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Sanctorum, retrato del campo mexicano y su invisibilización: Joshua Gil

La cinta es la primera del país en clausurar la Biennale de Venecia

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▲ La película navega entre el documental y el suceso mágico, expresa el realizador.Foto cortesía del cineasta
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 10 de septiembre de 2019, p. 7

Tan sólo en 2018, la cifra de muertes con violencia en nuestro país alcanzó un récord de 36 mil personas, llegando a sumar 250 mil 547 homicidios desde 2006, año en el que la estrategia contra el narcotráfico se tornó en una guerra, dando inicio a uno de los episodios más violentos que hemos vivido.

Para su segundo largometraje, Joshua Gil asumió el reto de dar un nuevo giro a las narrativas alrededor de un tema que cada día se siente más oportunista que oportuno en las pantallas, llegando a la Biennale de Venecia para cerrar la semana de la crítica en su edición, 34 con el estreno de Sanctorum, que se convirtió en la primera película mexicana que ha clausurado dicha sección.

Con Sanctorum, Gil regresa al México rural para contar una historia que oscila entre la terrible realidad del campo en el país y la fantasía, enfocado en la historia de una familia, en la que la madre de un pequeño niño de la comunidad Mixe, al convertirse en una cifra más de la mencionada violencia, lo obligará a emprender una búsqueda espiritual con la esperanza de reencontrarse con ella.

Desde tierras italianas, el director mexicano platicó con La Jornada sobre las inquietudes detrás de la realización de la película, así como de la importancia que aún conserva el cine para dar voz a quienes muchas veces les ha sido arrebatada.

–Algo que he visto en tus dos cintas es que los personajes toman cartas en el asunto para resolver sus problemas, sin esperar la injerencia externa.

–Los personajes de mis historias son víctimas involuntarias. Retrato el campo mexicano y su invisibilización. Son temas fundamentales. Su preocupación principal es subsistir y tener un nivel de vida decente. En Sanctorum retrato ese campo criminalizado, donde los campesinos han tenido que cambiar su estilo de vida, dejando de lado el cultivo de maíz para trabajar directamente con el narcotráfico. Es la necesidad de subsistir lo que los obliga a sembrar mariguana o amapola. Al igual que en La maldad, se trata de campesinos, aunque en aquella es un personaje tratando de cumplir un sueño y tener una muerte tranquila, mientras que en Sanctorum estamos hablando de la subsistencia y la vida.”

Nueva especie de esclavismo

–Es una nueva especie de esclavismo. No pueden evitarlo, porque el campo es lo único que saben trabajar...

–Efectivamente. Es una situación extrema, porque llevan años viviendo así, y deben tomar decisiones.

–Siguiendo con los paralelismos a La maldad, en ambas películas retratas el choque cultural entre lo rural y lo estructural en términos occidentales capitalistas. ¿Por qué te interesa ese choque y en qué momento decidiste integrar los elementos fantásticos de esta historia?

–Lo qué sucede en el caso de Sanctorum es que busqué proveerla de un tema muy familiar. Mis abuelos provienen de esa estirpe, son campesinos, por ello siempre he sido muy cercano y sensible a esos temas. Con esa cinta aprovecho y así hago un comentario sobre el campo, que de inmediato me remite a otros temas tristes, como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

“La película está formada de manera documental en una gran parte. Después viene lo fantástico, porque no quiero abordar el tema como ya se ha hecho antes. Sería un error decir que Sanctorum es un filme sobre el narco; en realidad va mucho más allá. La propuesta es reflexionar sobre el campo mexicano.”

–El campo en nuestro país no sólo está castigado en lo estructural, sino también en cómo se le representa en los productos culturales. ¿De qué manera crees que tu película aporta al combate de ese olvido?

–El problema es que muchas de las políticas en cuanto al campo no han sido adecuadas. De esta manera se les criminaliza, porque ahora parece que cualquiera que se dedica a la siembra y al cultivo, de inmediato se le relaciona con la corrupción o el narcotráfico, pero eso es mentira.

“La gente que se dedica al cultivo de la mariguana no gana más de 200 pesos a la semana en muchos casos. No importa si es mariguana, amapola u opio, esa gente sigue siendo pobre y vulnerable. Son familias rotas, en las que el padre ha sido asesinado o desaparecido, al igual que la madre en muchos casos, víctimas tanto del narco como del Ejército. Estados como Puebla, Oaxaca, Michoacán o Guerrero están completamente en esa realidad.

“Entonces estamos replanteando esa realidad y usando el cine para preguntarnos qué podemos hacer. Si acaso el campesino puede tener un final digno, este debe ser luchando y defendiéndose. Así es como Sanctorum navega en ese limbo: entre el documental sobre el campesino amenazado, a punto de la desesperanza, y el suceso mágico que propone un final mejor para todos.”