21 de septiembre de 2019•Número 144•Suplemento Informativo de La Jornada•Directora General: Carmen Lira Saade•Director Fundador: Carlos Payán Velver

El sendero de los olores,
entre memorias que sanan

Julio César Gonzales Oviedo Doctorante en Desarrollo Rural, UAM-X


Semana Santa guarijía, Loreto. Claudia Harris

Las maneras de relacionarse con y en el entorno difieren de lugar a lugar, según los pueblos y culturas que lo habiten. Así, en nuestro cotidiano básicamente urbano estamos sobreexpuestos a estímulos visuales, y no desarrollamos en la misma dimensión otros acercamientos sensoriales a nuestras relaciones sociales. Nuestra vinculación, formas de reconocer y conocer los paisajes que habitamos pasan prioritariamente por un canon de lo visual, seguido de lo sonoro en menor medida, dejando de lado o sin atención, la gama de sentidos que nos permiten abrir un umbral sensorial, con los que también nos relacionamos de manera concreta, como el mundo de los olores, las memorias y significados que guardan.

Durante una visita grupal al pueblo Comcaac que realizamos con compañeros de estudio del doctorado en Desarrollo Rural, en la UAM Xochimilco, en mayo 2018, pude conocer de cerca esa capacidad sensorial de este peculiar pueblo que habita el desierto de Sonora a las orillas del Golfo de California. Este fugaz encuentro dejó una serie de lecciones para romper con ese canon de visualidad que predomina en nuestras prácticas culturales y modos de abordar los estudios de la cultura, y recordar que hay otros caminos de estar y compartir el territorio desde las sensorialidades que éste provoca y están presentes en nuestra cotidianidad, inmersas en la construcción del sentido común desde un lugar situado.

Los seris o comcaac (como se autodenominan) son un pueblo indígena ubicado en el desierto, que durante generaciones vivió de la caza y la pesca; con el tiempo pasó de ser una tribu semi-nómada a establecerse en asentamientos, en dos pueblos que se ubican en el llamado Mar de Cortez: Punta Chueca y El Desemboque del río San Ignacio. Su conocimiento a través de lo olfativo de las plantas medicinales, sobre todo de la salvia, desempeña un papel importante en varios ámbitos de la vida humana y no humana de su territorio. Es a través de esta sensibilidad olfativa que han desarrollado con el tiempo que incluso pueden entrar en comunión con los espíritus y sus memorias, conocer y manejar las propiedades curativas y protectoras de plantas y animales. Configuran una especie de lenguaje olfativo para nombrar, dar valor y sentido a su entorno humano y no humano.


Templo guarijío, Loreto. Claudia Harris

El conocimiento olfativo de esta comunidad nos invita a reconocer el papel cultural de los olores, y de esta manera a entrar a un campo de múltiples posibilidades y significaciones, según el contexto en que se usen para provocar y agitar las memorias que se guardan desde la tradición oral inscrita en su habilidad con los olores, y ésta a su vez se transforma en hilos que tejen la memoria colectiva que heredan como gente del desierto. Sin embargo, los cambios que ha sufrido el pueblo comcaac raíz de su asentamiento son diversos. Destaca el desencuentro entre jóvenes y mayores respecto a ciertas prácticas culturales, sobre todo las vinculadas al ejercicio de la medicina tradicional.

En la actualidad las nuevas generaciones van dejando su vinculación con esa habilidad olfativa que ha caracterizado a su pueblo; son menos los jóvenes que participan o tienen contacto con las plantas y animales que emanan los olores curativos que han sido parte de la vida comunitaria de su pueblo durante mucho tiempo. Se percibe el cambio hacia un estilo de vida más cercano a lo que llamamos “lo occidental”, siendo cada vez menos personas las que hacen uso de sus saberes medicinales tradicionales y optan por los productos farmacéuticos.

Frente a estos cambios se abre un campo de estudio desde las apuestas por una antropología sensorial, para documentar las prácticas sus transformaciones. No con el afán de buscar o pensar la cultura de los pueblos indígenas como algo estático y no cambiante, sino por los conocimientos que se pierden en estos olvidos del lenguaje olfativo y la sabiduría que guarda. Es un llamado a pensar los estudios de la cultura desde dimensiones ampliadas y romper con el canon etnográfico centrado en la visualidad. Reconocer otras textualidades posibles desde la conciencia de nuestros sentidos como agentes de conocimiento. •

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