propia se ha dicho, su ministerio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y Jesús Orta Martínez, de quien también se dice salió de la Secretaría de Seguridad Ciudadana por la puerta del lugar común: motivos personales.

Seguramente los motivos de uno no serán los del otro, aunque hay quien asegura que en política no hay coincidencias, y las renuncias de uno y otro, casi a la par, han hecho que se levanten muchos comentarios, insidiosos, desde luego, que pretenden explicar lo que de todos era conocido.

El caso de Medina Mora, según consta en los diarios del fin de semana, es hasta insultante. Resulta que el aún ministro –hoy se decidirá en el Senado si acepta su renuncia, cosa casi segura– favoreció a criminales –no nos han dicho cuáles– dedicados, por ejemplo, a la trata de personas, delito que lastima con constancia a la sociedad mexicana.

Su proceder causó daños irreparables a los habitantes del país, pero también dañó profundamente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ahora tendrá que recuperar la credibilidad herida.

Hoy queda más cuestionada que siempre la imparcialidad de los juicios de la institución que Medina Mora demostró, puede ser infiltrada por intereses que no son los de la justicia únicamente.

Pero además nos ha enseñado que desde allí, desde la Suprema Corte, se puede obrar con gran margen de impunidad, puesto que a los juzgadores no hay instancia que los juzgue.

Tal vez sea este el momento adecuado para reflexionar sobre el funcionamiento de esta institución. Crear los ámbitos de justicia que se requieren ahora –en la Cuarta Transformación– son de necesaria urgencia. Tal vez sin un cambio drástico en la economía y otro más en el aparato de justicia la 4T sólo quede en una idea bonita, pero nada más.

En cuanto a Jesús Orta, de quien ya mucho hemos hablado en este espacio, parecía no tener otra salida. Lo suyo no es la corrupción; estamos seguros que es un hombre honesto, pero sirvió para cumplir con un capricho: el de Marcelo Ebrard, que por lo mismo nada tenía que ver con la eficiencia, sino con la demostración de que podía extender la mano hacia cualquier ámbito de gobierno, mano que ahora queda cercenada.

En aquella comida del 16 de mayo, ni Medina Mora ni Jesús Orta sabían, seguramente, que la fecha de caducidad de su labor en el ámbito público estaba cercana. Nunca se logró saber de qué hablaron estos dos personajes en esa larga sobremesa de uno de los mejores restaurantes de esta ciudad. ¿De qué hablarían?

De pasadita

Una buena negociación rompe con todas las malas intenciones y ayer en la Secretaría de Gobernación se desarmó una de las manifestaciones más peligrosas que se han vivido en esta ciudad.

Es muy probable que los argumentos de los taxistas que bloquearon calles, avenidas y hasta el aeropuerto se sostengan con razones entendibles. Los impuestos que ellos pagan son mucho mayores que los que se cobran a los servicio de transporte que se ofrecen por Internet, y eso desequilibra la balanza, pero también es cierto que el servicio que prestan los taxistas que protestan está cada vez peor.

Las negociaciones que aplacaron el caos al parecer tienen un aceptable margen de éxito. Con ello se trata de conseguir un resultado justo que permita evitar que muchos miles de dólares que produce el servicio por plataforma se vayan de México sin pagar impuestos y que el servicio de taxis tradicionales mejore en todos los sentidos. Ya veremos si esto es posible muy pronto.