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Manchas de Koplik
A

l final del siglo XIX tuvo lugar un hecho afortunado, aunque poco común en la medicina. Henry Koplik, médico originario de la ciudad de Nueva York, descubrió e hizo la primera descripción detallada de un signo que es característico de una enfermedad. Se trataba de unas manchas que aparecían consistentemente en la mucosa bucal en las personas con sarampión. Lo describía así: Invariablemente se observa una erupción característica, la cual consiste en pequeñas manchas irregulares, de color rojo brillante. En el centro de cada mancha, observada con luz natural fuerte, una manchita diminuta, blanco azulosa. Estas manchas rojas, con su manchita central acompañante, son absolutamente patognomónicas del periodo prodrómico (etapa inicial de la enfermedad) sarampionoso, y cuando se les ve, se puede predecir confiadamente la aparición de la erupción cutánea (cita tomada de Teodoro Carrada y Georgina Vélazquez. Sal. Púb. Med. XXII, 1980). La palabra patognomónico siempre me ha maravillado; en medicina se refiere a los signos o síntomas que al estar presentes aseguran que el sujeto padece una patología particular.

Las manchas de Koplik han vuelto a presentarse en México, pues tenemos los primeros seis casos confirmados de una enfermedad cuya reaparición obedece a causas externas. No puede decirse que nos encontremos en una situación grave. No existe por ahora motivo para alarma. Lo que sí hay es un riesgo elevado, pues, al no existir ningún tratamiento efectivo contra el agente causante del sarampión (un virus de la familia Paramyxoviridae y el género Morvillivirus), lo más efectivo es la prevención mediante el empleo de vacunas… y no las tenemos en cantidad suficiente.

Los casos que se han presentado hasta ahora son importados; es decir, se trata de personas que estuvieron en contacto con extranjeros infectados que no fueron vacunados en sus países de origen. La reducción de las inmunizaciones contra diversas enfermendades infecciosas en algunas regiones del mundo es en gran medida el resultado de las posturas anticientíficas que han ganado gran influencia en diversos países, entre ellos Estados Unidos y algunas naciones europeas.

Un punto de apoyo para estos grupos anticiencia es un trabajo de Andrew Wakefield y sus colaboradores publicado en 1998 en la revista médica The Lancet, en la que asocian la aplicación de la vacuna triplevalente –contra sarampión, rubéola y parotiditis– con anomalías intestinales (inflamación crónica del colon, hiperplasia nodular y ulceraciones, entre otras) y transtornos nerviosos y conductuales que incluyen encefalitis, sicosis desintegrativa y principalmente autismo.

El trabajo resultó ser un fraude, por lo que fue retirado (retractado) por la propia revista y condenado por la comunidad médica al no poder demostrarse los supuestos hallazgos de Wakefield, a quien se retiró además su licencia para practicar la medicina en el Reino Unido. El ex médico terminó en una especie de exilio en Texas, donde actualmente tienen gran fuerza los grupos antivacunas. Durante la campaña a la presidencia, Donald Trump sostuvo prolongadas reuniones con el ex galeno y, como es sabido, dentro de su peligrosa ignorancia científica, el presidente de Estados Unidos comparte las ideas de Wakefield sobre la relación vacunas-autismo.

En Italia también han logrado la mayoría parlamentaria los grupos antivacunas. Luca Tancredi informó el pasado 6 de marzo en la revista Science sobre la preocupación en el medio científico italiano por el triunfo electoral del movimiento populista basado en la Red (M5S) y la Liga Antinmigrante de extrema derecha coaligada con Forza Italia, de Silvio Berlusconi. Los dos grupos pretenden revocar una ley promulgada en 2017 que hizo obligatoria la vacunación infantil contra 12 enfermedades como respuesta a un importante brote de sarampión provocado por la reducción de las tasas de vacunación.

Volviendo a México, aunque las campañas de vacunación alcanzan a la mayoría de la población, la actual falta de vacunas representa un riesgo, especialmente para los niños menores de un año que recibirán la vacuna, si bien nos va, hasta diciembre. La enfermedad puede ceder espontáneamente, pero en algunos casos las complicaciones pueden ser graves e incluso mortales, especialmente cuando se trata de personas que sufren desnutrición, lo que, de-safortunadamente, es el caso en varias regiones de nuestro país.

Birmex compra la vacuna triple en el extranjero y estamos en lista de espera. La empresa de participación estatal mayoritaria ha desarrollado capacidades para la producción de algunas vacunas, por ejemplo, contra la poliomielitis, pero no las tiene para todas las que se necesitan. Aquí aparece claramente un tema que debería ser prioritario desde el punto de vista de la política científica, pues es aquí donde nuestro país debería ser autosuficiente. Esta dependencia es patognomónica de un mal que desde hace mucho tiempo nos aqueja: el subdesarrollo.